defensa 

La noche en la que el general Pinilla impidió que el 23-F se extendiera también a Zaragoza

La División Acorazada Brunete estaba de maniobras en San Gregorio y podría haber expandido el golpe de Estado

Manifestación contra el golpe de Estado en Zaragoza el 27 de febrero de 1981.
Manifestación contra el golpe de Estado en Zaragoza el 27 de febrero de 1981.
Heraldo

El golpe de Estado del 23-F cumple este martes 40 años y aunque es parte de la historia, algunos detalles de la Transición siguen ocultos. Zaragoza se libró de quedar contagiada por el golpe, tal y como pasó en Madrid, con la División Acorazada Brunete, y en Valencia, con el teniente general Jaime Milans del Bosch. En Zaragoza, sin embargo, la determinación de Luis Pinilla, entonces director de la Academia General Militar nombrado por el vicepresidente del Gobierno, el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, fue crucial. Impidió la asonada de la brigada de la División Acorazada Brunete que estaba de maniobras en el campo de San Gregorio porque advirtió al capitán general de la Región Militar, Antonio Elícegui, del peligro del golpe. «Ya sabemos cómo pensamos. El golpe de Estado rompe todo, no es la normalidad. Sabes dónde estoy. La Academia estará del lado de la Constitución», le comunicó con firmeza.

Luis Pinilla, ya fallecido, confesó tiempo después del intento de golpe a HERALDO que Antonio Elícegui le dijo si podían contar con él si se levantaban «como en Madrid y Valencia», pero él le contestó que no. «Fue una conversación muy objetiva. A Elícegui le llamó el director de la Seguridad del Estado, Francisco Laína, (había sido gobernador civil en Zaragoza) y le dijo que debía ponerse a las órdenes del gobernador civil, que era Javier Minondo», destacó.

«Antonio Elícegui era cauto y reaccionó ante la llamada de Pinilla. Aunque era próximo a Milans del Bosch no dio la orden de salida», explica Javier Fernández, exdelegado del Gobierno de Aragón, teniente coronel y autor de ‘Diecisiete horas y media. El enigma del 23-F’. «Pensó Milans del Bosch que los demás iban a sumarse porque era soberbio, pero fue precipitado», agrega.

La noche de autos de hace 40 años, el capitán general de la Región Militar, Antonio Elícegui, ordenó el acuartelamiento de todas las unidades. Al final de esa noche, una de las más largas de la historia de España, el rey Juan Carlos, con el asesoramiento de Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey, conjuró el peligro y ambos le convencieron para evitar la salida de los tanques en Zaragoza, después de que hablara con el general Luis Pinilla. Un oficial que estaba en Capitanía contó que alguna llamada no se cogió porque el capitán general estaba en otro piso. «Quizás nos libró de vivir el golpe», reconoció.

Los mandos de la División Acorazada Brunete se trasladaron desde el campo de San Gregorio, donde estaban de maniobras, hasta Capitanía, y las autoridades civiles detectaron el intento de controlar Zaragoza o militarizarla, como en Valencia.

Orden del acuartelamiento 

Los oficiales de la Academia General Militar acudieron ante la orden de acuartelamiento. José Luis Perla, de 86 años, entonces profesor de instrucción y tiro de los cadetes, se presentó, como los demás. «Teníamos que recoger el armamento por si había que hacer una salida en defensa del orden constitucional. Después de escuchar el Rey, el general nos mandó a dormir y algunos nos quedamos allí en colchonetas en la sala de la Agrupación Táctica, pero otros volvieron a sus casas», relata Perla. De hecho, pasó dos noches durmiendo en la Academia con el batallón de retén por si debían salir en defensa de la Constitución.

Como él, otros 200 profesores vivieron unas jornadas duras en la Academia General Militar. «Aunque había distintas opiniones, hubo disciplina y todo el mundo esperó órdenes»; la posición firme de Luis Pinilla facilitó que «no hubiera un brote. Era un militar muy serio, gran defensor de los valores humanos y militares, muy preocupado por temas sociales. Un humanista cristiano muy austero», le describe Perla. Pasó a la reserva en 1982 y se dedicó a ayudar a los jóvenes del barrio del Pozo del Tío Raimundo. En su día Pinilla reveló que Gutiérrez Mellado le nombró porque conocía «el riesgo de golpe» en la Academia, porque no todo el ambiente era «trigo limpio».

Su última tarea aquel 23-F fue permitir que los militares músicos acudieran a la función del Teatro Principal donde tocaron ‘Los gavilanes’. Una semana después recibió al rey Juan Carlos en su primer acto tras el 23 F y el monarca le confesó: «Afortunadamente, no sucedió nada».

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