Vida

Vacaciones, kilómetros y felicidad, una fórmula rota

Los aragoneses viajamos menos y lo hacemos más cerca, también gastamos menos. Nuestras vacaciones no son lo que eran y para disfrutarlas plenamente nos exigen un cambio de mentalidad.

Zaragoza ofrece múltiples posibilidades para disfrutar de unas vacaciones
Zaragoza afronta la primera ola de calor del verano_4
P.P.G.

Las vacaciones ya no son lo que eran. Lejos quedan los años en que uno planificaba ese momento con licencia para soñar y para… gastar. Hoy las vacaciones se escriben en minúscula económicamente hablando y por tanto, con el cuentakilómetros limitado y los extras en barbecho. 


Desde la Asociación de Agencias de Viajes de Aragón, su presidente, Jorge Moncada, sostiene que “no se ha reducido el número de días que la gente disfruta de vacaciones, pero sí el nivel de los alojamientos y hoteles contratados”. También se han recortado distancias en lo que a destinos se refiere y se opta por opciones más económicas. De hecho, desde el año 2008, las agencias de viajes han registrado un descenso en su volumen de ventas entre el 30% y el 40%. Ahora nos vamos a playas del Mediterráneo, Canarias y Andalucía, y ciudades europeas, principalmente. Los destinos exóticos son historia.


“Hay sectores sociales en los que sí se ha notado un bajón importante en lo que se refiere a perspectivas de vacaciones. Ha habido una marcha atrás significativa entre las personas que tienen menor capacidad adquisitiva o entre aquellos que prevén que su puesto de trabajo pueda peligrar. Incluso la gente que trabaja, y que en otros momentos hubieran hecho un viaje al extranjero, está optando por la alternativa familiar: irse al pueblo o a casa de familiares. Está claro que esto no afecta a todos los grupos sociales, ¡claro que queda gente que sigue viajando al extranjero y cuya filosofía es que la crisis que la pague otro!”, sostiene Carlos Gómez Bahíllo, director del Departamento de Psicología y Sociología de la Universidad de Zaragoza.

Factor miedo

“Hace 4 o 5 años era muy complicado reservar una casa de turismo rural en el Pirineo. Ahora, puedes elegir. Sin embargo, la gente que se iba a una casa rural en vacaciones o fines de semana tampoco ha tenido grandes descensos de ingresos. Creo que este Gobierno ha conseguido crear una psicosis de miedo. Y está haciendo que personas que no hemos visto disminuir nuestra capacidad adquisitiva seamos más parcos a la hora de gastar y consumir. Hay además un contagio colectivo de ese miedo y de la sensación de que esto va mal”, abunda Gómez Bahíllo.


Quizá por eso los aragoneses apuestan por el gasto controlado. Y si en 2010 invirtieron 235.797.000 euros en el modelo de vacaciones ‘todo incluido’ –los cruceros triunfan en este sentido-, en 2011 se destinaron 242.879.000 euros a esa opción turística. Además, el gasto medio por hogar dedicado a esta forma de viajar aumentó de los 465 euros de 2010 a los 478 de 2011.


Con todo, quienes pueden contemplar viajar son hoy en día unos privilegiados, aunque tengan que mirar más el bolsillo y los destinos sean más próximos. La mayoría ha de conformarse con regresar al pueblo o quedarse en casa. ¿Afectan esas limitaciones a nuestro estado de ánimo? A fin de cuentas, las vacaciones son esa ‘compensación’ merecida y deseada a los esfuerzos del resto del año.


Para el sociólogo Gómez Bahíllo, esta nueva situación “puede crear frustración, porque hasta ahora llegaba el verano y tirábamos la casa por la ventana. El tiempo de la sociedad en la que vivimos a veces dicta que se es feliz porque tienes tarjeta de crédito. Sin embargo, la experiencia de esta crisis nos está haciendo ver a los más mayores que somos capaces de vivir gastando mucho menos. Si bien es cierto que el dinero te da libertad y la posibilidad de plantearte más cosas”.


Sin embargo, Juan Carlos Marco Sanjuán, miembro de la junto a la Junta de la Sociedad Aragonesa y Riojana de Psiquiatría y coordinador de la Unidad Psicosomática y Psiquiatría de Enlace del Clínico, advierte que “la realidad no es como es sino como cada uno la percibe”. Eso quiere decir que sean cuales sean las circunstancias, “todo depende de la valoración tanto racional como emocional que demos a esas circunstancias. Así, pueden ser un factor vivido como experiencia de pérdida, con desasosiego, ansiedad o depresión, o puede experimentarse como un reto o búsqueda de nuevas propuestas o como un aliciente al desarrollo de la imaginación creadora para buscar soluciones originales”.


En definitiva, parece que el disfrutar o no de las vacaciones, sean estas en Tombuctú o en Tardienta, depende exclusivamente de nuestra actitud y no del exotismo de paisaje o del lujo de los menús.

Expectativas insatisfechas

Según datos del INE, cada familia aragonesa gastó en 2010 una media de 2.547 euros en comer fuera de casa y tomar algo por ahí. En 2011 (últimos datos registrados), esta cifra se redujo a 2.257 euros. Igual de contundente es el gasto medio por persona en Aragón por este concepto, pasamos de 993 euros en 2010 a 879 en 2011.


Aún así y a pesar de la evidencia económica, nos resistimos a cambiar el chip, y esperamos en que la época de la abundancia regrese y podamos recuperar nuestro ritmo ¿normal? Craso error, advierte el sociólogo Gómez Bahíllo: “Estamos esperando que cambien los tiempos y los tiempos no van a cambiar. Vamos hacia un tipo de sociedad diferente. Será otro modelo. La sociedad del dinero fácil no va a volver. Habrá grandes negocios pero trabajando mucho y arriesgando mucho. La gente joven se tiene que acostumbrar. Y la gente mayor, bueno, que nos quiten lo bailado”.


“La clave está en la reprogramación de nosotros mismos y en llevar a cabo un replanteamiento de lo que sería nuestra escala de valores para redescubrir lo que es verdaderamente esencial. A veces vivimos en un escenario de cierta abundancia y no apreciamos que con menos se puede ser igual o más feliz”, apunta el psiquiatra Marco Sanjuán, quien señala también como un error ligar ocio y consumo: “La asociaciones demasiado simples no contribuyen a la felicidad. La mayor parte de la gente choca contra sus propias expectativas. Pero hay un grupo reducido aunque cada vez más importante que está aprendiendo a reorganizarse conforme a la nueva realidad”.


A fin de cuentas, todos tenemos un abuelo o más que nos ha recordado machaconamente que él jamás tuvo vacaciones, ni tanta ropa, ni móvil, ni casi nada…, o que en su tiempo no podían gastar dinero para divertirse. A lo mejor es el momento de preguntarles cómo lo hacían.


Sea cual sea su opción para estas vacaciones. Los expertos recomiendan “aprovechar el momento e intentar ser felices con lo que tenemos. Zaragoza, si nos tenemos que quedar en la ciudad, es preciosa. Hay que descubrir la ciudad y el entorno. Los que salgan fuera, aunque gasten menos, que disfruten con lo que tienen. Y los jóvenes en lugar de tomarse cuatro copas, que se tomen una que dure un par de horas. Pero, sobre todo, que no nos amarguen la vida”.