Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Carmen Iglesias “Los españoles no hemos sido buenos publicistas de nosotros mismos”

La presidenta de la Real Academia de Historia recibió el jueves 16 de noviembre en el Patio de la Infanta de Ibercaja el Premio Carlos III de las Reales Sociedades Económicas de España

Carmen Iglesias, el pasado jueves 16 de noviembre, en el Patio de la Infancia de Ibercaja.
Carmen Iglesias, el pasado jueves 16 de noviembre, en el Patio de la Infancia de Ibercaja.
Oliver Duch

Acaba de recibir el Premio Carlos III de las Reales Sociedades Económicas de España. Tiene usted infinidad de reconocimientos, pero nunca cansan...

Nunca, lo recibo con mucha ilusión, viniendo además de la red de Sociedades y la Fundación Ibercaja, con la que tengo una relación estrecha desde hace muchísimos años. Hemos trabajado juntos en varias exposiciones aquí en Zaragoza: recuerdo especialmente la que analizaba el porqué de la aparición de las cajas de ahorros.

Aunque es usted la honrada, usted honra al premio.

Pues muchas gracias, la verdad es que además del premio han sido generosos en las formas del reconocimiento. En Zaragoza siempre me tratan muy bien.

Abundó usted en su charla sobre un tema no suficientemente conocido, la participación de España en la independencia de los Estados Unidos.

España fue decisiva para que las colonias norteamericanas pudieran imponerse al dominio británico. Francia también ayudó, pero menos que España, que lo hizo de forma clandestina desde 1770. Los colonos no tenían ejército ni armas ni el material más básico como tiendas de campaña. Bernardo de Gálvez, malagueño y gobernador de Louisiana, formó la primera milicia de soldados españoles, integrada igualmente por afroamericanos liberados de la esclavitud e indios que, al principio, no eran muy partidarios de esta causa.

Al principio fueron 13 los estados de la unión americana. Buena parte de sus futuros territorios aún eran coloniales.

Las posesiones americanas de la monarquía española seguían casi intactas; Florida estaba en manos españolas después de una época de dominación británica, por ejemplo. Por el Mississippi pasaban barcos con armamento y enseres españoles para apoyar a los rebeldes. En las batallas, también. En 1776 llegó el gran momento.

¿Ha sido justa la historia con el papel de España allende los mares?

La percepción de ciertos hechos no lo es. Lo que ocurre es que los británicos fortalecen su relato siempre que pueden: ahora, por ejemplo, hay una nueva serie televisiva que revive cierta leyenda negra española, a sabiendas de que es falsa. Sin embargo, les interesa mantener fresca su versión. Los españoles no hemos sido buenos publicistas de nosotros mismos.

¿Cuál es el punto más bajo de la historia de España como nación?

La invasión napoleónica en 1808. Desmanteló el reagrupamiento del país tras la pérdida de casi toda América. Fueron seis años de guerra en la Península, una barbaridad, con la mala suerte añadida de que el rey que vino fue Fernando VII; no hablamos precisamente de Carlos III.

La del presente puede calificarse de coyuntura convulsa en todo el mundo, con dos guerras especialmente duras.

La historia parece repetirse, pero es siempre diferente. Está llena de épocas convulsas como la actual. Ese avance tecnológico desmesurado, que aún no asimilamos por completo, también contribuye a la desestabilización, pero está claro que seguimos sin aprender de los errores del pasado, propios o ajenos. En España, por ejemplo, creció en los años 30 un muro de odio que nos condujo a la contienda civil. Hay que recordar el ambiente de crispación y la popularización de los insultos públicos entre fuerzas políticas: algunos casos eran más claros, como el Pablo Iglesias de aquella época, el socialista. Ahora se está normalizando nuevamente el insulto en los foros públicos, algo deplorable.

Como historiadora, el análisis político es algo connatural a su producción escrita.

He escrito mucho, sí. Ahora saco en enero un librito que compila columnas de opinión y textos cortos publicados en la prensa nacional, desde ‘El País’ a ‘El Mundo’ o ‘ABC’. La idea es que pueda abrirse por cualquier segmento, y compartir así mis impresiones sobre temas muy diversos. Espero que sea útil para quienes lo lean.

Su trayectoria profesional e institucional fue pionera para las mujeres en varios ámbitos, empezando por el Consejo de Estado entre 1996 y 2004.

He tenido la suerte de dedicarme a lo que más me gusta, empezando por mi condición de lectora, que data de los 4 años de edad gracias a la insistencia de mis padres. Además de leer, me ha gustado mucho transmitir, hasta el día de hoy. Tengo pequeños equipos de trabajo, muy buenos, y tomo decisiones basadas en el diálogo. Estoy orgullosa de lo que he ido consiguiendo, pero me apetece mucho que esos logros como mujer dejen de ser noticia, que se convierta en algo tan normal que no haya que destacarlo más allá de un recordatorio puntual. Mi visión del feminismo va en ese sentido, no se pierde en otros detalles circunstanciales que me importan menos.

Preceptora y profesora del rey Felipe VI

Carmen Iglesias (Madrid, 1942) es desde 2014 la presidenta de la Real Academia de Historia de España, primera mujer en acceder a ese cargo. En 1984 fue designada tutora de la infanta Cristina en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología; entre finales de los 80 y principios de los 90 impartió clases de Historia al actual Rey de España, Felipe VI.

Iglesias ha sido catedrática de Historia de las Ideas y Formas Políticas de la Universidad Complutense de Madrid (1984-2000) y catedrática de Historia de las Ideas Morales y Políticas de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (2000-2009). Es académica de número de la Real Academia Española (desde 2000) y fue directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y Consejera Nata del Consejo de Estado (1996-2004). También ejerció como presidenta de Unidad Editorial (2007-2011) y entre sus más de dos centenares de publicaciones destacan ‘Nobleza y sociedad en la España Moderna I, II, III’ y ‘De historia y literatura como elementos de ficción’ o ‘Razón, sentimiento y utopía’.

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