entrevista

Antonio Santos: "Los ilustradores aragoneses son de los mejores del país, y lo digo sin pasión alguna"

El pintor, grabador y dibujante, nacido en Lupiñén en 1954, expone en el Jardín Botánico de Madrid y aprovecha para reflexionar sobre sus libros y su trayectoria.

Antonio Santos es un estupendo grabador, pintor, ilustrador e inventor de juguetes.
Antonio Santos es un estupendo grabador, pintor, ilustrador e inventor de juguetes.
Heraldo.es

Si mira hacia el Lupiñén de su infancia, ¿qué ve? ¿Qué le dio el pueblo?

Cuando miro hacia mi infancia veo un niño ensimismado entre una gran ciudad, Madrid, y un pueblo, el mío, Lupiñén. Los inviernos fríos, largos y grises de Madrid, mutilados de guerra, colegios tristes y algo sucios, fines de semana luminosos visitando museos y jugando en la Casa de Campo. Veranos en mi pueblo, niños muy hábiles, listos, inteligentes, y yo intentando imitarles. Mi pueblo es el origen de todo. La vida como un juego: el arte como un pretexto para no abandonar esa relativa libertad que es la infancia. 

¿Cómo nació su vocación por el arte?

Mi vocación se despierta a los nueve años cuando mi tía Ángeles Santos, la gran pintora, y su marido, Grau Sala, otro gran artista, me invitan a pasar un mes con ellos en Cadaqués. Allí les veo pintar, él canturrea y fuma, ella se abstrae completamente. Me compran una caja de pinturas al óleo, pinceles y telas y me uno al grupo. Se veían felices, sin horarios, haciendo lo que les gusta. Por las tardes salimos a pasear, vemos a otros pintores, escuchamos habaneras en el paseo. Era imposible imaginar una vida y un mundo mejor. Sí, yo sería eso, pensé.

¿Quiénes fueron sus maestros?

Mis primeros maestros fueron los pintores de mi familia. Angélica o Ángeles solía venir por casa y nos pintaba, a los niños, retratos. En casa había cuadros de ella, de su primera época, un Guinovart precioso, dos García Vilella, una litografía de Miró. Eso me gustaba mucho.

Parece que poco a poco, sin dejar nada atrás, se fue inclinando por la ilustración.

La ilustración empezó siendo el refugio de un artista que tenía difícil encaje en el panorama de las galerías de arte. Es además un medio donde todos, ilustradores y editores, son gente muy afectuosa. Me hicieron la vida agradable desde el principio. Siempre me han gustado los libros, las impresiones, el papel, el olor a tinta. Desde los trece años he frecuentado las redacciones de los periódicos. Tengo más de 2.500 linóleos hechos. Tal vez no he hecho otra cosa que ilustrar a lo largo de toda mi vida

¿En qué consiste ser ilustrador? ¿Es un lector refinado, es un inventor, es un artista con oficio y buena documentación?

Un ilustrador es todas las cosas que apunta. Un bonito camino lleno de palabras, de silencios y de músicas. Paseamos junto a un texto, o por él. 

"Me he sentido un marginal, un solitario con pocas ganas de serlo. He trabajado mucho"

No empezó en el año 2000, pero a partir de ese año se convirtió en un artista que trabajaba con un montón de editoriales.

Yo era coleccionista de álbumes, de libros ilustrados, había hecho mis pinitos sin intención de publicarlos. Fue Isidro Ferrer el que me sugirió que lo hiciera. Los tres primeros me los maquetó él, sus ideas enriquecieron las mías, me enseñó, sin pretenderlo, muchísimo. Después ya vino todo rodado. Me gusta mucho ilustrar, ese trabajo en equipo. Además he tenido la suerte de conocer a Diego Moreno, de Nórdica, a bastantes escritores, amables, simpáticos, entrañables. Es un ambiente muy agradable. Con Isidro la amistad ya empieza a ser larga, debe hacer 20 años que nos conocemos.

O sea, que es un maestro y un amigo...

Siento por él una profunda admiración, es alguien a quien quiero mucho. Tiene una finura, una poesía en sus trabajos que a mí, mucho más tosco, me faltan. Cada vez que voy a su taller parezco un camaleón, voy cambiando de color y los ojos se me van, completamente libres, independientes el uno del otro, en todas las direcciones.

En la preciosa exposición de 2019, en el Paraninfo de Zaragoza, escribía el texto de un desengañado o fracasado, doliente.

Siempre me he sentido un marginal, un solitario con pocas ganas de serlo. He trabajado mucho y he vendido poco. No he pasado grandes estrecheces pero tampoco he tenido dinero, esa libertad que da el vil metal. Vida discreta y sobria. Últimamente parece que las cosas están cambiando para bien. Tendré que dejar de ser un gruñón, con ese aire de maldito. Me va a costar porque soy muy de rutinas. Bueno, parece que las cosas van a mejor, me tendré que reinventar, ¡qué le vamos a hacer!

Ha tenido muchos premios. Uno de los últimos fue por ‘Cuentos de la selva’ (2018) de Nórdica. Era uno de esos trabajos primorosos. ¿Qué quiso hacer ahí?

Diego Moreno, de Nórdica, me suele hacer esos regalos. Me pregunta, ¿qué quieres ilustrar, Antonio? Y yo le digo. Me deja hacer a mi aire, sin prisas ni plazos. Los ‘Cuentos de la Selva’ los leí junto al Paraná, desde mi orilla podía ver a Quiroga. Creo que hicimos un libro bonito entre todos, un premio merecido. Este año, otro regalo, saldrán ‘Las Coplas’ de Jorge Manrique, otro libro precioso, creo que nos va a dar muchas alegrías.

¿Cómo ve el panorama de la ilustración aragonesa en el contexto general?

Los ilustradores aragoneses son de los mejores y más interesantes del país. Dicho sea con toda la objetividad del mundo y sin pasión alguna.

Uno de sus trabajos más bellos son sus colaboraciones con Jesús Marchamalo: Kafka, Baroja, Pessoa, Isak Dinesen, Delibes. ¿Cómo es el diálogo de ambos?

Yo, de Marchamalo he aprendido muchas cosas. La primera es a leer varias biografías antes de abordar la obra de un escritor. Muy útil para situar todo en su contexto y entenderlo con mayor hondura. Trabajamos los dos por libre y al final hacemos algunos ajustes. Jesús es un gran amigo. Me he hecho muy mayor, bastante maniático, solo me gusta trabajar con quien me cae bien, con gente a la que quiero. Lo demás, no compensa

¿Cómo recuerda su exposición en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza?

Me pilló en un momento de colmillo retorcido, tuvieron mucha paciencia conmigo. Quedó muy bien, la disfruté mucho, hicieron un bonito libro y pude ser, dos veces dos, domador de pulgas. Me divertí. La recuerdo con nostalgia. 

Se acaba de inaugurar en Madrid, en el Jardín Botánico, ‘Miradas ingenuas’.

En la exposición del Jardín Botánico estamos mi hermano pequeño, poseedor de una maravillosa colección de juegos y juguetes, y yo. Cada uno ocupamos un ala de 250 metros. Es un montaje de mucho nivel, un lujazo de exposición. Hemos trabajando con gente muy preparada y exigente, grandes profesionales. Estoy muy agradecido del maravilloso regalo que supone este montaje

¿Cuál es su grado de ingenuidad?

Mi hermano dice que soy un niño caprichoso, antojadizo, maleducado, proclive a las rabietas cuando las cosas no salen como yo quiero, incapaz de asumir compromisos. En mi defensa apelo a mis circunstancias y, bueno, también a la comprensión de los demás. Cuando estoy de buenas, suelo ser encantador.

¿Cómo ha vivido y cómo vive la covid?

La covid me parece un virus muy interesante. Pesadico. La nueva realidad es muy desagradable e incómoda. He trabajado mucho y no lo he pasado mal, pero no poder achuchar a los amigos lo llevo muy mal. Saldremos de esta y seremos los mismos, no creo que este bichejo nos cambie, somos más bichos que él.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión