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Biota, Farasdués, Erla, Sádaba... el Camino de Santiago cincovillés caído en el olvido

Un reciente informe del biotano Fernando Ezquerra arroja luz sobre la relevancia que tuvo la vía, que decayó a partir de 1833.

Recreación del camino de Salas, con los dos ramales que convergen entre Farasdués y Biota.
Recreación del camino de Salas, con los dos ramales que convergen entre Farasdués y Biota.
HERALDO

Los distintos ramales del Camino de Santiago que se dibujan sobre el mapa peninsular sirven de estímulo económico para cientos de municipios. Localidades aragonesas, navarras, riojanas, castellanas y gallegas, pero también andaluzas, portuguesas y levantinas, fijan población gracias al caudal de peregrinos que durante todo el año -especialmente en primavera y verano- recorren sus calles, compran en sus tiendas, comen en sus bares y pernoctan en albergues y hoteles.

Las dos vías más relevantes de cuantas pasan por Aragón son la que entra por el Somport y afluye en Sangüesa (Navarra) y la que sigue el curso del Ebro, que abandona la Comunidad en Mallén para desembocar en Cortes. Pero hay varias más, unas que conservan cierto vigor y otras caídas en el olvido. Es el caso de la ruta que atravesaba la comarca de las Cinco Villas y a la que el escritor e investigador Fernando Ezquerra, natural de Biota, acaba de dedicar un pormenorizado informe en base a la revisión de una cantidad ingente de documentos.

Se trata del ‘Camino de Salas’. “La finalidad del estudio es destacar que la villa de Biota tuvo su importancia como cruce de caminos (carreteras) desde la época romana, si no antes, hasta finales del siglo XIX. Está claro que hoy se encuentra al margen de cualquier vía de comunicación rápida y hasta secundaria. Los cinco kilómetros que la separan de la llamada estación casi han llevado al olvido a esta población en todos los mapas generales de circulación que se editan, pero no siempre fue así. Hasta el siglo XIX, Biota era un cruce de caminos de primer orden enclavado en el norte del valle medio del río Ebro. No solo eso, por Biota pasaba una vía por la que transitaban peregrinos que iban o volvían de Santiago, Roma y Jerusalén”, resume Ezquerra.

A la vía cincovillesa llegarían, en realidad, dos ramales. El norteño provenía de Lérida, Huesca y Monzón para aterrizar en Puendeluna y luego atravesar Valpalmas, Luna, Farasdués, Biota y Sádaba. Algunos kilómetros por debajo, el sendero que comenzaba en Zaragoza pisaba por primera vez las Cinco Villas en Marracos para luego dirigirse a Erla y coincidir en el resto del trayecto con el otro ramal. Juntos tomaban dirección a Pamplona, donde entroncarían con el Camino francés, el más conocido.

Ezquerra comenzó a interesarse por esta ruta a raíz del estudio de los topónimos de Biota: “En los textos analizados se viene usando ‘Corral de los peregrinos’, ‘Casa del Peregrino’, ‘Camino de los peregrinos’... y se cita una carretera que unía Biota con Puilampa. Esta última se trata de la iglesia de un antiguo monasterio de canónigos (ubicado en el término de Sádaba) que ofrecía ayuda a los peregrinos que atravesaban esta comarca en dirección a Santiago. El propio nombre de Puilampa proviene de una torre-antorcha adosada a la iglesia, de la que quedan algunos vestigios, que tenía la función de prenderse fuego para servir de guía. En esta iglesia, además, existe la evidencia de grafitis dejados por peregrinos”.

“Entre esta certeza de la existencia de una carretera directa hacia una iglesia pensada en clave de peregrinación y la realidad de la ubicación en su territorio de una de las aduanas con Navarra, es justo pensar que Biota tuvo su importancia en las vías internas de peregrinación que acabaron atravesando el Reino de Aragón. De hecho, Agustín Ubieto, en su libro ‘Caminos peregrinos en Aragón’, lo afirma de forma tajante hablando de ‘el pueblo de Biota, el único camino por el que pasaron peregrinos del que sabemos su dirección concreta”, argumenta Ezquerra.

Por si fuera poco, añade, “en 1216, el obispo de Pamplona tomó la decisión de entregar la abadía de Biota al hospital de Santa Cristina de Somport, nada más ni nada menos que un priorato y sede de la nueva orden de canónigos regulares de San Agustín instalada en otra diócesis. Está claro que los dos monasterios se relacionaban a través de su función hospitalaria y asistencial a los peregrinos”.

En su texto, el biotano cita otras investigaciones, como la plasmada en el pormenorizado repertorio de caminos de Alonso de Meneses, que recoge las carreteras peninsulares de 1576. La relación de poblaciones que realiza Meneses a su paso por las Cinco Villas “no deja espacio a la duda: Marracos, Erla, Farasdués, Biota y Sádaba constituían la frontera entre las diócesis de Huesca y Pamplona. Por lo tanto, en este contexto de los grandes caminos, no resulta sorprendente que se constate la existencia del Hospital de Biota en el siglo XVIII, recibiendo el tratamiento de santo en las cuentas del municipio referentes al año 1729”. Biota, por tanto, no era un enclave cualquiera.

Declive... y ¿recuperación?

Es a partir de 1833, con la división territorial de España en provincias y regiones, cuando comienza el declive comercial de la vía. “La parte del vértice de la provincia de Zaragoza, donde se sitúa la comarca de las Cinco Villas, acabó teniendo su declive como ruta comercial. Y las autoridades se olvidaron de esta parte del Somontano occidental porque era mucho más fácil seguir el Ebro. Sin embargo, se trata de un camino que utilizaron los monarcas medievales desde comienzos del siglo XIII. Desde Barcelona, pasando por Lleida y llegando hasta Huesca, el camino fue siempre estable”, así como “mucho más seguro y cómodo” que el que atravesaba el norte de Aragón, por los pirineos.

Para Fernando Ezquerra, sería “de justicia” para los distintos municipios el tener “la oportunidad de lucir el símbolo jacobeo en sus carteles anunciadores”, pudiendo recuperar la ruta en un futuro y ayudando de este modo a darle vida a la zona.

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