un año de la covid

Héroes anónimos en primera fila frente al enemigo invisible

Los trabajadores esenciales no echan ni un paso atrás ante el coronavirus maldito.

Aragón
María Jesús Extremiana y Rosa María Pérez, en la Fundación Tau San Eugenio.
Toni Galán

Ínfimo, el coronavirus de la covid. Para verlo hay que apelar al microscopio electrónico. Escala nano. Apenas llega a los 100 o 120 nanómetros el maldito bichito. Ínfimo de verdad: equivalencias en mano, habría que unir 10.000 coronavirus para sumar un milímetro de longitud. Su repercusión, paradójicamente, es inversamente proporcional a su dimensión. Nos encontramos ante el mayor problema de la humanidad desde hace un año. Condiciona economías y trabajos, comportamientos y movimientos, acciones y omisiones. Sin embargo, frente a él permanecen firmes profesionales que nos ayudan a hacer la vida más sencilla. O menos complicada, en este caso. No echan ni un paso atrás pese a que la obligación los ubique en primera fila ante un enemigo invisible. Esenciales: sustanciales, notables... Me quedo corto: sobresalientes.

Médicos y enfermeras, bomberos y policías, peluqueros y cajeras... Todos ahí, cara a cara con el ARN envuelto en un pegajoso lípido y rodeado de proteínas. Valer. Y valor... Vamos con ellos. María Jesús Extremiana dirige y preside la Fundación Tau San Eugenio. Las franciscanas, como San Francisco, quieren ser las últimas en la sociedad. Tau, la cruz franciscana. La letra tau, la última del alfabeto hebreo, las identifica. Sin embargo, para el coronavirus fueron las primeras en la ciudad de Zaragoza. A mediados de los años 70 llegaron unas chicas bien de Bilbao al extrarradio zaragozano. En Zaragoza también hay Cuarta Avenida, pero no es como la de Nueva York... Barrio de La Paz, calles desnudas, vida por asfaltar. Acababan de salir del noviciado de Santo Domingo de la Calzada. Plegaron los hábitos y se pusieron los pantalones vaqueros. Rezo al amanecer para unirse a Dios, y el resto del día para unirse al que lo necesite, que allí no son pocos. En la plaza de San Eugenio vieron la heroína de los 80, las apreturas de todas las décadas sin excepción. "Pero nada comparable con este año. Hay casi cien ancianos entre los dos centros: la residencia y el geriátrico para personas con deterioro cognitivo (alzhéimer). Ha sido durísimo. El confinamiento fue total. No se dejaba entrar a los familiares, solo a los trabajadores (alrededor de treinta). Pese a todas las medidas adoptadas, hubo diez fallecidos", se lamenta Extremiana. Queda muy frío, Extremiana... Josune en su Baracaldo natal, hermana María Jesús desde 1974 en La Paz. "Vinimos y seguimos aquí. Hay quien mira para otro lado, pero nosotras miramos hacia aquí, porque aquí también está Dios", argumenta.

También mira sin pestañear a la Fundación Tau San Eugenio la enfermera Rosa Pérez. Mira y rebobina hasta hace aproximadamente un año. "Empezó todo en el puente de la Cincomarzada. En los últimos días de febrero, ya había ancianos con décimas de fiebre, con tos. Llamamos al centro de salud y recetaban paracetamol. El sábado 7 comenzaron a subir las fiebres y el día 8 llamamos al 061. Rápidamente decidieron venir a hacer las PCR. El lunes 9 nos dieron los resultados y eran todos positivos. Según Salud Pública, éramos los primeros o de los primeros en Aragón. De inmediato, se preparó el aislamiento. Afortunadamente, contamos con muy buenas instalaciones, con oxígeno y abundantes medios. Se hizo el aislamiento en la primera planta. El recuerdo de entrar en las habitaciones de los ancianos no se me olvidará jamás... ¡Parecíamos astronautas! Se extremaron todas las medidas. Ha sido y está siendo muy duro", confiesa.

Mucho se ha especulado sobre cómo se produjo el contagio cero en la residencia. "Un anciano se fracturó la cadera semanas antes. Lo intervinieron en el hospital, pero tardaron en darle el alta, pues comenzó a tener problemas respiratorios. Regresó a la residencia. Ese pudo ser el primer contagio", recuerda María Jesús Extremiana.

El coronavirus penetró en los asilos. También campó a sus anchas en la calle. Allí, la Policía Local fue (y es) más necesaria que nunca. "Ha sido una año complicado. Estoy en la zona de San José, Las Fuentes, Torrero, La Paz, Miralbueno, Arcosur, Valdespartera, Casablanca, Rosales del Canal, todo lo que es el barrio Sur. Llevo desde 2001 en la Policía Local. Nunca he pasado por algo así. Mi mujer también desarrolla una función de primera necesidad. Además, fallecieron mis padres en marzo. Hasta ahora, la labor consistía en corrección de infracciones, colaborar con el ciudadano... Ahora, es ayudar o socorrer en la enfermedad. Afortunadamente, se tomaron todas las medidas para que no hubiera contagios, cumpliendo órdenes de Jefatura", apunta el agente Óscar C.

Aragón
Los policías locales Óscar C. y Beatriz F., junto a un vehículo corporativo.
Toni Galán

"Este año nos ha cambiado la vida. Curiosamente, el 14 de marzo es mi cumpleaños y también el de mi marido, y ya no lo pudimos celebrar. En la Policía Local nos marcaron unas directrices muy exhaustivas para evitar contagios (son uno de los sectores con menor incidencia). Se hicieron grupos burbuja, siempre con el objetivo de poder ofrecer después el mejor servicio, pues se trata de un servicio esencial al ciudadano. Afortunadamente, no se ha aminorado el número de efectivos", explica la agente Beatriz F., también destinada en el barrio Sur. "La gente se muestra agradecida, aunque, lógicamente, se ha ido relajando", puntualiza.

Los bomberos, también en primera fila. En la covid, incluso fueron pioneros. "Ya teníamos un boceto de protocolo ante la covid en febrero", concreta Armando Cester, jefe de Asistencia Médica de los Bomberos de Zaragoza. Sus ojos vieron todas las catástrofes sufridas en la inmortal ciudad en las últimas tres décadas. Esos mismos ojos narran el pasar y el pesar de los últimos doce meses. "El atentado de la Casa Cuartel, el atentado de San Juan de los Panetes y el incendio de la discoteca Flying fueron desgracias enormes; pero el trabajo técnico terminó cuando concluyó la intervención. 

En la pandemia, no. Aquí llevamos más de un año. Conocemos mejor la enfermedad, ha bajado la incidencia, tenemos vacunas; pero el coronavirus sigue presente, con el tremendo desgaste que supone", advierte Armando Cester. "A final de febrero, ya teníamos un protocolo embrionario. Trabajamos con NBQ (nuclear, biológico, químico). Estamos ante un enemigo biológico. Tener esos equipos hace que nos pongamos en alerta y, ante un siniestro, saber cómo nos debemos proteger", detalla. "Afortunadamente, nunca ha habido propagación comunitaria en Bomberos. Solo ha habido dos veces tres personas con PCR positiva. Nunca ha afectado al servicio que se ofrece al ciudadano", concluye Cester.

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