guerra en ucrania

Kiev se prepara contra reloj para defenderse de la llegada de los rusos

Voluntarios de las Fuerzas Armadas, civiles sin entrenamiento y veteranos del antiguo Ejército Rojo soviético se parapetan en barricadas y cavan trincheras.

Soldados y voluntarios cargan sacos de arena para construir barricadas en la plaza Maidan de Kiev.
Soldados y voluntarios cargan sacos de arena para construir barricadas en la plaza Maidan de Kiev.
D. Herrera/Ep

Para frenar la guerra, Vladimir Putin exige a Kiev el reconocimiento de Crimea como rusa, la independencia de Lugansk y Donetsk y que Ucrania se declare neutral y no entre en la OTAN, pero Aleksander no quiere parar la guerra, desea ganarla y para ello pide "armas".

"Lo que necesitamos son armas", sostiene este veterano del Ejército Rojo que ayuda a cargar sacos con arena en la céntrica plaza de Maidán y los apila frente a las bocas del metro para asegurar el refugio a las miles de personas que duermen allí cada noche.

Kiev vive contra el reloj. La cuenta atrás para la entrada de los rusos está en marcha y nadie tiene un minuto que perder. La producción de los pequeños sacos termina cuando se acaban las bolsas que han traído los propios vecinos. "No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante una situación así. Todos debemos aportar algo", señala este hombretón que sirvió en las filas de las tropas de la Unión Soviética y ahora se enfrenta a Moscú.

La plaza de Maidán es el símbolo, el corazón de un país y el lugar icónico a que desearía llegar todo conquistador para izar su bandera. Pero para llegar hasta allí, las tropas invasoras deberán superar las defensas que se levantan con más esmero que medios desde el inicio de la guerra.

La columna de blindados que cruzó la frontera de Bielorrusia ha tardado doce días en llegar a las puertas de Kiev. El kilómetrico convoy ha sufrido problemas de abastecimiento, pero también el hostigamiento y emboscadas.

El diario 'The Wall Street Journal' reveló el despliegue en la defensa de Kiev de las unidades de élite, hombres entrenados por Estados Unidos y sus aliados durante los últimos años y armados con armas antitanque de última generación y misiles antiaéreos Stinger, lo que les ha ayudado a mitigar la superioridad rusa.

Estas fuerzas cuentan además con el apoyo aéreo de la flota de los drones Bayraktar TB2, comprados a Turquía. La carretera entre Bielorrusia y Kiev ha quedado marcada por un rosario de vehículos rusos calcinados, chatarra militar que simboliza la sorpresa que se han llevado los hombres de Putin con la preparación del vecino.

La resistencia ha durado doce días. Ahora los rusos extienden sus tropas por el este y oeste, y la capital ha quedado como en mitad de una herradura, con la única puerta abierta en dirección sur. En las calles de Kiev apenas se ven fuerzas regulares y el movimiento de tropas es puntual. Según se avanza al norte, más se notan las explosiones y más tensa es la situación de los voluntarios del Ejército, la mayoría hombres jubilados, y los milicianos, civiles que han decidido empuñar un arma, que forman la primera línea de defensa.

Búsqueda de los espías

No se puede mencionar el lugar. Tampoco se pueden hacer imágenes. El puesto de control que marca la entrada a la capital es un manojo de nervios. Allí una docena de hombres armados con fusiles se dedican a "inspeccionar los coches que entran porque el enemigo puede aprovechar esta vía para enviar espías o agentes que quieren cometer ataques, así que vigilamos que todo el mundo tenga su documentación", explica Oleg, coronel jubilado que luchó con el Ejército Rojo en Afganistán. Es el máximo responsable, la persona a la que todos preguntan qué hacer y asegura que "los rusos no podrán pasar por aquí, venceremos", afirma con rotundidad.

El coronel manda sobre "un grupo de civiles que quiere proteger la ciudad de los invasores, cada vecino ayuda como puede". Entre sus hombres está Sergei, a quien la guerra sorprendió en Nigeria y que regresó a toda prisa para estar con su familia y empuñar un arma. No ha tenido apenas tiempo de entrenar, como la mayoría, pero recuerda sus años de servicio militar.

Esta es la nueva frontera de una Kiev donde, con el paso de las horas y la caída de la noche, el cielo suena opaco y retumba el intercambio de disparos entre uno y otro bando. Aterrador.

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