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Fran Escribá cumple un año en el Real Zaragoza

Repaso por las claves y momentos del entrenador durante sus doce meses en el equipo aragonés. El aniversario le llega en su punto más delicado en el banquillo. 

Fran Escribá observa en solitario y en la distancia el entrenamiento del equipo.
Fran Escribá observa en solitario y en la distancia el entrenamiento del equipo.
Francisco Jiménez

Fran Escribá cumplirá el próximo martes un año al frente del Real Zaragoza. Después de un notable papel al frente del equipo en la temporada pasada, su situación actual es la más delicada en sus doce meses en el banquillo aragonés. Este es un repaso por la claves y momento de esta etapa. 

1. El momento más difícil

El aniversario le llega a Fran Escribá en una dinámica de declive. El Real Zaragoza arrastra una caída de solo una victoria en las últimas ocho jornadas: seis puntos de 24 posibles. Una racha que ha establecido un cerco sobre Escribá, exigido de respuestas y soluciones a un equipo al que la falta de resultados acentúa su problemática en la producción ofensiva y creativa de su fútbol. Además, al equipo le han penalizado en las últimas jornadas varios errores individuales y su mala administración de las ventajas en los tramos finales. El partido contra el Oviedo, en este sentido, establece una frontera sobre su futuro. Más aún después de tres encuentros consecutivos perdiendo en La Romareda.

2. Fútbol de precaución y cálculo

El Zaragoza atraviesa una fase con debilidades en su fútbol. Su modelo de juego basado en el cálculo de los riesgos, el control posicional, el ritmo bajo, las fórmulas prácticas, las intenciones reservadas y ciertos mecanismos elementales en ataque no han terminado de asimilarse en una plantilla sin continuidad ni estabilidad en la propuesta. En este sentido, Fran Escribá aún no le ha encontrado el manual de instrucciones a un grupo que arrancó con fuerza el actual curso. 

3. Un comienzo prometedor

El Zaragoza empezó la temporada 23-24 como un tiro, con un pleno de cinco victorias y solo un gol encajado en ese arranque. Contribuyó a ello, sobre todo, que Escribá pudiera trabajar con el 80% de la plantilla final ya desde buena parte de la temporada. Esto se confirmó como la primera gran ventaja competitiva de la escuadra aragonesa. Escribá tuvo tiempo para moldear el equipo que tan imponente y exuberante se mostró en las primeras jornadas, con un bloque de jugadores bien cohesionados e hilvanados.

Aunque el equipo exhibía evidentes puntos de mejora y ciertos golpes de fortuna le favorecieron, el Real Zaragoza competía bien. Conforme el resto de los equipos fueron cerrando sus plantillas y evolucionando sus propuestas; al Zaragoza le fue costando más, hasta alejarse, con el afianzamiento de los tardanos extremos llegados del mercado, de ese modelo de los centrocampistas que distinguió a Escribá en las primeras jornadas.

4. El dominio de la escena

Su experiencia, poso, franqueza y naturalidad le permitieron desde el principio a Escribá manejarse en la escena con claridad, desenvoltura, expresividad y normalidad. Ha sido uno de su señas de identidad desde que firmó en el Zaragoza. Desde posiciones honestas, realistas y serenas, Fran Escribá ha gestionado su discurso hacia dentro y hacia afuera con escasos exabruptos. Ha usado el palo y la zanahoria. No ha dudado, cuando ha tocado, en señalar a futbolistas, en defenderlos, en acentuar las verdaderas posibilidades de la plantilla, en sostener un argumentario confiado, seguro y pragmático… Escribá casi siempre ha dicho las cosas como son.

5. La cohabitación con Cordero

Uno de los rasgos de la etapa de Escribá en el Zaragoza ha sido su convivencia y cohabitación con Juan Carlos Cordero en la dirección deportiva. Una reparto de mandos que ha funcionado, en esencia, como un doble poder en el sistema de toma de decisiones tan singular del Real Zaragoza. Escribá llegó al club tres meses antes que Cordero, y eso, en cierto modo, siempre ha definido su parcela de poder, especialmente, de cara a la propiedad. No se ha establecido aquí, en cierto modo, un orden natural o jerárquico, pues los usos habituales en el organigrama de un club como el Zaragoza suelen potenciar la preponderancia del director deportivo en todo el entramado del área.

Escriba y Cordero, en este caso, han ido de la mano, conservando un aparente equilibrio, pero siempre bajo la envoltura de cómo se gestaron verdaderamente sus llegadas al club y el orden en el que produjeron.

6. Un giro al proyecto

El cambio de temporada trajo un Real Zaragoza reformado en profundidad. Aprovechando la finalización de varios compromisos contractuales, Juan Carlos Cordero abordó una transformación profunda de la plantilla. La política de fichajes, participada en un plano teórico por Fran Escribá, se centró en futbolistas de rendimiento inmediato, con buenas credenciales recientes, experiencia en la categoría y versatilidad posicional.

Más que centrarse en configurar un plantel con unos perfiles más o menos adecuados al ideario base de Fran Escribá, la dirección deportiva de Juan Carlos Cordero fichó jugadores de buen nombre en Segunda División. Esa fue la palanca para subirle el nivel general a la plantilla, para la que Fran Escribá reservaba un concepto troncal: construir un equipo desde la fortaleza defensiva y una alta eficacia ofensiva gracias a ese incremento de calidad, resolución y capacidades en los puestos de ataque.

7. Un estreno con ridículo

Fran Escribá firmó con el Real Zaragoza el 7 de noviembre de 2022. Juan Carlos Carcedo, entrenador sobre quien puso el equipo Raúl Sanllehí en su primera gran decisión al frente de la dirección general del renovado Real Zaragoza, resultó una apuesta fallida. Aunque Sanllehí participó después en la interlocución de la contratación de Escribá, la elección y designación del técnico valenciano se gestó en estratos superiores del grupo inversor propietario del club. Escribá tenía la misión de reordenar el alma táctica del equipo y devolverle la competitividad. Aunque se estrenó en Copa del Rey en una histórica y ridícula derrota contra el Diocesano de Segunda RFEF, el impacto del nuevo entrenador no tardó en hacerse notar.

8. El 4-4-2 de Giuliano y Bebé

El punto de partida de Fran Escribá fue la regeneración táctica, imponiendo un 4-4-2 como esquema. Sigue siendo su sistema predilecto. Su postura en este sentido fue inflexible, salvo excepciones puntuales: Escribá siempre entendió que esta organización subsanaría los problemas ofensivos del equipo al acercar a más jugadores a zona de remate, pero también le permitiría equilibrarse mejor en la fase defensiva. El 4-4-2 se transformó así en la identidad reconocible de un equipo en el que su doble pivote y su doble punta definían su fútbol de afiladas transiciones, dinámico con la pelota, cohesionado sin ella y cómodo en el vértigo y la velocidad. Un bloque defensivo medio, cómodo protegiéndose en campo propio, completaba la propuesta. Dos figuras eran clave en este modelo a la hora de mejorar el ataque: la autosuficiencia de Bebé y Giuliano Simeone -uno recibiendo abierto y al pie y el otro corriendo y peleando al espacio- simplificaron las cosas a Escribá. Dos figuras de características muy concretas que ahora no tiene. 

9. Orden y solidez

El Zaragoza de Escribá pronto se hizo competitivo desde la defensa. Incluso en sus días más grises, el equipo presentó siempre garantías, independientemente del grosor del rival. Sus problemas estructurales le impidieron la continuidad en la victoria, pero ese Zaragoza siempre mantuvo la compostura, aun en días de derrotas amplias aunque algo engañosas, como la encajada contra el Alavés (1-4). El Zaragoza ganó a rivales de arriba como el Granada y Albacete y le sostuvo el pulso con empates a Las Palmas, Levante y Eibar. Casi siempre tuvo el conjunto aragonés sus momentos en los partidos, y se convirtió en un bloque incómodo y áspero basado, ante todo, en su organización, solidez y funcionamiento defensivos. Solo encajó 26 goles en 27 partidos, y solo perdió 6 partidos. 

Este curso el enfoque es parecido: la buena cohesión entre líneas, el sistema de ayudas defensivas, la configuración de un doble pivote con mucho trabajo y despliegue, el trabajo de sus puntas, la energía y variedad de sus sistemas de presión, pero también la adaptación a las características de los rivales en los planes de partido para contrarrestar sus fortalezas. A la mayoría de los rivales, ha sabido jugarles y descifrarlos. Muchos de esos valores se han trasladado a este temporada.

10. Una plantilla de mínimos

El Real Zaragoza aspiró con engancharse a la zona de promoción hasta febrero. Hasta las derrotas en casa contra el Alavés (1-1) y fuera contra un desahuciado Málaga (3-0). Ese día, el equipo perdió pie, pero, paradójicamente, liberado y destensado, enlazó una racha de diez partidos seguidos sin perder. Solo ganó tres partidos en esa dinámica fruto de siete empates, señal de que al Real Zaragoza apenas le daba para más porque no lo podía dar. Los problemas de lesiones de Azón, la grave baja de Mollejo durante cuatro meses y el infeliz rendimiento de Gueye le penalizaron a nivel ofensivo. Escribá optimizó así una plantilla con límites muy acusado. El Zaragoza, con el adiós de Zapater como hito de contexto, finalizó así la temporada en el puesto 13º, sin apuros, pero sin posibilidades de mucho más. Escribá cerró así los siguientes números: 27 partidos y 37 puntos, obtenidos con 8 triunfos, 13 empates, 6 derrotas, 31 goles a favor y 26 en contra.

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