coronavirus

El triste cumpleaños de Marina en la residencia covid de Casetas

Una familia denuncia la “sensación de abandono” y la “falta de información” durante el ingreso de su madre. La DGA asegura que el personal es suficiente y que las habitaciones se visitan con frecuencia.

Una paciente llega a la residencia covid de Casetas en una imagen de archivo.
Una paciente llega a la residencia covid de Casetas en una imagen de archivo.
Guillermo Mestre

Marina S. ha superado felizmente el coronavirus. Ha cumplido 84 años este mes en la residencia covid de Casetas, y ahora trata de descansar y reubicarse en la de Alagón, donde estaba ingresada. Detrás de esta buena noticia, no obstante, se esconde un periplo complicado para ella y para su familia. El suyo es solo un ejemplo del aislamiento y la desorientación general que sufren los más mayores en las residencias de ancianos, que se agravan por las medidas de seguridad exigidas por la covid.

Esta mujer ingresó el 2 de noviembre en la residencia para enfermos de coronavirus de Casetas. Afortunadamente, 10 días después ya estaba de vuelta en el geriátrico de Alagón, donde reside junto a su marido. Él fue de los primeros del geriátrico en tener síntomas de covid. Según cuenta Elena Cabrejas, una de las hijas de este matrimonio, a finales de octubre comenzó un aislamiento para los residentes del centro, que quedaron recluidos en sus habitaciones. Finalmente, tanto su madre como su padre dieron positivo, pero solo derivaron a Casetas a su madre.

“La sensación de soledad y abandono que te trasmiten es horrible. Ella no sabía dónde estaba, sufría ataques de pánico y no podía más que estar sola en su habitación mirando al techo”, dice Elena. Su madre tiene alzhéimer, pero sabe manejar el teléfono móvil y habla con sus hijas cada muy poco tiempo.

“Un día estuvimos más de cuatro horas sin hablar con ella, lo que era muy raro, así que llamamos para que subieran a ver si le había pasado algo. Después de mucho insistir lo conseguimos y cuando entraron en su habitación vieron que se había caído al suelo”, asegura Cabrejas.

Según denuncia, durante el tiempo que ha estado ingresada apenas han tenido información sobre su estado. El parte diario se lo daba un asistente social, que solo podía informar de la fiebre y la saturación. “Era muy amable, pero él teletrabajaba, por lo que no podía contarnos nada más, no le podíamos preguntar nada”, asegura.

Cabrejas compara esta situación con la de la residencia de Alagón o con la del hospital en el que estuvo ingresado un tío suyo que finalmente falleció por coronavirus. “Tanto en uno como en otro te llamaba el médico todos los días y te contaba cómo había pasado el día. En la residencia de Casetas solamente te dan dos datos que, para eso, los podrían pasar por correo electrónico”, lamenta esta ciudadana, quien reclama “un poco más de humanidad”.

Los contactos que tenían con la residencia se limitaban al asistente social y a la recepcionista, a quienes agradecen su “paciencia”. “Hacen lo que pueden, pero el problema es la falta de personal que tienen”, asegura. Es consciente de que los internos “deben tener aislamiento”, y no pide “que estén con ellos dos horas”, pero aunque sea cree que “deberían pasar cada rato a ver que todo va bien y a saludarles”.

Durante todo el proceso, su madre ha estado “más de un mes sola mirando al techo de una habitación”, ya que tuvo que estar varios días aislada en Alagón, luego en Casetas y ahora otros diez días de cuarentena en su residencia de origen. “Nos dicen que ha vuelto muy desorientada, que ha perdido mucho y está muy deteriorada cognitivamente”, lamenta. Aunque lo ha intentado, ni siquiera puede llevársela a casa, por lo que espera que ahora, “poco a poco” y en compañía de su marido “se vaya ubicando un poco mejor”.

La DGA defiende la gestión

Desde el departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales del Gobierno de Aragón lamentan el malestar de esta familia, aunque aseguran que cuentan con una “elevada ratio” de trabajadores en Casetas. Concretamente, aseguran que la plantilla asciende a 65 auxiliares de enfermería y 13 enfermeros, además del personal médico, para las 76 plazas de internos disponibles.

Sostienen las citadas fuentes que los pacientes reciben varias visitas del personal médico y de enfermería, así como cuatro rondas para dar las comidas, otras dos visitas nocturnas y varias más para cambiar pañales si es necesario o para cualquier otra necesidad. Por último, sobre la información que se facilita a las familias señalan que siempre se trasladan los datos básicos del estado de los pacientes y que “si la situación lo requiere” el médico contacta con los familiares. 

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