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Semana clave para Fran Escribá en el Real Zaragoza

La Copa del Rey y, sobre todo, el resultado del partido liguero contra el Oviedo en La Romareda marcarán el futuro del entrenador en el banquillo del Real Zaragoza.

Foto del partido Burgos-Real Zaragoza, jornada 13 de Segunda División
Foto del partido Burgos-Real Zaragoza, jornada 13 de Segunda División
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La eliminatoria de Copa del Rey contra el Atzeneta de este jueves, pero, sobre todo, el partido liguero del próximo lunes en La Romareda contra el Oviedo marcarán el futuro de Fran Escribá al frente del banquillo del Real Zaragoza. El empate en Burgos ahonda aún más la depresión del equipo y añade una nueva jornada sin ganar a una dinámica peligrosa y decadente de solo una victoria en los últimos ocho partidos: apenas seis puntos obtenidos de 24 posibles. El Zaragoza, en este sentido, ha pasado de sumar el 100% de los puntos en las cinco primeras fechas de la temporada a recolectar únicamente el 25% en las siguientes. El contraste es contundente y revelador, al margen de las hechuras y capacidades del fútbol del equipo en el último mes y medio.

Es, precisamente, aquel imponente comienzo de curso lo que sujeta a Escribá. Aquella cosecha se emplea ahora como el colchón que ha impedido que el equipo se precipite en la clasificación. En este sentido, a Fran Escribá no le comprometen las tensiones, urgencias y agonías de las zonas bajas de la tabla, como le sucedió a algunos de sus predecesores en el puesto que también sufrieron de lleno las ya típicas crisis de otoño del Real Zaragoza, como Juan Carlos Carcedo o Rubén Baraja. El equipo, de alguna manera, está aún a tiempo de todo, según dicta la competición, más igualada que nunca por arriba, pero también más abierta, con las diferencias aún escuetas.

Este es el argumentario principal de defensa de Escribá que se aplica en el club. Ese, y las vicisitudes de los últimos partidos, en los que el Zaragoza no ha ganado, pero no ha estado lejos de hacerlo. Siete puntos se le han ido de las manos en las tres jornadas más recientes: con esa suma, sería líder, y el prisma de los análisis globales, aun con todas las carencias que se le observan al juego del equipo, sería bien distinto. Le han penalizado, en este sentido, más los fallos puntuales e individuales que colectivos y le ha castigado también su mala administración de las rentas en los minutos finales de los partidos.

No obstante, el gran problema para Escribá es que su equipo sigue sin ganar. Esto le ha conducido a su posición más débil desde que asumió el banquillo del Real Zaragoza hace, ahora, casi un año. Un entrenador sin victorias es el elemento más frágil del fútbol. El propio técnico valenciano conoce mejor que nadie las reglas del negocio. Él mismo estaba justo al otro lado hace menos de 12 meses.

Este lunes se reunió en Burgos la plana mayor deportiva del equipo. Al estadio de El Plantío acudió Juan Carlos Cordero, pero también dos personas claves para entender el funcionamiento del club por su ascendencia en el sistema de toma de decisiones que rige en el Zaragoza desde hace varios meses en este ámbito: los consejeros, afincados en Madrid, Emilio Cruz y Mariano Aguilar, cargos de máxima confianza del grupo inversor propietario de la entidad.

Estas diferentes capas de poder y la descentralización de esa capacidad ejecutiva en el área deportiva son elementos clave a la hora de entender el destino que pueda correr Escribá en las próximas jornadas. No hay que olvidar que el entrenador, en este caso, fue antes que el director deportivo. Cada cargo tuvo una génesis independiente. Si hay, generalmente, una pieza seleccionada y alineada a un director deportivo, con su cuño, esa es el entrenador. Ese suele ser el orden natural de las decisiones jerárquicas en el área deportiva.

En el club, mientras tanto, se transmite confianza en el técnico y se opta por la calma. Pero el fútbol se juega muchas veces entretelas. Los resultados del equipo comienzan a preocupar, como es natural, y a desgastar la cuerda de Escribá. Le queda crédito, pero la reacción no debe demorarse para que el equipo alcance la expectativas generadas desde el mismo club y tome la altura acorde a su nivel salarial de esta temporada -entre los seis mejores de la categoría-. El partido contra el Oviedo adquiere, en este sentido, valor de frontera. Una cuarta derrota consecutiva en casa dejaría a Escribá contra las cuerdas, más allá del episodio copero contra el Atzeneta. La Romareda difícilmente, según los antecedentes del lugar, dejaría pasar por alto tal nivel de crisis y comenzará a exigir responsabilidades.

El análisis de la situación también va más allá del rendimiento. Escribá aún no ha dejado pruebas de haberse adaptado con naturalidad a la plantilla diseñada por Cordero. No ha terminado de hallarle la tecla a esos futbolistas. El equipo, así, está lejos de su potencial, especialmente, en fases del juego muy concretas. El Zaragoza de Escribá tiene cosas buenas. Algo que tampoco se puede ocultar. Defiende con orden, seriedad y disciplina táctica. Su posicionamiento en campo propio y sus mecanismos defensivos son notables. En ese aspecto, tiene bien interiorizado lo que hace, herencia directa del Zaragoza del pasado curso. Escribá también estudia y trabaja bien los ataques rivales. Pero los equipos de ascenso necesitan algo más: detalles ofensivos más elaborados, intenciones algo más creativas y menos simplistas, más atrevimiento general… Por ahí se le abre a Escribá el camino de la mejora y de la evolución tras dos meses de estancamiento. 

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