Antepasados de élite: los pueblos de Aragón unidos por su nombre y origen

Si algo no ha cambiado con el paso de las generaciones, los imperios y la historia, en su sentido más amplio, es que propiedad ha sido y es sinónimo de riqueza. Lo que no se ha mantenido impasible al transcurso de los tiempos es la condición de propietario, cuyo enfoque se ha ido modulando a las nuevas y cambiantes actividades económicas. Pero hay que remontarse al Neolítico, etapa prehistórica, para conocer el origen del principal motor del primer sector de subsistencia y comercial: la agricultura.

Así, las explotaciones agrícolas fueron fundamentales para el nacimiento y desarrollo de las civilizaciones. Un tesoro, escondido bajo tierra, que fue cultivando poco a poco la evolución de la condición de terrateniente, propietario y jefe. En definitiva, la creación de las élites. Esta naturaleza generacional, familiar y hereditaria, que fue empoderándose con la llegada de los primeros pueblos a la península ibérica -tartessos, iberos y celtas- terminó por consolidarse con la llegada del imperio romano y la fundación de Hispania.

Los yacimientos arqueológicos nos han revelado cantidades de información sobre las civilizaciones y el origen de los pueblos. Aragón, en este sentido, es una tierra rica e ilustrativa del progreso, los avances e impulso de los acontecimientos. Las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel poseen numerosos retazos históricos. Pero estos no son únicamente físicos, lo que llamamos descubrimientos, y es que en ocasiones, el origen de todo nos lo dan los propios nombres. A continuación, un ejemplo simbólico.

Hablamos de los municipios de Cariñena y Leciñena, en la provincia de Zaragoza, y las localidades de Sariñena y Ontiñena, en la provincia de Huesca. Cuatro pueblos aragoneses unidos por su toponimia. En la terminación -iñena- encontramos el carácter onomástico del asunto, lo mollar de la historia. Un étimo relacionado directamente con la propiedad agrícola, con un latifundio o hacienda fundamentada en la agricultura. Nombres, que permiten extraer información sobre los antepasados, cuyo significado es el siguiente:

Cariñena: la etimología del municipio zaragozano nos transporta a un origen romano. Concretamente, la referencia cae sobre Plinio, un procurador de la Hispania tarraconense que puso el nombre Carae al poblado con el sufijo , característico de muchas fincas rústicas romanas. La villa Cariniana se traduce en alquería, casa de labor, con finca agrícola, típica del Levante peninsular. Una mansión que implicaba la tendencia a la concentración de poder gracias a la propieda agrícola.
Leciñena: la Comarca de Los Monegros nos sitúa en el mapa aragonés a Leciñena, cuya respuesta etimológica y terminación nos lleva a la agricultura y su poder. Su nombre se vincula a los dominios de Caesaraugusta -actual Zaragoza-. Así, según reconoce la página web del Ayuntamiento, su origen se relaciona con algún Licinius que tuviera en estos lares su villa y la explotación agrícola correspondiente.
Sariñena: este municipio oscense conserva un origen anterior a los casos anteriores, de la etapa romana. El nacimiento de Sariñena está relacionado con el pueblo ibero, aunque sus yacimientos nos demuestran que la prehistoria albergó asentamientos en el mismo lugar. Sin embargo, su toponimia se relaciona con la lengua iberovasca: tzaraganena, cuyo significado literal sería "la que tiene más cantidad de tierras de cultivo de panizo". Sin duda, otro rasgo de propiedad y riqueza.
Ontiñena: la toponimia de este municipio de la comarca del Bajo Cinco Cinca también se liga al sentido de propiedad. Así, el historiador y medievalista español Ramón Menéndez Pidal estudió su procedencia en una villa Ontiniana, nombre de posesores en las etapas premusulmanas.