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Dos horas encerrado en un maletero convencido de que lo iban a matar: "Estoy vivo de churro"

La Audiencia de Zaragoza celebra esta semana el tercer juicio contra los asesinos de Badoo, la pareja que extorsionaba a hombres a los que atraía a Pedrola a través de la popular red social de contactos.

Juicio a Mohammed Achraf y Hedangeline Candy, la pareja de Badoo, por secuestro y retención ilegal, este lunes.
Juicio a Mohammed Achraf y Hedangeline Candy, la pareja de Badoo, por secuestro y retención ilegal, este lunes.
Toni Galán

El 4 de septiembre de 2019 marcó un antes y un después en la vida del tudelano Julián L. M., quien, como hacen hoy en día alrededor de 60 millones de personas en todo el mundo, solía recurrir a la plataforma de contactos Badoo para buscar parejas. Pero la violenta emboscada de la que fue víctima aquel día en Pedrola y que a punto estuvo de costarle la vida le ha quitado las ganas de seguir intentándolo: ni siquiera por el método tradicional. 

«Estuve un año sin atreverme a salir de casa y llevo más de dos sin mantener relaciones sexuales», reconoció este lunes el navarro en la Audiencia de Zaragoza durante la primera sesión del juicio contra el marroquí Mohamed Achraf y la venezolana Hedangeline Candy Arrieta, para los que la Fiscalía pide casi once años de prisión por delitos de robo con violencia, lesiones, detención ilegal y extorsión.

Sobre los acusados pesan ya dos condenas de 34 y 12 años y medio de cárcel. La primera por el asesinato del informático vizcaíno José Antonio Delgado Fresnedo, el 6 de septiembre de 2019, y la segunda por la paliza y el secuestro de los que fue víctima un joven de La Almunia el 26 de julio de ese mismo año. 

Como le ocurrió por aquellas mismas fechas al vecino de Tudela, estos dos hombres vieron la foto de la acusada en Badoo y contactaron con ella. Habían picado el anzuelo, porque lo que les aguardaba no era una cita sino una verdadera encerrona.

«No tenía coche, así que quedamos en la estación de Luceni. Cuando bajé del tren, sobre las diez de la noche, estaba muy oscuro y solo vi a la chica. Nos saludamos con un abrazo y me pidió que la acompañara a su coche, pero apenas habíamos caminado cinco segundos cuando me atacaron por la espalda. 

Me giré y vi a un individuo con una llave inglesa en la mano. Empecé a correr, pero había recibido un fuerte golpe en la cabeza y estaba muy aturdido. Luego supe que me había fracturado también el peroné», explicó Julián L. M. a los magistrados de la Sección Primera.

Los dos hombres acabaron rodando por el suelo. «Caímos a un brazal seco. Y aunque intenté defenderme, cuando ya estaba casi vencido, la mujer se plantó delante, me apuntó con una pistola y me dijo: ‘O te estás quieto o te mato, hijo de puta’». Acto seguido, la pareja inmovilizó a la víctima, le puso una capucha de tela en la cabeza, la ató con bridas de pies y manos «como un cerdito» y la encerró en el maletero de su Mercedes, con el que se desplazaron hasta la nave-taller que tenían alquilada en Pedrola y que utilizaban también como vivienda.

Los acusados se apoderaron del teléfono móvil, del reloj y de los 650 euros que llevaba en la cartera el tudelano, pero querían más, así que le arrebataron también la tarjeta del banco y mediante golpes y amenazas le obligaron a revelarles el ‘pin’. De nada les sirvió, ya que la cuenta estaba a cero.

«Fue entonces cuando me pidieron que llamara a mi familia para exigir un rescate. Les dije que si querían, que me mataran, pero que yo no iba a llamar a nadie .¿Para qué? ¿Para que los mataran también a ellos? », razonó la víctima. Frustrados, los encausados acabaron abandonándolo a media noche en un descampado, donde media hora más tarde lo rescató un agricultor. «Se que estoy vivo de churro», confesó el navarro.

Cuando el juez comenzó a explicar sus derechos a Mohamed Achraf, este le interrumpió anunciándole que lo iba a confesar todo. Y eso fue lo que hizo, introduciendo, eso sí, algunas matizaciones. Por ejemplo, que no fue en la cabeza sino en el pierna donde golpeó al denunciante. «Yo estaba dispuesto a comerme todo el marrón por ella, pero no puedo admitir que mienta y diga ahora que yo la tenía secuestrada», manifestó el acusado, al que defiende Carmen Sánchez Herrero.

Porque Hedangeline Candy Arrieta no solo lo negó ayer todo, sino que, como ya hiciera durante el juicio en el que acabaron condenados por asesinato, insistió en que ella fue una víctima más. «Mohamed me contrató para cuidar de sus hijos, pero el 15 de julio dejó de ser mi jefe para convertirse en mi dueño y yo en su esclava», declaró la venezolana, a la que representa el abogado Juan Manuel Martín Calvente.

En cualquier caso, la víctima los identificó ayer a ambos en sala como sus atacantes «sin ningún género de dudas». De ahí que la acusación particular, que ejercen los letrados José Cabrejas y Cristina Gracia, solicite para la pareja sendas penas de 15 años de prisión. El juicio continúa hoy con las pruebas periciales.

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