Hospitales de Aragón frente a la covid: reorganización de recursos para luchar contra un virus que trastocó todo el sistema

Los hospitales tuvieron que asumir la avalancha de ingresos provcados por este virus, destinando plantas y equipos covid l La actividad quirúrgica se ha visto ralentizada durante las sucesivas oleadas para reservar suficientes camas y personal.

Dos sanitarios, junto a un paciente, en el Miguel Servet.
Dos sanitarios, junto a un paciente, en el Miguel Servet.
Toni Galán

El 6 de marzo de 2020 falleció en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (Provincial) la primera víctima de covid registrada en Aragón. Fue el inicio de una pandemia mundial que ha dejado hasta el momento 4.275 muertos en la Comunidad. Entonces, no se conocía prácticamente la enfermedad... ni los tratamientos a aplicar. Ante esa alerta, los hospitales tuvieron que adaptarse de la noche a la mañana a un virus letal con pocos medios y menos información. Y con el miedo y la angustia de los sanitarios por no saber a qué se estaban enfrentando ni qué podría pasar.

Con la población confinada, comenzaron a ser frecuentes palabras como cuarentenas, equipos de protección individual, mascarillas (escasas en las primeras semanas), coronavirus o PCR (las pruebas diagnósticas que se reservaban al inicio a quienes precisaban asistencia), y que más adelante fueron, junto a los test de antígenos, el arma para detectar la enfermedad y poder minimizar su transmisión. El objetivo desde que estalló la crisis fue evitar el colapso del sistema sanitario, una meta, de hecho, que ha ido guiando las restricciones que se han ido adoptando por las autoridades sanitarias en estos 22 meses de pandemia. Según recuerda el director general de Asistencia Sanitaria, José María Abad, "había mucho desconocimiento, muchas dudas y temores sobre cómo organizar la atención, aunque prácticamente todos los hospitales tenían protocolos de atención muy estrictos guiados por lo que se había hecho con el ébola o la gripe aviar". Sin embargo, "estaban pensados para casos aislados". Ese planteamiento inicial "que luego se demostró muy ingenuo", dejó de ser viable en una semana: "Y nos volcamos en atender la avalancha de pacientes que acudían". "Había descoordinación porque la información llegaba por muchas fuentes, se iba actualizando en minutos o en horas".

Bajo el paraguas del primer estado de alarma, se suspendieron consultas e intervenciones quirúrgicas no indemorables o urgentes y se pusieron los dispositivos de la sanidad privada a disposición del Salud. Se crearon los equipos covid con profesionales de distintas especialidades y se comenzó a concentrar a los enfermos con la infección activa de SARS-CoV-2 en plantas específicas, trasladando esos servicios a otros espacios de los hospitales. En marzo y abril de 2020, la ocupación de las camas por patología covid alcanzó el 80%. "En esa fase inicial -recuerda Abad- vimos un vaciamiento de los hospitales y de los centros de salud", tanto por el confinamiento como por el miedo de la población a contagiarse. Disminuyó, y mucho, la urgencia traumatológica al descender en esa primera ola los accidentes de tráfico o laborales.

Aplausos a los sanitarios durante la primera ola de la covid.
Aplausos a los sanitarios durante la primera ola de la covid.
Rafael Gobantes

El parón quirúrgico influyó en la demora hasta tal punto que en agosto de 2020 se llegó a los 10.994 pacientes con una espera superior a los 180 días para operarse: "Cada nueva oleada supone un impacto sobre el sistema y una ralentización en las listas de espera". Los últimos datos, del pasado noviembre, evidencian que aún hay 7.997 personas pendientes de una intervención.

Los recursos son finitos. "Ha habido que dejar de atender otras patologías para volcarse en esta emergencia", reconoce el presidente del Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza, Javier García Tirado. Y la actividad programada "se resiente de forma importante". "No se puede mantener esta situación de forma indefinida, porque las enfermedades no covid siguen estando ahí". De hecho, en sucesivas olas se ha tratado de compatibilizar la atención por coronavirus y otras patologías, salvo en los momentos de mayor presión, como en la tercera ola, en noviembre de 2020.

El riesgo de colapso hospitalario ha supuesto una seria amenaza en las fases de más tensión. Y aparecía a todos los niveles, tanto Atención Primaria como en el servicio 061 Aragón, Urgencias, laboratorios, hospitalización y unidades de cuidados intensivos. Y eso obligó a activar equipamientos extra en previsión de lo que pudiera pasar, como los hospitales de campaña instalados en en la Sala Multiusos del Auditorio, que funcionó luego como un espacio para pacientes asintomáticos, y en la Feria de Zaragoza. No fue, sin embargo, hacer uso de estos recursos. Este último dispositivo se desmontó a principios de abril de 2021 sin haberse llegado a emplear. El Ejecutivo autonómico destinó casi 6,6 millones de euros a la compra y alquiler del equipamiento.

Ante el aumento de la tensión, la DGA establecio que los recursos materiales y humanos d el asanidad privada se pusuerab a disposición del Salud.
Ante el aumento de la tensión, la DGA establecio que los recursos materiales y humanos d el asanidad privada se pusuerab a disposición del Salud.
José Miguel Marco

De los aplausos por el esfuerzo del personal sanitario durante el confinamiento se pasó a una fatiga pandémica de la población, que se agrava también entre los profesionales, que llevan casi dos años volcado con esta emergencia. Y, durante este tiempo, han tenido que lidiar con el estrés, el miedo y la sobrecarga. Desde marzo de 2020, el Salud ha contabilizado 9.104 contagios de covid entre sus trabajadores. La falta de especialistas ha supuesto, a su vez, problemas en la atención de distintos servicios, como Medicina Interna, entre otros, en el hospital Ernest Lluch, de Calatayud, o de Otorrinolaringología, en el Obispo Polanco de Teruel.

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