Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El desmitificador

Frío en los huesos, un mito duro de roer

Aunque últimamente tenemos mañanas fresquitas, nada que ver con esos días del invierno clásico en que nos congelamos nada más salir a la calle. ¿Frío infernal es un oxímoron o está mal dicho? En fin, que cuando hace un frío del carajo, un cierzo que tira para atrás, el frío se mete en los huesos… ¿O no?

Nevada en Teruel durante el temporal Gloria en Aragón.
Nevada en Teruel durante el temporal Gloria.
EFE/Antonio García

Este mito lleva rondando por ahí desde que Zaragoza era Caesaraugusta. Los romanos, tan recios y fuertotes ellos, ya creían que el frío provoca dolor de huesos. Otros, en vez de al frío, culpan a la lluvia. Tanto, de hecho, que incluso le otorgan propiedades adivinatorias a sus dolores: "Me duele mucho la rodilla, seguro que mañana llueve". Lo habréis oído cientos de veces, seguro. Resulta que las dos cosas son mentira, y la ciencia lo ha demostrado en repetidas ocasiones. Pero claro, es difícil deshacerse de un mito tan tan famoso que lleva rondándonos la cabeza desde la época de Poncio Pilato. Lo de los huesos, digo.

Verdadero o falso

Dos súperestudios científicos en 2017 demostraron que la supuesta relación entre el frío, la lluvia y el dolor de huesos está solo en nuestras cabecitas. El primero, llevado a cabo por el George Institute for Global Health, en Australia, analizó los dolores de espalda de casi mil personas, apuntando cuidadosamente las condiciones meteorológicas del día de la consulta. La conclusión no puede ser más clara: los investigadores no encontraron ninguna relación entre esos dolores y la lluvia, la humedad, el viento o la presión atmosférica. Sorprendentemente, observaron algunos ejemplos de lo contrario. Un ligero aumento de la temperatura desencadenaba dolores de espalda. Sin embargo, la correlación no era lo suficientemente significativa como para sacar conclusiones.

El otro estudio es todavía más convincente. Varios investigadores de la Facultad de Medicina de la prestigiosísima universidad de Harvard, en Estados Unidos, analizaron los datos de más de 11 millones de pacientes de todo el país que acudieron al hospital con dolores de espalda durante un periodo de casi cuatro años. Las conclusiones fueron exactamente las mismas: no hay ninguna relación entre las consultas por dolores de espalda o dolores en las articulaciones y lo lluvioso que era el día de la visita.

Los datos son impepinables. El porcentaje de visitas al hospital por dolores de espalda o de las articulaciones es prácticamente el mismo (un 6%) llueva o no. Ya que tenían acceso a una base de datos tan completa, los científicos aprovecharon para ver si la lluvia afectaba a los pacientes con problemas crónicos como la artritis reumatoide, una enfermedad que causa dolor, inflamación y rigidez en las articulaciones. Tampoco encontraron ninguna relación.

¿Por qué está tan extendida esta idea, entonces? Chris Maher, autor del estudio australiano, y Anupam Jena, el científico de Harvard, coinciden: es culpa del sesgo de confirmación. Esto es una tendencia que tiene nuestro cerebro a favorecer y recordar la información que confirma nuestras propias creencias frente a todo aquello que nos lleva la contraria. En otras palabras, que si te duele la rodilla un día de lluvia, tu cerebro graba ese recuerdo a fuego, porque confirma tu teoría. Sin embargo, si te duele la rodilla un calurosísimo día de agosto, seguramente lo pases por alto o lo atribuyas a otra absurda razón como el cansancio de corretear por la arena todo el día.

De propina

Como es posible que mi propio sesgo de confirmación me haya llevado a seleccionar tan solo artículos que confirmaban mi teoría, he buscado también opiniones contrarias. Por un lado, el profesor Miguel Ángel Plasencia, de la Universidad de Alcalá de Henares, asegura que a pesar de que los huesos no duelen, "es posible que el frío y la humedad nos provoquen más contracturas o molestias en nuestras articulaciones". La doctora Lauren Farrell, especialista en fisioterapia en Nueva Jersey, Estados Unidos, sospecha que, quizás, con el frío, nuestro cuerpo manda menos sangre a las extremidades (para mantener calentitos los órganos vitales) y por eso están más agarrotadas y nos duelen más. Lo mejor, dicen ambos, es abrigarnos bien y, si vamos a hacer ejercicio, calentar y estirar como es debido.

Para saber más

Hoy no salimos de casa para aprender más. Porque tenemos varios artículos en Heraldo.es que nos vienen fenomenal para derribar varios mitos frioleros. El primero el titulado ‘Diez creencias en torno al frío: ¿verdad o mito?’, en el que la doctora Belén Lomba, especialista en Medicina de Familia y Comunitaria, derrumba diez creencias populares en torno al frío y nuestra salud: ¿por la cabeza se pierde calor?, ¿es primordial llevar tapados manos y pies?, ¿tomar alcohol ayuda a entrar en calor?, si salgo con la cabeza mojada o poco abrigado, ¿me estoy buscando un resfriado?, ¿es cierto que el cuerpo se acostumbra al frío?, ¿la vitamina C previene resfriados?, ¿calarse los pies y constiparse son sinónimos?, ¿la comida te puede ayudar a entrar en calor?, ¿las personas delgadas pasan más frío?, ¿el frío baja la tensión?

Y luego, por supuesto, revisitamos grandes éxitos de este nuestro Desmitificador en Tercer Milenio, como que no por ‘coger frío’ vamos a resfriarnos más o el mito de que desayunar zumo de naranja a cascoporro nos va a dar súperpoderes antigripales. Aunque quizás, si no sois de esos a los que les duelen los huesos con el frío, salir a correr estos días os ayude a perder esos kilitos de más que habéis ganado en Navidades.

Fernando Gomollón-Bel Químico y divulgador científico @gomobel

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