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"Aprobar una oposición me cambió la vida. Tuve a mi tercera hija"

Álvaro Ruberte tiene plaza de cocinero en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza tras estudiar dos años para pasar de ser emprendedor a trabajar en la Administración.

Álvaro Ruberte, en la cocina del Hospital Miguel Servet de Zaragoza donde trabaja.
Álvaro Ruberte, en la cocina del Hospital Miguel Servet de Zaragoza donde trabaja.
Guillermo Mestre

Estudiar para aprobar las oposiciones, primero de pinche y luego de cocinero, se convirtió en una obsesión para Álvaro Ruberte. Este zaragozano de 34 años reconoce que los dos años que pasó estudiando fueron duros. "Los números que veía, por ejemplo, por la carretera, me recordaban artículos de las leyes que tenía que estudiar y las repetía"; en el restaurante donde trabajaba "tenía empapelada la pared con artículos de la Constitución" y se grababa temas que escuchaba "mientras hacía croquetas", asegura. Pero todo el estrés le compensó. "Aprobar la oposición me cambió la vida radical", afirma. De hecho, hasta su mujer y él se animaron "a tener nuestra tercera hija". 

Quienes pasan por una oposición la definen como una "carrera de fondo". Son muchos meses y muchas horas invertidas para poco a poco prepararse para un examen en el que se ponen muchas esperanzas y no siempre se consigue aprobar. O aunque se apruebe, puede que no se obtenga plaza y haya que esperar. Los motivos de buscar trabajo en la Administración en muchos casos son mejorar los horarios de trabajo para conciliar vida laboral y familiar o las condiciones laborales, aunque hoy en día la temporalidad también ha aumentado en el sector público. La oferta pública de empleo récord que se ha lanzado en los últimos meses para tratar de paliar los recortes de la crisis y la sequía de convocatorias ha multiplicado el interés por opositar.

De emprendedor a opositor

En el caso de Álvaro, su decisión de opositar surgió para abrir una nueva etapa tras haber sido emprendedor. Había estudiado el grado medio y luego el superior de cocina. "Siempre me ha gustado la hostelería", reconoce. Trabajó por cuenta ajena varios años hasta que le surgió la oportunidad de coger un bar después de la Expo de Zaragoza. Pero no resultó ser el mejor momento ya que llegó la crisis tras la exposición internacional.

"En el restaurante eran muchas horas de trabajo para sacar un sueldo, y justo" 

"En el restaurante eran muchas horas de trabajo para sacar un sueldo, y justo", además "tenía dos hijos y no los veía apenas", recuerda. En su entorno no tenían claro que prepararse unas oposiciones fuera la salida más adecuada para él, que confiesa que hasta entonces había estudiado "lo justo". Pero el hecho de que algunos familiares le dijeran que no podía "me motivó más", asegura. "Soy bastante cabezudo", bromea. Compaginó trabajo y estudio y afirma que "sin el apoyo de mi mujer no hubiera sido posible". Sus días empezaban llevado a sus hijos al colegio, luego abría el bar "dejaba los platos medio montados" y se iba por la tarde a la academia para regresar al restaurante. "Subía a casa a las 23.00 y me ponía a repasar". Iba tres tardes a academias, dos al Centro de Estudios Reina Victoria, "para obligarme a estudiar".

"Nosotros de norma general les decimos a la gente que tiene que estudiar un curso escolar, nueve meses. Dependiendo de la situación familiar hay gente que necesita un año. Empezamos a añadir si están trabajando", explican desde el citado centro zaragozano. En cualquier caso "tienen que preparársela antes de que salga la convocatoria con la fecha del examen", aconsejan.

Álvaro, tres meses antes de la oposición vendió el bar y ya solo estudiaba. "Me vino bien, pero no cobraba paro ni nada", lo que añadía más presión. "Pagar las academias me suponía un esfuerzo", confiesa. Además, tuvo que afrontar la pérdida de su padre un mes antes del examen, tras una larga enfermedad. Todo ello unido a los altibajos del opositor. "Unos días estaba muy alto de moral y otros, bajo". 

Cuando llevaba más de un año apuntado salió la fecha del examen. En 2018 sacó una plaza de pinche "con la mejor nota en el examen teórico", resalta. Solo falló dos preguntas de 100, pero se quedó alrededor del puesto 80 porque no tenía puntos como otros compañeros. Pero consiguió la plaza y después, la de cocinero, la que ocupa actualmente en el Hospital Miguel Servet. "Cuando ya supe que tenía la plaza fue un subidón. Me pegué 20 días con una sonrisa", afirma. "Ahora tengo tres hijos como celebración de la oposición", asegura. Mara, Bruno y Julia, con los que puede pasar mucho más tiempo que antes porque trabaja a turnos. "Lo que disfruto ahora con la pequeña no lo he vivido con los mayores", dice. Y los cambios no han parado ahí. "Tuve una estabilidad. Me pude comprar un piso porque estaba de alquiler". E incluso tiene tiempo para sus aficiones. Cuando le toca fiesta por haber trabajado el fin de semana se acerca a su pueblo, Agón, a dar vuelta a sus olivos.

En busca de poder conciliar

En busca de un mejor horario para conciliar también acudió a la opción de las oposiciones Raquel Tabuenca, de 45 años. Como Álvaro es cocinera de formación. En su caso, pese a aprobar el examen el año pasado todavía está esperando plaza. "Me llaman para sustituciones. Me pueden llamar de cualquier parte donde haya un centro de estudios militar", explica, tras aprobar para una plaza de cocinera del Ministerio de Defensa. 

Comenzó su experiencia laboral en la hostelería. "Me puse a trabajar los fines de semana, ya trabajaba mientras estudiaba. En verano me iba al Pirineo. Y me quedé allí a trabajar porque encontré un restaurante donde estaba muy a gusto y me trataban bien". 

Se decidió a opositar cuando terminó en el Pirineo. Primero trató de preparar una oposicón para ordenanza de la DGA. "Pensé hacer un giro de 180 grados y me pegué tres años estudiando mientras trabajaba, pero no aprobé. Dedicaba todo el tiempo que podía. Si llegaba del restaurante a las doce de la noche estudiaba hasta las 3.00". 

"Una oposición es para estudiar, estar pendiente y ser constante"

Hizo un paréntesis, durante el que tuvo y hijo y entonces se planteó "tener algo más porque no podía irme a las 10.00 de la mañana y volver a las 2.00 con un bebé". Entonces volvió a quitarle horas al sueño para compaginar trabajo, oposiciones y el cuidado de su bebé, "haciendo malabares". Y con el apoyo de la familia. "Me ha ayudado mucho mi marido", recalca. Estuvo preparándoselas unos cinco años, hasta que el pasado hizo el examen.

Reconoce que la hostelería es un sector "duro" en el que no hay muchos profesionales. "Ahora quieren cobrar mucho, trabajar poco y tener muchas fiestas". Pero en ese trabajo "si te metes ya sabes que es trabajar mucho y festivos". Cuando consiga plaza sabe que no se librará de trabajar festivos y fines de semana, pero hará turnos, "por lo que puedes organizar tu vida y sabes que tienes vacaciones". "En un restaurante pequeño coger puentes es inviable. No libraba ningún festivo porque es cuando más trabajo hay", recuerda.

A quienes piensan en opositar, Raquel advierte que "horas hay que meter muchas. Si no las metes no lo sacas". Considera que "una oposición es para estudiar, estar pendiente y ser constante".

Álvaro les aconseja a los futuros aspirantes "que se pongan de verdad". Durante sus meses de estudio conoció a compañeros de academia que lo dejaron por el camino. "Merece la pena el cambio", afirma. En su cabeza sigue recordando preguntas de cultura general que tuvo que estudiar para el examen como los "territorios enclavados". Al instante nombra Petilla de Aragón, localidad donde nació Santiago Ramón y Cajal, situada en la provincia de Zaragoza pero perteneciente a Navarra. 

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