Odesa se asoma al abismo

El explorador vasco Miguel Gutiérrez relata en primera persona cómo que se adentra en el objetivo prioritario de las tropas rusas.

Calles desérticas en Odesa (Ucrania).
Calles desérticas en Odesa (Ucrania).
EP

Sobrecoge pasear por esta ciudad. Aquí, en estas calles, no se escucha un alma. La mayoría de los restaurantes están cerrados a cal y canto y los pocos negocios que se mantienen abiertos sirven solo a los voluntarios. De pronto, al doblar la esquina, en medio de esta rara oscuridad, te encuentras con un destello de cotidianeidad: un hombre taciturno pasea a su perro, aquí y allá se ve un coche... Pero, en general, la imagen que ofrece Odesa, que en las últimas horas se ha convertido en uno de los principales objetivos de Putin, es la de una ciudad casi desierta que contiene la respiración.

Llegar a Odesa no ha resultado nada sencillo. Partimos de Vinnytsia, donde habíamos hecho noche y cuyo aeropuerto fue destruido el domingo por los misiles rusos. Ha sido un viaje pesado, en el que hay que franquear un rosario de 'checkpoint'. En estos controles, cada persona, cada coche se revisa a conciencia, casi al milímetro. Los soldados ucranianos, muy nerviosos, temen que posibles infiltrados rusos puedan acceder a la ciudad portuaria, un enclave con un enorme valor estratégico. En Dachne, a pocos kilómetros, un convoy de vehículos militares fue arrasado tras sufrir una fuerte explosión de origen desconocido que también destruyó tres edificios civiles. Creen, están convencidos, que pudo estar originado por un dron.

En las principales vías de entrada a la ciudad, incluso varios kilómetros antes de llegar, son habituales largas retenciones. En las gasolineras, donde ya apenas queda combustible, también se forman filas eternas. Sin embargo, la imagen resulta bien distinta al llegar a Odesa. El panorama resulta fantasmagórico y se escuchan continuamente, como en bucle, las sirenas antiaéreas.

"No abandonaremos"

Aquí temen, hasta incluso dar por hecho, que Putin los atacará sin piedad. Por eso la población civil está huyendo, aunque hay algunos que no se amilanan. Y optan por quedarse. "Yo no tengo ninguna intención de abandonar Odesa porque los civiles tendremos que apoyar a los militares cuando tengamos que resistir y no nos quede otra que organizarnos para combatir", nos contaba Olhya, madre de dos pequeñas.

La entereza de la población resulta admirable. También la actitud de los soldados. Durante el día hemos tenido la ocasión de charlar con varios militares. Un oficial nos ha llegado a asegurar, en tono encendido, que van a luchar "hasta que quede el último ucraniano".

"Cuando no nos queden armas, pelearemos con cuchillos; cuando no tengamos cuchillos, lo haremos con nuestras manos; y cuando nosotros hayamos muerto, seguirán nuestras mujeres y nuestros hijos", nos ha contado en un tono muy combativo. Está claro que entre los militares la determinación es férrea, incluso en estos momentos en los que Odesa se adentra en sus horas más difíciles, cuando la ciudad se asoma al abismo más profundo.

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