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Sin aluminio, acero, ni cemento: la arquitectura en tierra emerge en Aragón

La oscense Ángels Castellarnau acaba de ser premiada por su proyecto para un hotel cinco estrellas en el Matarraña. Tiene destacadas construcciones en Ayerbe, Calatayud y el valle de Gistaín.

La arquitecta, asomada a una ventana de su casa de Ayerbe.
La arquitecta, asomada a una ventana de su casa de Ayerbe.
Rosa Casbas/Xavier d'Arquer

“La arquitectura en tierra tiene un gran auge en Estados Unidos o Australia, pero en España apenas hay preocupación todavía por minimizar la huella medioambiental de los edificios”. La aragonesa Ángels Castellarnau Visús es la punta de lanza de una disciplina aún desconocida en nuestro país pero que ya se imparte en las escuelas de Francia o Alemania. Lo suyo no es el aluminio ni el acero ni el PVC. Su “perspectiva ecológica” pasa más por tierras apisonadas y fibras de paja o cáñamo natural que, aunque sorprenda, son capaces de aguantar cúpulas, arquitrabes y filigranas arquitectónicas. 

“No es algo tan extraño. Llevamos más de 3.000 años desarrollando la arquitectura de tierra y puedes tener como ejemplo espacios tan bellos como la Alhambra de Granada”, comenta la profesional. “El objetivo último de la arquitectura es dar cobijo y eso puede hacerse perfectamente con la tierra. De hecho, el 80% de la población mundial vive en construcciones de tierra, pero la sociedad industrial hizo que nos olvidáramos de aquellos orígenes lógicos”, reflexiona. 

“Ahora se trata de volver la mirada a estos materiales no por una cuestión bucólica, sino por sostenibilidad. Se vuelven a abordar materiales tradicionales, aunque trabajados desde una perspectiva del siglo XXI”. Las construcciones de “bajo impacto ambiental” tratan de evitar los materiales que dejan peor huella y estos no son otros sino los plásticos y el hormigón, que solo se usa en casos imprescindibles (muros de carga) pero para unas vigas que pueden hacerse en madera. En una construcción en Gistaín, por ejemplo, Castellarnau desarrolló un aislamiento de lana de oveja y consiguió así revalorizar un material que se produce en la zona y que estaba depreciado comercialmente.

En Monroyo se ha sustituido el PVC, el acero
y el aluminio por madera, cal, algas y tejidos naturales como el sisal o el lino

Àngels vive en Ayerbe, desde donde realiza proyectos por todo Aragón: desde el citado valle hasta la árida Celtiberia, lo que quizá haya servido para que se la conozca también con el sobrenombre de ‘una arquitecta para la España vacía’. Eso no significa ‘de la España triste o deprimida’, porque según se ve en sus proyectos los materiales naturales también dan juego a la hora de diseñar lujos como espás, piscinas exteriores o terrazas con excelentes vistas. “Lo de ‘España vacía’ es una etiqueta que no me gusta mucho en sí misma. Me parece peyorativa porque cuando se trabaja en el medio rural se ve que hay mucha vida y actividad. Quizá demográficamente sí sean zonas despobladas, pero desde estos pueblos se puede adquirir otra mirada y ver el territorio como recurso”, afirma la arquitecta, que viene de una familia ganadera del Pirineo, gracias a la cual comprendió "la conexión con el entorno". 

Esta semana la ministra de Transición Energética y Reto Demográfico, Teresa Ribera, elogió el trabajo de Castellarnau en Twitter y su popularidad también se ha acrecentado gracias a que uno de sus proyectos, el del hotel de cinco estrellas de Monroyo (Teruel), ha sido elegido entre los 40 mejores del mundo (de más de 600) en el concurso internacional Terra Fibra Award, con sede en París. En la joya arquitectónica de Monroyo, municipio que no llega a 400 habitantes, no hay ni policloruro de vinilo (PVC) ni acero ni aluminio: todos estos materiales se han sustituido por madera, cal, algas y tejidos naturales como el sisal o el lino.

Con este reconocimiento internacional, ¿se considera la arquitecta una ‘rara avis’ por continuar fomentando las bóvedas de adobe y los morteros de tierra? “Es cierto que comparto más inquietudes con colegas internacionales que españoles, pero el problema también es que aquí no existe una norma para estas construcciones ni se ha integrado en los planes de estudio”, comenta. ¿Cuáles es el motivo? A su juicio, no ayuda que a la hora de construir se prescriban materiales de catálogos porque eso hace que los arquitectos y los técnicos estén “sometidos”. Entiende Castellarnau que hay muchos intereses y ‘lobbies’ en lo referente a la compraventa de materiales, cosa que con la tierra no sucede porque es la que se extrae de la propia excavación de la obra para poner luego en pie los edificios. Siempre se recurre a la tierra cercana, de la zona, y nunca se importa o se echa mano de la de cultivo.

“En realidad son soluciones lógicas. En el hotel de Monroyo, por ejemplo, planteamos desde el inicio la gestión del bosque de la finca para generar astilla que alimente la caldera de biomasa que caliente el edificio, la piscina y el espá”, explican en el estudio Edra Aquitectura Km0, donde fomentan esta filosofía constructiva. La energía producida con la cubierta del parquin del hotel, hecha con placas solares, hace que el edificio genere incluso ‘energía positiva’, esto es, produce más de la que consume (lo que se conoce como un edificio ‘net zero carbon’).

La bandera es la sostenibilidad y procurar que los edificios estén planteados de tal forma que en su construcción no generen mucha huella de CO2 y que tras su vida útil no dejen residuos. Ahora que se ha vuelto a comprobar con las terribles inundaciones de Alemania las consecuencias del cambio climático, este tipo de arquitectura también emerge como una alternativa de respeto al medio ambiente.

Entre los próximos proyectos de la arquitecta figuran unas viviendas de protección oficial en Palma de Mallorca y unas bodegas en Calatayud, en donde se trabaja que las construcciones no solo sean de bajas emisiones sino que se aprovechen de su eficiencia energética natural. Castellarnau es especialista en la construcción de ‘tapia calicostrada’ (tierra apisonada con mortero de cal aligerada con cáñamo).

Otra derivada por la que apuestan en el estudio de Edra es que trata de implicar a los artesanos locales en sus proyectos dentro de la tan mentada ‘economía circular’. De hecho, explican que con el proyecto de Torre del Marqués se crearon una treintena de puestos de trabajo, en su mayoría cubiertos con personal del entorno.

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