Martín Caparrós: "Respeto muchísimo el humor, es una gran marca de inteligencia"

El periodista y escritor argentino presentó este martes 14 de noviembre en la librería Cálamo de Zaragoza su último libro, ‘El mundo entonces; una historia del presente’ (Random House)

Mart-ín Caparrós, este martes 14 de noviembre, en Zaragoza.
Mart-ín Caparrós, este martes 14 de noviembre, en Zaragoza.
Oliver Duch

Sitúa a su cronista en el futuro, un siglo adelante. ¿Facilita eso el repaso desapasionado a hechos históricos?

Bueno, mi intención era encontrar la excusa narrativa para dar un paso atrás y poder mirar lo que miramos todo el tiempo con la suficiente extrañeza como para pensar y sintetizar las cosas de otra manera, como lo haría un manual de historia de dentro de 100 años. Una vez que me metí en el juego hallé otras aristas que no había considerado en un principio; probablemente una sea la que comentas, esa mirada desde el futuro hacia el pasado que se limita a pequeños comentarios y sesgos.

¿Es el indicativo de una teórica sociedad futura más deshumanizada?

Leer el libro te lleva a imaginar cómo es el mundo desde el cual se narra, ese presente que para nosotros es futuro. Parece un mundo más justo y organizado, pero eso queda a la imaginación de cada cual, porque me cuidé muy mucho de no ser tajante al respecto. El mundo que se analiza, que sería nuestro presente actual, es por el contrario un compendio de datos y análisis para entender aquello que no miramos a fondo, al estar sumergidos en ello.

La distinción entre MundoRico y MundoPobre no puede ser más descriptiva: los privilegios, los techos de cristal…

Sí, creo que no nos damos cuenta de verdad de lo dividido que está el mundo en el que vivimos. Nosotros estamos en el tercio privilegiado, aunque obviamente también haya desigualdades grandes en nuestros países. Mira, la primera vez que fui a la India tomé un tren desde el aeropuerto a la ciudad, y en el horizonte me llamó la atención ver a una gran hilera de personas en cuclillas. No rezaban ni saludaban al sol, ¡cagaban! En el mundo hay muchísima gente que aún debe emplear cloacas para una necesidad tan básica.

Hay humor en el libro, pero muy sutil.

Trato de simular que tengo alguno -sonríe- aunque lo cierto es que los temas a los que me dedico no son especialmente graciosos. Respeto muchísimo el humor: es una gran marca de la inteligencia.

Volviendo al presente, o al pasado reciente, ¿qué es lo que más se ha transformado en nuestro mundo?

Hemos centrado nuestra idea de progreso en dispositivos o aspectos técnicos: la inteligencia artificial está en boca de todos, por ejemplo. Sin embargo, creo que hay otras cosas que están cambiando más lo que somos y cómo vivimos los conflictos. Una de ellas es la forma de las guerras, por ejemplo. En el siglo XX se empleaba todo el arsenal, se causaron millones de muertes. Ahora, y sin que deje de ser terrible la pérdida de vidas, hablamos de cifras infinitamente menores cuando contamos con armas mucho más letales: es un extraño ejercicio de contención, amenazar y tantear y usar parte de ese arsenal para luego echarse atrás, quizá porque realmente podríamos destruir el planeta completo en un solo día y medimos más las consecuencias. Desde Oppenheimer, hace casi 80 años, viene siendo así.

¿Y los cambios sociales?

Infinitos. Por ejemplo, la idea rígida de familia ya no tiene el peso de antaño: en el muy católico país de Italia, por ejemplo, el porcentaje de madres solteras pasó en medio siglo de un 4% al 30%. Y surgen palabras para definir las nuevas relaciones, aunque aún queda mucha definición por aterrizar: por ejemplo, ¿cómo llamaríamos al hijo de mi novia o la relación del hijo de mi novia con mi hija?

¿Como periodista con medio siglo en ejercicio, comunicador desde la misma adolescencia, cómo valora el futuro inmediato de la profesión?

En mi caso ya ando un poco de salida, pero quiero hacer cosas que me importen, como este libro. Ya no puedo reportear, por mi salud y movilidad comprometida, pero hay muchas cosas por hacer gracias a los medios y materiales que tengo al alcance. No creo que la profesión esté peor que hace 50 años: cambia todo el tiempo. Se acabó una manera de comunicar, pero hay otras más colaborativas, desde lugares con mayor autonomía, aunque dispongan de menos recursos económicos.

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