20 años del 11-s

Aragoneses en el 11-S: "Nueva York sin las Torres Gemelas era tan rara como si aquí quitaran el Pilar"

Quienes vivían en Nueva York aquel martes de septiembre de hace 20 años rememoran dónde estaban cuando un atentado terminó con la vida de casi 3.000 personas y derribó uno de los símbolos de EE. UU.

Quienes vivían el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York no olvidan lo que estaban haciendo aquella mañana de martes en la que la realidad pareció ficción. A este lado del Atlántico también se recuerda 20 años después. En España, las imágenes de un avión estrellándose contra un rascacielos de 110 plantas en la ciudad estadounidense llegaron a través de los informativos del mediodía.

No existían las redes sociales, ni Twitter ni Whatsapp, y ni siquiera todo el mundo tenía móvil. No se hablaba de ‘fakes’, pero aquellos dos aviones haciendo colapsar dos imponentes edificios y la desesperación de quienes quedaron atrapados podían haberlo parecido. Así vuelven a rememorar algunos aragoneses, como lo hicieron hace 20 años a HERALDO, cómo vivieron el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, reivindicado después por el grupo yihadista Al Qaeda, que las redujo a polvo y cenizas en pocos minutos y dejó 2.750 muertos.

"Asómate a la ventana, mira las torres que se han estrellado dos aviones"
Ramón Abad, en Zaragoza.
El zaragozano Ramón Abad vivía en Nueva York con su familia cuando se produjeron los atentados del 11-S
Oliver Duch

Ramón Abad, recién jubilado, tenía entonces 45 años. Ese día recuerda que estaba en su apartamento de Brooklyn con su hija Isabel, todavía un bebé. Llevaba viviendo en la Gran Manzana desde 1993. Terminaba esa semana una excedencia que había pedido para el cuidado de la pequeña en el Instituto Cervantes en el que trabajaba como jefe de la biblioteca. Vivía a una distancia "como de Torrero al Pilar", del complejo del World Trade Center que albergaba las torres, pone como ejemplo. Ahora reside en Zaragoza, desde que en 2005 fue nombrado director de la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza. Conserva unas fotos que se había hecho el fin de semana anterior a los atentados con la pequeña y las torres de fondo.

"No era al lado, pero desde la ventana de la cocina se veía la mitad superior de las torres porque el barrio está en alto", cuenta. Desde allí pudo escuchar la segunda explosión y fue cuando su mujer le llamó por teléfono desde su trabajo en Manhattan. "Me dijo, asómate a la ventana, mira las torres que se han estrellado dos aviones", repite. Una frase que le sonó extraña y sin sentido, pero que empezó convertirse en real cuando vio la enorme columna de humo entre los edificios. Por la mañana estuvo pegado a la televisión y al teléfono fijo para tranquilizar a la familia en España. "Es muy difícil de asimilar. Cualquiera que lo vio todavía se estará diciendo cómo pudo pasar eso".

Ramón Abad con su hija en Nueva York en 2001.
Ramón Abad posa con su hija en Nueva York en 2001, con las torres al fondo, el fin de semana anterior a los atentados.
R. A.

Su mujer tardó cuatro horas en volver del trabajo andando desde el centro. "Tuvo que cruzar los puentes con una peregrinación inmensa de gente", recuerda. Era el único medio para salir de la isla de Manhattan. El momento de "pánico" más intenso que vivió él fue cuando colapsaron las dos enormes estructuras de hierro y el viento llevó todo el humo hacia su barrio. "De repente, se hizo de noche", dice. Le llamó la atención que junto al humo "empezaron a volar montones de papeles, de todos los tamaños, que luego aparecían por toda la ciudad, y polvo".  Los restos de los edificios de oficinas esparcidos por cada rincón de la ciudad.

Por la tarde metió a su hija en el carrito y salió a la calle con la necesidad de entender qué ocurría. Le sorprendió el silencio en una ciudad muy ruidosa tanto en sus calles como en el cielo. Todo estaba cortado y el espacio aéreo, cerrado. Un hospital por el que pasó estaba "rodeado de ambulancias, pero que no salían; de gente que quería dar sangre, pero no hacía falta". Se esperaban heridos pero solo había muertos y desaparecidos. Entre las víctimas mortales, bomberos y policías. En un parque de bomberos recuerda que "murieron todos salvo el que se quedó de guardia".

Pedro Carboné, pianista: . "Me encontraba a la gente saliendo de Manhattan, subían todos con maletines en la mano. Estaba todo, personas, el suelo y los coches cubiertos de un polvo blanco"
Pedro Carboné, pianista zaragozano.
Pedro Carboné, pianista zaragozano.
Heraldo.es

Pedro Carboné, pianista zaragozano de trayectoria internacional, aún siente "tristeza y desolación" al recordar aquellos días. Y también el luto que se vivió después. Pasó 15 años instalado en Nueva York, tras residir otros tantos en Washington, años de formación y desarrollo de su carrera profesional. Ahora, con 61 años ha vuelto a España tras su etapa estadounidense, instalado en Alicante.

La primera torre la vio derrumbarse en la tele en una cafetería cerca de su casa donde bajaba a desayunar. Todo el mundo tenía la vista pegada en la pantalla, pero "nadie dijo nada, era bastante irreal", recuerda. Él había bajado en busca de información. No tenía televisor en su casa. "Desde mi ventana veía el ‘skyline’ de la ciudad, pero no me levantaba y lo miraba todos los días". Ese no lo había hecho. Le había llamado una amiga de otro estado para preguntar si estaba bien, una conversación que se repitió millones de veces ese día en todos los hogares. Entonces fue cuando "miré por la ventana y vi la columna de humo tremenda", explica, como hiciera hace 20 años en un reportaje para este periódico del periodista Kike Calvo, que citó a seis aragoneses junto al Rockefeller Center, la misma semana de los atentados. 

Fotografía tomada por el pianista zaragozano Pedro Carboné el 11-S.
Fotografía tomada por el pianista zaragozano Pedro Carboné el 11-S.
P. C.

Ese fatídico día, sin terminar de creérselo, cogió su bicicleta, con la que se movía por la ciudad, para acercarse más a la que luego sería la ‘zona cero’. "Me encontraba a la gente saliendo de Manhattan, subían todos con maletines en la mano. En los ferrys había unas colas tremendas", relata. La peregrinación que recordaba Ramón Abad que tuvo que hacer su mujer, al pianista zaragozano le resultó una visión "de película de ciencia ficción".

"Estaba todo, personas, el suelo y los coches cubiertos de un polvo blanco", recuerda. Llevaba una cámara desechable con la que tomó algunas instantáneas desde el puente de Manhattan que cruza a Chinatown.  "Mirabas y solo veías humo donde estaban las torres", era lo que más llamaba la atención. Y todos, tranquilos. No había histeria.

Isolina Ballesteros, profesora: "Toda esa mañana estuve viéndolo sin entender qué pasaba"
Isolina Ballesteros, en Nueva York.
Isolina Ballesteros, en Nueva York.
Heraldo.es

"Parecían zombies", añade Isolina Ballesteros, catedrática en el departamento de Lenguas Modernas y Literatura Comparada y el Programa de Estudios de Cine de Baruch College, de la CUNY (City University of New York).  Vive en Nueva York desde 1994 y ese día también salió a la calle sin comprender qué ocurría. Esa mañana se preparaba para dar clase en la Universidad de Columbia cuando le llamó su madre por teléfono. Como Ramón y Pedro, tampoco se había enterado de lo ocurrido. "A esas horas no pongo la televisión. Mi madre desde España me llamó. Me enteré por ella", confiesa. Entonces encendió la pantalla vio el segundo avión. "Toda esa mañana estuve viéndolo sin entender qué pasaba", señala sobre el ‘shock’ que supuso el atentado. Se desplazó en metro hasta la calle 42 donde se había cortado la línea y caminó unas 50 calles. Algunos medios de comunicación españoles, incluido HERALDO, le pidieron que contara qué ocurría. Mientras estaba cerca del WTC, uno de los edificios colapsó, el número 7 del complejo de edificios. Entonces envolvió la zona "una nube gigantesca de humo, cenizas escombros".

A la vuelta a casa se reunió con unos amigos para seguir viendo la televisión. Recuerda que era cada vez más duro. "Por televisión pasaban resúmenes de esos 15 minutos de los aviones entrando y los edificios colapsando, imágenes de gente cayendo, aunque aquí se restringieron mucho. En Europa se mostraron más", señala, sobre las de personas desesperadas que terminaban lanzándose al vacío desde las torres.

Abad: "Era una sensación rara, como si se hubiera muerto alguien cercano. De duelo y dolor colectivo"

Afortunadamente ninguno tuvo que lamentar la muerte de conocidos, aunque no olvidan la reacción de los neoyorquinos tras la tragedia. "Era una sensación rara, como si se hubiera muerto alguien cercano", describe Ramón sobre las miradas que se cruzaban esos días por la calle. Una "sensación de duelo y dolor colectivo" y de necesidad de hablar. Además de multiplicarse los homenajes en forma de flores, mensajes y velas por las miles de víctimas, repartidos por varios rincones de la ciudad.

Carboné también notó cambios en los ciudadanos. No solo por el luto o el mayor sentimiento de comunidad. "Los días siguientes ocurrió lo que jamás ocurre en Nueva York, lo que solo hacen los turistas, todos mirábamos hacia arriba", recuerda, sobre todo "cuando se oía un avión". Percibía una sensación de "desprotección y desolación". Recuerda la entrevista para HERALDO. "Estábamos prácticamente solos, lo que es de lo más inusual, uno no está acostumbrado a ver vacía la Quinta Avenida. Los días siguientes al 9/11 la gente se quedó en casa. No había casi nadie por las calles". Hubo también problemas con las líneas telefónicas.

Tanto él como Ballesteros no olvidan el "fuerte olor a quemado" que perduró en la isla durante bastantes días. 

Respuesta militar

Coinciden en que marcó un punto de inflexión en la vida de la ciudad, como lo ha habido ahora con la pandemia de covid-19. Este año, el recuerdo ha sido mayor por la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, justo 20 años después de la tragedia del 11-S que impulsó esta operación militar de Estados Unidos. Con ella se castigó al país por acoger al líder de los terroristas, Osama bin Laden, que luego fue asesinado por Estados Unidos en suelo afgano. "Nueva York fue la ciudad que más se opuso a la guerra de Irak. La ciudad estaba en contra", apunta Abad, sobre otra de las invasiones estadounidenses que siguieron.

Ballesteros lamenta  la reacción política y militar de Estados Unidos, que considera contribuyó a equiparar "árabe con terrorista". En este sentido, "las invasiones de Irak y Afganistán destruyeron Oriente Medio", asegura. Ahora, "EE. UU. acaba de salir dejando Afganistán en una situación lamentable", critica tras el caos al que ha seguido la marcha de las tropas y la llegada inmediata de los talibanes a los que se quiso echar entonces.

Ballesteros: "Nada ha conllevado que este país haya hecho una reflexión seria de cuáles han sido las repercusiones de las invasiones"

En todos estos años han seguido los homenajes pero lamenta que pese a ello, "nada ha conllevado que este país haya hecho una reflexión seria de cuáles han sido las repercusiones de las invasiones y cómo ha reaccionado".

En cualquier caso, el protagonismo ahora se lo lleva la pandemia de covid-19 y sus restricciones, que han vuelto a parar la ciudad. "La pandemia es lo que nos tiene consumidos", dice la profesora, sobre la crisis sanitaria mundial que en Estados Unidos se ha cobrado ya 55.00 víctimas solo en Nueva York. Las limitaciones para frenar el virus han dejado a muchos de los rascacielos vacíos por el avance del teletrabajo, lo que ha supuesto el cierre de restaurantes y tiendas cercanas porque tampoco hay turistas, otro sustento de la ciudad más icónica de Estados Unidos. En la facultad las clases son semipresenciales. Los teatros de Broadway abrirán a final de mes.

Isolina Ballesteros, profesora zaragozana, en sus primeros años en Nueva York.
Isolina Ballesteros, profesora zaragozana, en sus primeros años en Nueva York, en una imagen en la que se ve el 'skyline' de la ciudad con las Torres Gemelas.
I. B.

Ballesteros asegura que mucha gente se marcha ahora de Nueva York, una ciudad en la que la inflación ha disparado el coste de la vida. Un éxodo que también se dio tras el 11-S. Ella se plantea jubilarse anticipadamente y volver a España. Los atentados dejaron una enorme herida en la ciudad, difícil de cerrar y máxime con el constante recuerdo en forma de vacío. "Nueva York sin las Torres Gemelas era tan rara como si aquí quitaran el Pilar", cuenta Abad. Durante los dos años que siguió viviendo allí confiesa que continuaba viéndolas.

A Carboné le ocurre que no siente que sea la misma ciudad. Aunque está instalado en España, vuelve a Nueva York de vez en cuando, a tocar o para visitar a muchos amigos que dejó allí. "Cuando veo fotos o voy no reconozco ese 'skyline', porque para mí es el de las torres", afirma, por ello, se alegra cuando puede recuperar esa imagen en alguna película anterior al atentado. "Evito pasar por ahí. Me resulta muy triste".

A Isolina le sigue impactando el memorial de la zona cero, con la fuente con la silueta de las torres, donde están grabados los nombres de todas las víctimas. Un homenaje para no olvidar, sobre el que costó años llegar a un acuerdo y que no es suficiente para las nuevas generaciones. Para sus estudiantes universitarios, que no habían nacido todavía o eran muy pequeños en 2001, "es una cosa del pasado". Sin embargo, para su generación y quienes eran adultos entonces, aunque el tema se evite en las conversaciones diarias, cuando se juntan grupos de amigos o vienen visitas de otros lugares afirma que "la gente empieza a contar qué hacía ese día, cómo le afectó. Para los que lo vivimos sigue siendo un tema muy presente. Marcó un antes y un después".

Testimonios de otros aragoneses que vivieron el 11-S

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