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La crisis del Covid-19 llega al campo

El sector agrario y su actividad se ha convertido en esencial en estos tiempos de pandemia y confinamiento.

Viveros Ordovás, dedicada a la producción de plantas hortícolas y en maceta, tiene unas instalaciones de 10.000 metros cuadrados en Montañana (Zaragoza). A. Ordovás ==
A.Ordovas

Es el garante de los alimentos. Siempre. Mucho más durante estos días en los que la población está obligada a mantenerse confinada en sus casas para evitar la propagación del Covid-19. El sector agroalimentario, que trabaja a pleno rendimiento para garantizar el abastecimiento de alimentos, se ha convertido en uno de los ‘héroes’ de esta pandemia y no solo por su trabajo habitual y diario sino también por su solidaridad (colabora con su maquinaria a la desinfección de las calles) y por las continuos mensajes dirigidos a los ciudadanos transmitiendo tranquilidad, pidiendo que se queden en sus casas para frenar la pandemia y asegurando que ya serán ellos los que salgan a la calle para garantizar que no habrá problemas para llenar las despensas.

Sin embargo, el sector primario no ha escapado a los efectos económicos que el decreto de alarma están provocando en las empresas. El impacto del distanciamiento social al que obliga la enfermedad está haciendo mella en la rentabilidad de explotaciones de distintos sectores.

La suspensión de los mercados que se realizan semanalmente al aire libre han dejado sin uno de los principales canales de distribución a las producciones agroecológicas. El obligado cierre de restaurantes, bares y hoteles pone en jaque a los ganaderos que destinan buena parte de sus producciones de carne (cordero, cabritos y cochinillo) al canal Horeca.

Y los viveristas no saben qué hacer con sus flores o con las plantas hortícolas que venden para cientos de pequeños huertos, porque o bien no se han considerado productos de primera necesidad y ya no hay celebraciones ni actos religiosos, o bien la restricción de movimientos impide a los pequeños hortelanos cultivar para su autobastecimiento y desplazarse a sus tierras.

A todos ellos se suman pequeños productores de los más variados sectores cuyas elaboraciones artesanales habían encontrado una importante salida comercial entre los turistas que visitan el medio rural aragonés, especialmente en el Pirineo oscense o en el Matarraña turolense.

No solo preocupa el obligado confinamiento en España. El sector comienza también a encontrar dificultades con el cierre de fronteras que ya se está extendiendo por muchos de los países a los que se destinan las hasta ahora crecientes exportaciones agroalimentarias de la Comunidad.

Pero además, este aislamiento comienza a sembrar numerosas dudas en el campo aragonés, especialmente ante la proximidad de la campaña de la fruta o del esquileo del ovino. La mayor parte de la mano de obra utilizada en el sector es extranjera y buena parte de los temporeros llega de los países extracomunitarios. La prohibición de salir de sus países o de entrar en España añade incertidumbres a un sector (y unos cultivos) que no para. Que no puede parar.

Manuel Aragües no puede quedarse en casa. Pertenece a un sector estratégico en esta excepcional situación de pandemia en la que la agroalimentación juega papel esencial. Es ganadero. Tiene una explotación de caprino en la localidad zaragozana de Luesia. Su dedicación principal es la producción de leche -tiene una cabaña de 550 cabras- que vende a una pequeña quesería del Pirineo. Pero Aragüés complementa esta actividad con la producción de cabritos, cuyo destino son los fogones de bares y restaurantes.

Y ahí es donde le ha golpeado (económicamente hablando) la crisis del coronavirus. Con el estado de alarma llegó el cierre de los establecimientos de restauración y sus cabritos se han quedado sin salida comercial. "Teníamos que haber sacado animales la semana pasada y esta pero nuestro cliente nos dijo que no nos lo podía comprar porque él los vende a los restaurantes y la hostelería y como está todo cerrado no los podía adquirir", señala. Aragués contaba entonces con una paridera de 200 cabritos. Había vendido a comienzos de marzo unos 50 animales y lo normal hubiera sido que cada semana fueran saliendo de su explotación entre 25 y 30 animales.

Con el confinamiento de la sociedad decretado el pasado 14 de marzo (y que se extenderá hasta, de momento hasta el 11 de abril) sus cabritos también han tenido que quedarse en la explotación. "Para nosotros es un problema, no solo porque perdemos una venta, sino porque se están bebiendo la leche de las cabras, que de momento seguimos comercializando, y por lo tanto reducen también esta producción", explica Aragüés.

La solución no es, sin embargo, continuar alimentando al animal hasta que la situación se normalice. "El cabrito solo se vende pequeño, lechal, con un peso de unos 12 kilos. No podemos comercializarlo si se engorda hasta los 25 kilos. Y entonces ¿qué hacemos con ellos?", se pregunta este ganadero, que aunque es consciente y defiende que en estos momentos la prioridad esencial es destinar todos los esfuerzos a frenar la pandemia y dar respuesta a la crisis sanitaria, asegura que los productores ‘atrapados’ en esta situación también merecen respuestas de las administraciones.

Mientras estas llegan, Aragüés busca alternativas de venta, aunque reconoce que no es fácil. "Estamos pensando cómo reconvertir ese canal de venta, para ver si como ganadero con una guía de la OCA me dejan llevar los cabritos a un matadero para que se venda por ejemplo en carnicerías que estuvieran interesadas", señala el productor. Una venta con la que no pretende más que cubrir gastos de producción, explica este ganadero, que casi terminando esta semana y cuando ya no veía ninguna luz recibió una llamada de su cliente para anunciarle que mañana lunes podría dar salida a unos 30 cabritos. Aragués reconoce que no sabe el motivo de este positivo giro, pero quizá podría estar relacionado con la apertura de algunos hoteles y restaurantes hasta ahora cerrados para dar servicio a sanitarios y transportistas.

Pese a ese "respiro", Aragués se muestra pesimista y advierte que aunque es cierto que la producción de cabrito no es la actividad principal de su explotación, es una parte del negocio esencial para su rentabilidad.

Medidas urgentes

Manuel Aragües no es un caso aislado. De hecho, las organizaciones agrarias llevan días alzando la voz reclamando al Gobierno que ponga en marcha medidas legislativas que den apoyo a los sectores ganaderos, en especial a aquellos que están sufriendo la caída del consumo. Proponen, entre otras soluciones, actuaciones excepcionales como la retirada de animales y, con ella, la intervención de los más jóvenes, como lechales, cabritos o cochinillos. Pero no solo para aquellos a los que les ha salpicado el cierre de la hostelería y la restauración, sino para el conjunto del sector, que se está viendo amenazado por el desplome de los precios. No entienden las responsables de los sindicatos del campo que muchas lonjas hayan decidido dejar al mercado del ovino sin cotizar y son muchas las denuncias que alertan de las «intolerables» decisiones que se están tomando en la cadena alimentaria en estos momentos tan críticos. "Se están produciendo actuaciones especulativas que se están llevando a cabo en detrimento del trabajo de los productores, llegando estos comportamientos incluso a ser abusivos", denuncia UAGA. Y, como han hecho también Asaja, Araga y UPA e incluso desde la consejería de Agricultura, hacen un llamamiento a los ciudadanos para que en estos días de confinamiento se animen "a volver a su consumo y cocinar un producto tan nuestro, tan saludable y sostenible como es el cordero y el cabrito".

Flores y plantas de hortícolas

La crisis del coronavirus ha impactado también con fuerza en los viveristas, sobre todo los que se dedican a flor cortada, pero también a aquellos cuya producción y venta se centra en las planteros hortícolas, especialmente para pequeños huertos, y plantas en maceta. Lo sabe bien Ana Ordovás, que dirige el vivero que lleva el apellido de su familia situado en la localidad zaragozana de Montañana y que cuenta con un ‘center garden’ -en el que también vende abonos o fitosanitarios- que se ha visto obligado a cerrar por el decreto de alarma. Podrían vender ‘online’ "pero no es fácil", señala.

"Hay mucha incertidumbre y muchos interrogantes que nos gustaría que nos clarifiquicasen", señala Ordovás, porque aunque "al parecer" pueden vender las plantas hortícolas, "de nada sirve si nuestros clientes no pueden ir a los huertos a sembrarlas por las restricciones de movilidad", detalla. Eso supone un importante quebranto para el negocio, porque precisamente en estos meses realizaba el 80% de sus ventas. "Toda la producción que se va estropeando la tenemos que tirar porque las flores plantadas no aguantan más de quince días", detalla la responsable de esta empresa, que cuenta con unas instalaciones de 10.000 metros cuadrados.

A estas pérdidas hay que sumar que a pesar de que el negocio está cerrado, continúa el trabajo en el interior del mismo. "Hay que seguir sembrando, regando, utilizando la luz y los sistema de calección", explica Ana Ordovás, que suma gastos pero no contabiliza ingresos. Por eso, la empresa incluso ha tenido que presentar un expediente de regulación de empleo temporal, ya que actualmente solo estás activos dos de sus ocho trabajadores.

"No hacemos más que gastar en una actividad cuya producción no va a tener ninguna salida", señala Ordovás, que asegura que no deja de atender el teléfono para explicar a sus clientes que aunque podría venderles las plantas para sus huertos, después no van a poder utilizarlas porque las restricciones impuestas por el decreto de alarma destacan expresamente que los ciudadanos no pueden desplazarse hasta ellos. Y lo peor es que además está situación ha dado al traste con unas buenas prespectivas. La campaña se presentaba "buena", destaca esta productora, porque las condiciones climáticas habían sido favorables. Y por eso, en Viveros Ordovás habían comprado más materia prima, "que precisamente tenemos que pagar ahora".

No vive esa situación el propietario de Viveros Abel, especialmente porque su producción está destinada totalmente a los agricultores. Pero su propietario, Antonio Poblador, reconoce que no ha sido fácil organizar el trabajo por las restricciones en los desplazamientos y por las exigentes medidas de seguridad. Ya lo han solucionado, "con un gran esfuerzo por parte de los trabajadores", destaca incluso con emoción el propietario del Vivero de Abel, pero Poblador prevé que en los próximos meses podrían tener problemas, relacionados también con las medidas puestas en marcha por otros países para frenar el Covid-19. "Desde Portugal, donde tenemos clientes importantes, ya nos han avisado de que no saben si comprarán porque no saben si podrán sembrar", señala.

Producción ecológica sin mercados

No entienden los productores ecológicos por qué no pueden seguir funcionando los mercados al aire libre que cada semana se celebraban en las tres provincias aragonesas y que los ayuntamientos decidieron suspender cuando se decretó el estado de alarma. Por eso, no dejan de proponer soluciones para conseguir su reapertura. Porque de este comercio de calidad y de proximidad dependen las ventas de muchos agricultores que no tienen otros canales de distribución ni manera de acceder a los lineales de los supermercados. Pero también depende la posibilidad de abastecimiento de una parte de la sociedad que ha optado por una alimentación ecológica y sostenible. Hay soluciones, recuerdan los productores afectados, como las que han puesto en marcha, por ejemplo, en Baleares, porque hay también medidas para continuar con la actividad sin poner en riesgo la necesaria seguridad sanitaria.