san valentín

Cartas de amor: "Todos mis arrebatos se han trocado en inmensa dulzura"

Las nuevas tecnologías ponen en peligro un género epistolar, en el que los artistas han volcado durante siglos sus amores platónicos y sus ardores más impetuosos.

La fundación Ramón y Katia Acín conserva decenas de cartas y postales. «Tú eres antes que todo», le escribe el pensador a Conchita en 1924 desde la cárcel. Un par de años antes se refiere a ella como ‘zagala de mis quereres’ y le improvisa dibujos y divertidas coplillas.
La fundación Ramón y Katia Acín conserva decenas de cartas y postales. «Tú eres antes que todo», le escribe el pensador a Conchita en 1924 desde la cárcel. Un par de años antes se refiere a ella como ‘zagala de mis quereres’ y le improvisa dibujos y divertidas coplillas.
Fundación Ramón y Katia Acín

Aunque Ramón y Conchita paseaban por el Coso y tomaban café juntos, luego se iban cada uno a su casa y se echaban de menos. A los chavales les explico que, claro, no tenían Facebook ni Twitter y, entonces, él dibujaba postales y ella escribía cartas». El escritor y pedagogo Víctor Juan conoce bien las cartas de amor que se intercambiaron Ramón Acín y Concha Monrás: "Él le decía ‘chiteta, chiteta mía’ o ‘gitanica de la gitanería’ y ella le respondía con ‘moncico’ o ‘chiqué’. Sus cartas son un largo poema de amor sostenido durante veinte años. Cada carta es un verso, un apunte, un dibujico. Se conservan muchas, la primera de las cuales es una postal del 6 de diciembre de 1918", cuenta el autor de ‘En cualquiera de nosotros un pedazo tuyo’ (Fundación Acín, 2020).

El género epistolar y la correspondencia entre los amantes –testimonio de ternura, avidez y complicidad– constituyen todo un género literario que en estos tiempos se ve amenazado por... los iconos de Whatsapp. Se plasman en aquellos textos altos y bajos sentimientos a merced de los caprichos de Cupido. Decía Fernando Pessoa que "todas las cartas de amor son ridículas", pero añadía: "Solo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor son ridículas". En la actualidad, y salvo por honrosos esfuerzos de algunas instituciones que con concursos mantienen viva la llama de estos epistolarios, todos corríamos el riesgo de ser ridículos, aunque podemos compensarlo con el deleite de las muchas colecciones de cartas íntimas –fogosas la mayoría– que se han publicado en los últimos años.

Hace unos pocos meses resurgió la controversia de un manojo de misivas atrevidas y subidas de tono que Benito Pérez Galdós destinó en su día a Emilia Pardo Bazán. Aunque el contenido de muchas ha trascendido (se leen cosas como: "Estoy deseando volver a verte para comerte los pechos"), los particulares que las conservan han rechazado publicarlas para "no desprestigiar al escritor". Explican los expertos, no obstante, que estos epistolarios tan íntimos contribuyen a "humanizar a los grandes hombres y mujeres", al igual que los diarios o muchos documentos personales que se conservan en los archivos.

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Lorca y Dalí, en el verano que pasaron juntos en la Costa Brava en 1927.
EFE

‘Querido Salvador, querido Lorquito’ (Elba, 2013) es el título de otro epistolario que hace años levantó cierto revuelo. El volumen recoge la correspondencia entre el pintor y el poeta de 1925 a 1936, y revela una tensión erótica que alcanzó su cénit en el verano de 1927 en Cadaqués. Lorca describe cómo "aumenta mi cariño y mi adhesión por tu pensamiento y calidad humana", mientras que Dalí parece darle alas aunque luego diría que concibió más su amistad como una "complicidad intelectual" que como un romance. De la misma época es otro epistolario delicioso: el compartido por Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. ‘Monumento de amor’ reúne más de 700 cartas, con citas tan intensas como: "Todos mis arrebatos se han trocado en inmensa dulzura" o "Creí que iba hoy a amanecer loco, y he amanecido como si hubiera esta noche hablado con los ángeles". Dedicatorias igual de tiernas –o incluso más tópicas– pueden leerse en ‘Las cartas de nuestra vida’, que recorre la correspondencia privada durante 25 años entre Asunción Balaguer y Paco Rabal.

Deseos endemoniados

Menos romántico, más picante y, sobre todo, infinitamente más curioso es el volumen que recoge las cartas de grandes compositores. El musicólogo Kurt Pahlen reunió en ‘Cartas de amor de músicos’ (Turner, 2017) más de 300 testimonios de grandes genios como Mahler, Beethoven, Wagner o Granados, en las que hay párrafos sensuales, desesperados, pecaminosos, divertidos... También se incluyen reproches y hasta ‘titulares’ de dudoso gusto como el: "Rezo cada día para que tu esposo fallezca", que escribe Josep Haydn, cuando se dirige a su amada Luigia Polzelli, una belleza napolitana veinte años más joven que él y casada con un violinista senil y enfermo.

No cabe duda de que este tipo de cartas muestra el ‘yo’ más íntimo y más nítido de los artistas y –cuando de forma inopinada aparecen cartas en trasteros ya anticuarios– a los compiladores les da por preguntarse cuántas no se habrán perdido. Entre los ‘bestsellers’ de la literatura epistolar figuran las ‘Cartas a Josefina’, de Miguel Hernández o la ‘Correspondencia íntima’, de Gustave Flaubert. También, por descontado, las narraciones construidas con este armazón como pueden ser las ‘Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso’, de Miguel Delibes (1983) o la ‘Pepita Jiménez’, de Juan Valera (1874). De vuelta a los autores aragoneses, y aunque haya que rascar un poquito más en su profuso legado, es posible hallar cartas íntimas de Ramón y Cajal (Fernández Santarén reunió hace unos años su ‘Epistolario’ en La Esfera de los Libros) o, incluso, de Joaquín Costa, como saben en el Instituto de Estudios Altoaragoneses, donde han inventariado sus manuscritos, que incluyen las cartas con las que el pensador grausino cortejó a Conchita Casas y Elisa Palacín.

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