"Nuestra hija de acogida ucraniana ha tenido que refugiarse en el búnker de su casa"

La familia oscense Ramírez Lacort mantiene el contacto a diario con Valentina, su 'hija' de acogida ucranina, que reside con su abuela y su hermanastro en un pueblo a 80 kilómetros de Kiev. 

Valentina Nikitenko, en una de sus vacaciones en Huesca con su familia de acogida
Valentina Nikitenko, en una de sus vacaciones en Huesca.
D. R.

"Hasta este domingo Valentina nos contaba que los bombardeos y sirenas solo se oían por la noche. Ahora ya los escucha durante el día. Nos llamó ayer para ver qué hacían porque sentían miedo. Le dijimos que se metieran en el búnker que tienen en casa, que así estarían más protegidos". "La angustia y temor es constante". 

Con esta sensación vive a diario la familia oscense Ramírez Lacort desde que el jueves 24 de febrero Rusia invadiera Ucrania, país en el que reside Valentina Nikitenko, una joven de 18 años que desde hace 10 pasa sus vacaciones en Huesca con ellos. "De momento, hemos podido mantener el contacto cada día a través de conversaciones por Telegram, que se cortan de vez en cuando, pero que nos permite saber cómo se encuentra", apunta Daniel Ramírez.

Valentina reside en Uzyn, un pequeño pueblo a 80 kilómetros de Kiev, en una casa con su abuela y su hermanastro pequeño. "Es una vivienda antigua. En esa zona, casi todas -excepto los edificios- tienen búnkeres bajo sus hogares que se construyeron hace años. Lo solían utilizar como despensa o almacén, pero ahora lo han acondicionado para poder vivir en él", cuenta el padre de acogida de Valentina.

"Saber que llegado el momento pueden permanecer allí, les da tranquilidad. Nos han contado que tienen provisiones y comida para bastante tiempo, algo fundamental porque en su pueblo han cerrado todas las tiendas. Les han recomendado no salir a las calles y han tenido que cubrir sus ventanas para que desde el exterior no se vea que hay luz", cuenta Daniel Ramírez.

"Es duro, porque no tienen opción de salir de allí. La localidad más cercana a su pueblo que tiene transporte público está a 20 kilómetros. No tiene coche e ir caminando por la carretera que les llevaría hasta allí, que es la une Kiev con Odesa, es una temeridad", comenta Ramírez quien asegura que "lo que peor llevan" es la incertidumbre de no saber si podrán seguir hablando con Valentina cada día. "La impotencia es enorme. Saber que no podemos hacer nada por ella es complicado de gestionar. Preferimos no pensar lo que le puede pasar", dice, preocupado el oscense. 

Desde el ejército ucraniano

En cuanto a cómo les está llegando la información a Valentina y a su familia de lo que está ocurriendo en su país, Ramírez explica que, al mantener, de momento, las comunicaciones tienen acceso a televisión e internet. "Son conscientes de lo que pasa y, desde aquí, intentamos tranquilizarles porque su pueblo es muy pequeño y, en principio, no interesa a los rusos. Les digo que si oyen sirenas, que estén tranquilos, que será que se dirigen hacia Kiev, pero es inevitable que se asusten", cuenta Daniel Ramírez.

Lo que sí que les ha dado "cierta tranquilidad" es que han podido saber de su hermano mayor, alistado en el ejército ucraniano y de quien "hace semanas" que no tenían noticias. "Valentina nos ha trasladado el optimismo que ha sentido al hablar con él. Les ha dicho que estaba bien y que están obteniendo bastantes éxitos en los enfrentamientos bélicos", concluye el oscense, mientras confía en poder seguir manteniendo a diario el contacto con la que consideran "una hija más".

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