"Ya estamos a salvo, ha sido un milagro"

Anna y Olena Chernega, dos ucranianas que veranean en Huesca con sus familias de acogida, han logrado salir de Irpin -bombardeada por los rusos- con la mujer de su padre.

De izq. a dcha: Olga Tereshyna, Olena Chernega y Anna Chernega, ya en Polonia.
De izquierda a derecha: Olga Tereshyna, Olena Chernega y Anna Chernega, este domingo ya en Polonia.
A. CH.

"Ya estamos a salvo, ha sido un milagro". Son las primeras palabras de Anna Chernega, ucraniana de 22 años, al atender la llamada de HERALDO DE ARAGÓN. Tanto ella como su hermana Olena y la mujer de su padre, Olga Tereshyna han logrado llegar a Varsovia, capital de Polonia, tras cuatro "duros" días de viaje, saliendo 'in extremis' de su ciudad, Irpin (Ucrania) unas horas antes de que fuera bombardeada por los rusos.

Hace tan solo seis días, este periódico se ponían en contacto con ellas para saber cómo estaban viviendo la invasión de su país. Anna y Olena -que han veraneado desde su infancia en Huesca con sendas familias de acogida- tenían "muy claro" entonces que no quería salir de su casa, en la que residían con sus abuelos y el novio de Olena. Pero en cuestión de horas se vieron obligadas a cambiar de decisión.

"La situación se estaba poniendo muy mal en Irpin -a 40 kilómetros de Kiev-. La mujer de mi padre me llamó para decirme que salían trenes desde nuestra ciudad para evacuar a mujeres y niños hasta la capital de Ucrania, pero como había tantas 'fake news' pensé que no era cierto", cuenta Anna Chernega. "Hasta que lo vi en las noticias".

Era 2 de marzo y la joven ucraniana decidió hablar con sus abuelos y contarles que se iba. "Mi hermana, en un principio, no quería dejar allí a mi familia y la mujer de mi padre no lo tenía claro. Así que mi intención era huir sola. Ese día, cuando ya era de noche, mientas me preparaba una mochila con lo básico -ropa, agua y medicinas-, Olena dio el paso de acompañarme y al día siguiente, cuando ya nos íbamos a coger el tren, también se vino Olga, llorando desconsolada por dejar a mi padre", cuenta Anna.

Temor, tristeza y esperanza

"Salir de nuestra casa y despedirnos de nuestra familia fue muy duro, pero los bombardeos cada vez se acercaban más. Llegamos a la estación y el tren que íbamos a coger destino Kiev -desde donde poder huir del país- tardó cinco horas en salir. Había una filas larguísimas y mientras esperábamos hubo una explosión a tan solo 200 metros de distancia. Muchas personas volvieron a sus casas por miedo". 

"Nosotras decidimos esperar un poco más y conseguimos subirnos, no sé ni cómo, a un tren repleto de mujeres y niños. Los hombres no podían subir", cuenta Anna. En un convoy con compartimentos de literas, "en las que había cuatro personas donde normalmente hay una", apunta la joven ucraniana, tomaron rumbo a Kiev.

Ya en la estación central de la capital ucraniana y tras siete horas de espera para tomar otro transporte que les llevara a Varsovia, se vieron en la necesidad de cambiar de destino porque el "tren que queríamos coger solo tenía tres vagones, estaba lleno y había miles de personas esperando", dice Anna Chernega.

"Hubo una explosión a tan solo 200 metros de distancia, pero decidimos esperar y coger un tren"

"No podíamos quedarnos en pleno centro de Kiev, así que nos subimos a un convoy que nos llevó a Kovel, cerca de la frontera con Polonia. Nos sentíamos aliviadas porque, por fin, salíamos de allí, pero se movía mucho por las vías y temíamos cualquier ataque", explica la joven. 

Tras quince horas de un viaje "prácticamente a oscuras, porque no había luz, con decenas de paradas en medio de la nada", llegaron a su destino, donde encontraron el apoyo de "cientos" de voluntarios que les guiaron en un lugar desconocido para ellas. "Nos dieron comida, agua, fruta... y nos acompañaron hasta una larga fila en la que tenías que apuntarte para coger un autobús que te sacara del país", cuenta Anna. 

"Había que pagar por conseguir un asiento, pero estaban todos llenos. Preguntaron si alguien quería ir de pie, así que para tener preferencia, me metí debajo de la sudadera la mochila en la que llevaba el dinero, el pasaporte y lo más valioso, para que pareciera que estaba embarazada y conseguimos subir en un microbús", asegura la joven.

Cinco horas después, "en las que solo logramos sentarnos cuando el bus hizo alguna parada y los viajeros bajaban" -apunta Anna Chernega-, "llegamos, gracias a Dios, a Polonia". "Tras el control de pasaportes, llegamos a una gran sala donde un montón de voluntarios polacos nos dieron comida, una tarjeta SIM para los móviles y una atención que nunca llegaré a agradecer lo suficiente", dice, con emoción, la joven.

De allí se trasladaron a Varsovia a casa de los tíos de una amiga de Olena, -hermana de Anna-, que hace años dejó su país con su familia y se instaló en Sabiñánigo (Huesca). "Llegamos a su casa la madrugada de este domingo, hacia las 03.00. Nos pudimos duchar, comer y descansar, ya fuera de peligro. Es un auténtico milagro que estemos aquí", comenta Anna.

"Siento que mi corazón se ha quedado en Irpin con mi marido. Tenía una vida normal y, de repente, cambió todo en un segundo"

Un futuro incierto

Han dejado su país, a su familia -de la que solo tienen noticias de sus abuelos, que se quedaron en Irpin porque no quisieron salir debido a su avanzada edad, y este domingo, horas después de no saber nada de ellos, supieron que seguían vivos - y ahora, ya a salvo, deben buscarse un futuro. Para ello se ven obligadas a separarse. "La guerra no da tregua. Hemos llegado hasta aquí, pero ahora nuestros caminos tienen que separase. Yo me voy a Francia, donde vive mi novio. Mi hermana se quedará unos días en Varsovia y es posible que ponga rumbo a España. Mientras, Olga, la mujer de mi padre, se quedará en la capital de Polonia, donde reside su hermano, y buscará un trabajo a la espera de tener noticias de mi padre", explica Anna Chernega. 

Las hermanas Anna y Olena Chernega, 22 y 28 años, en el quinto día del estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, cuando estaban todavía en los refugios de Irpin, días antes de abandonar la ciudad bombardeada por las tropas rusas.  

"No puedo alejarme más. Siento que mi corazón se ha quedado en Irpin con mi marido. Tenía una vida normal y de repente cambió todo en un segundo, pero estamos vivas", dice Olga Tereshyna. "Vamos a ganar esta guerra, confiamos en las fuerzas militares ucranianas". "Si tuviéramos alas cubriríamos el cielo para que los aviones no pudieran bombardear nuestra tierra", concluye Tereshyna.  

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