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Liberalización de la AP-2: "Si se evitan muertes estará bien, pero claro que tenemos miedo a las pérdidas"

Quienes viven al pie de la N-II confían en que la gratuidad de la autopista a El Vendrell reduzca la siniestralidad, pero advierten de que la medida tendrá otros efectos.

El bar-restaurante El Único de la localidad zaragozana de Osera de Ebro se llama así porque cuando abrió, en 1952, no había más refugios para los conductores que transitaban por la N-II. A punto de cumplir 70 años, el local sigue al pie de la carretera nacional con sus viejas neveras rojas, sus dispensadores de sifón y sus generosas viandas. Adrián Dolz mantiene el negocio que abrieron sus padres, ahora con el horizonte de una nueva realidad: la que traerá a partir del 31 de agosto la liberalización de la autopista AP-2. "Desde siempre hemos tenido miedo a este momento, pero tenía que llegar y ha llegado", dice.

El desdoblamiento de la nacional o el fin de los peajes de la autopista han sido anhelos históricos de Aragón. La N-II es, junto con la N-232, la carretera que más muertos y heridos ha provocado en la Comunidad en los últimos lustros. A partir del 31 de agosto, la concesión de la autopista entre Zaragoza y El Vendrell expirará y el Gobierno no la va a prorrogar, como confirmó recientemente el ministro de Transportes, José Luis Ábalos.

Se beneficiarán quienes se desplacen a la playa –se ahorrarán los peajes– pero sobre todo quienes recorren el eje de la nacional a diario en coche o en camión. "Si esto consigue evitar muertes estará bien, pero claro que hay miedo a las pérdidas; al negocio le puede perjudicar", asume el dueño de El Único, quien confía en que los camioneros sigan entrando aquí "a comer y descansar".

A apenas 8 kilómetros, Luis Miguel Martínez conoce bien la carretera. Vive en primera línea de N-II, junto a su taller mecánico de Nuez de Ebro, por lo que ha visto innumerables accidentes, golpes y sustos. "Teníamos muchas ganas de que tomaran esta decisión, daba vergüenza ver lo que pasaba aquí", dice sobre la liberalización. Pese a su cercanía a la nacional, espera que su negocio no se resienta: "No vivo de los camiones ni de la carretera, sino de la gente del pueblo y de los polígonos".

La N-II, a la espera del efecto que tendrá la liberalización de la AP-2.
Luis Miguel Martínez, en su taller de Nuez de Ebro junto a la nacional.
Francisco Jiménez

Localidades como Osera o Nuez no se beneficiarán directamente del fin de los peajes, ya que no tienen ni entrada ni salida directa a la autopista. Así, para ir a Zaragoza, sus vecinos deberán seguir el mismo camino que hasta ahora, aunque a través de una N-II que –se supone– irá mucho más despejada de camiones y turismos y, por tanto, será menos peligrosa. "Todo lo que sea descargar el tráfico es bueno, ahora hay momentos en los que incorporarte a la carretera desde el pueblo es muy peligroso", dice María Isabel Toro, alcaldesa de Nuez de Ebro. Ha pedido al ministerio una entrada y salida directa de la autopista, pero de momento no hay planes.

Enrique Gómez, alcalde de Osera de Ebro, también celebra que la nacional vaya a llevar menos tráfico, pero alerta de que hay aspectos en los que la medida "perjudica más que beneficia". "Hay seis u ocho familias que viven de la carretera que igual se tienen que buscar otro medio de vida, y en un pueblo pequeño eso es mucho", señala.

En Bujaraloz también hay negocios que han crecido al lado de la nacional. Su alcalde, Darío Villagrasa, dice que "habrá que ver el efecto que tiene la liberalización", pero cree que "seguirá pasando gente". "Son noticias positivas, porque lo importante es la seguridad de las personas", añade. Pese al fin de los peajes, reclama "mejoras en el firme y en la señalización" de la nacional.

"Todo lo que sea salvar vidas nos parece de cine", dice José Roberto Saurat, alcalde de Peñalba. Él, como otros muchos alcaldes, apostaba por el desdoblamiento como mejor solución. No obstante, aplaude la medida, aunque con algún pero: "No tenemos entrada desde la AP-2, por lo que nos vamos a quedar muy aislados".

Las vidas que se pueden salvar están por encima de todo, pero el fin de la autopista va a tener consecuencias económicas para estos municipios, más allá del impacto en los negocios. Los ayuntamientos perderán un buen pellizco de sus presupuestos por los impuestos que dejará de pagar la autopista al atravesar su término municipal. En el caso de Bujaraloz, son 58.000 euros de un presupuesto de 1,3 millones; en el de Peñalba, más de 100.000 euros en unas cuentas de 900.000; y en el de Villafranca de Ebro, 235.000 euros de 900.000. "Los camioneros irán mejor, pero para nosotros esto es una faena", dice Volga Ramírez, alcaldesa de la localidad, quien pide que el Estado pague "al menos una parte" de lo que aportaba la concesionaria.

"Ganar tiempo, eliminar riesgo"

Enrique Gimbel recorre la N-II todos los días. Con su camión, hace el trayecto desde la fábrica de Seat en Martorell hasta Pedrola. "No hay día que no haya un camión o un coche en la cuneta", señala. Desde el área de servicio de Rausan, observa que este tramo "está fatal", por lo que la liberalización de la autopista es "una gran noticia". Aunque lamenta que la vía rápida no tenga buenas áreas de servicio para parar, señala que al volante "te juegas la vida, que es más importante que comer bien".

La N-II, a la espera del efecto que tendrá la liberalización de la AP-2.
Enrique Gimbel, con su camión en la estación de Rausan.
Francisco Jiménez

David Garcés, de la empresa Transportes Jardiel, cree que la medida les supone "ganar tiempo y eliminar riesgo". "La carretera no está preparada para este tráfico de camiones y al precio que va la autopista, muchas empresas no se lo pueden permitir", señala. Esta semana, descansaba en Rausan para llevar la carga desde Belchite hasta Fraga.

El director de este hotel y estación de servicio de Alfajarín, ubicada justo en el vértice que hacen la N-II y la AP-2, cree que la medida no afectará a su negocio, ya que el acceso es sencillo desde ambos viales. Opina que la liberalización "es buena para el camionero", aunque advierte de que habrá que ver "qué pasa en la autopista si se va todo el tráfico para allí".

José Antonio Moliner, presidente de Tradime Aragón, cree que la liberalización de la autopista "es una mejora", pero alerta de que "hay que dotarla de servicios". "Entre Zaragoza y Fraga solo hay dos áreas de servicio", afirma Moliner, quien advierte de que los camioneros "tendrán que salir a comer y dormir a la N-II".

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