Heraldo del Campo

Agricultura

Del hielo al fuego

La primavera no deja de dar sorpresas a los agricultores. No buenas precisamente. En apenas unas semanas, los cultivos han tenido que soportar temperaturas propias del invierno y inusual y excesivo calor. Y los daños son ya cuantiosos.

En poco menos de dos meses los cultivos aragoneses han tenido que soportar temperaturas heladoras y un calor inusual y excesivo.
En poco menos de dos meses los cultivos aragoneses han tenido que soportar temperaturas heladoras y un calor inusual y excesivo.
UAGA / Pixabay

Los agricultores están acostumbrados a mirar al cielo. Tienen un negocio al aire libre y el tiempo decide sobre sus producciones. Campaña tras campaña viven pendientes de las precipitaciones, de que el agua llegue a tiempo y en la cantidad adecuada, de que las temperaturas no disparen con exceso los termómetros o desplomen el mercurio hasta grados negativos o que el granizo no termine por dejar su huella en las producciones justo en el momento en que comienza la recolección.

Pero aún acostumbrados a los caprichos del clima, lo vivido en lo que llevamos de primavera está siendo, como aseguran los agricultores, lo nunca visto. El año comenzó con sequía y si preocupaba la falta de agua no era menos inquietante la gran amplitud térmica (diferencia de temperatura entre el día y la noche) que se produjo durante gran parte de los meses de enero y febrero.

Con marzo llegaron las precipitaciones para alivio de los cultivos, especialmente aquellos que se sitúan en las tierras de secano. Subieron además las temperaturas mínimas y bajaron las máximas cerrando de manera notable la brecha térmica que había sido tan habitual en invierno. Pero cuando se hacían visibles las vistosas flores de los frutales y los almendros anunciando así la floración una borrasca de nombre Ciril estrenó el mes de abril, ya en plena primavera, con cinco noches heladoras que mantuvieron los termómetros en torno a los ocho grados bajo cero y a los agricultores en vilo y sin descanso intentando salvar sus cosechas con todos los sistemas antiheladas a pleno rendimiento.

Parecía que lo peor había pasado y la primavera volvía a ser tal -lluvias incluidas- cuando el mes de mayo se transformó hace apenas una semana en pleno verano, con temperaturas que han vuelto a poner en jaque la producción de fruta -cuya campaña ya ha comenzado en las zonas más tempranas-, el desarrollo del almendro y el final del ciclo del cereal de invierno, un cultivo que ocupa unas 800.000 hectáreas en Aragón y cuya cosecha comienza en apenas unas semanas.

Con cautela, y temiendo que otros eventos atmosféricos puedan perjudicar (todavía más) los cultivos durante el verano (granizo o lluvias torrenciales acompañadas de fuertes vientos), los representantes del sector han comenzado a realizar las primeras estimaciones de cosecha. Y no son precisamente alentadoras, porque primero el hielo y luego un calor abrasador hacen prever una merma considerable en las producciones de fruta de hueso, de almendra y también de cereal. Se temen además las restricciones que tendrán que sufrir las producciones de regadío si el agua no llega del cielo y los embalses no recuperan las reservas necesarias para garantizar el riego de un maíz cuya siembra tiene el dudoso honor de haberse convertido "en la más cara de la historia", por el incremento de los costes de producción ante el disparado precio de la energía, los combustibles y las materias primas (semillas, agua, fertilizantes y fitosanitarios).

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Los fruticultores aragoneses no olvidarán en mucho tiempo la primavera de 2022. Cuando esta estación había comenzado a dar sus primeros pasos llegó una borrasca cargada de vientos polares, y llamada Ciril, que arrasó las cosechas. Las noches de los primeros cinco días de abril se convirtieron en un mal sueño para los productores que veían, -como aseguran que nunca antes habían visto-, cómo los termómetros descendían sin tregua una jornada tras otra y en la práctica totalidad de las zonas productoras de Aragón hasta incluso los ocho grados bajo cero.

Frutales cubiertos del hielo con el que se protege la flor con los riegos antiheladas.
Frutales cubiertos del hielo con el que se protege la flor con los riegos antiheladas.
Digital Fraga TV

Ya se intuía entonces el desastre. Las peritaciones de Agroseguro comenzaban a sumar millones en indemnizaciones por daños -hasta ahora se habla de más de 78 millones- y UAGA preveía que la producción se recortaría en un 80% con pérdidas superiores a los 200 millones de euros. Y las estimaciones más recientes -apenas quedan unos 15 días para que comience el grueso de la campaña-, realizadas por Cooperativas Agroalimentarias ya adelantan que la cosecha será muy corta. Apenas se recogerán 152.539 toneladas de fruta de hueso (melocotón, nectarina, pavía y paraguayo), lo que supone un descenso del 61,43% respecto a la campaña anterior, pero que representa poco más de la tercera parte de las 530.669 tonelada recogidas en 2017, la mejor cosecha de los últimos cinco años.

No hay especie que se haya salvado de los efectos de aquel hielo, a pesar del intenso trabajo que realizaron los agricultores para mantener los riegos antiheladas y las estufas de parafina en un intento de evitar la catástrofe. Lo dicen las cifras. Como destaca el presidente del Grupo de Trabajo de Fruta de Hueso de Cooperativas Agroalimentarias de España, el aragonés Javier Basols, se estima una cosecha de melocotón de 26.566 toneladas, un 51,67% menos que en 2021. La producción de paraguayo se quedará en 22.442 toneladas, la mitad de lo obtenido hace un año. Hay casi un 60% de merma en nectarina, porque aquellas 104.917 toneladas recogidas en la pasada campaña se han reducido ahora a 42.177, mientras que la peor parte se la han llevado los cultivos de pavía, de los que se recolectarán 61.354 toneladas cuando en 2021 se recogieron 189.950 toneladas.

Pero si hay una fruta especialmente afectada por Ciril esa es el albaricoque. Muy lejos de aquellas 20.069 toneladas que se recogieron el pasado año, en esta campaña las previsiones apuntan a una producción que apenas alcanza las 3.000 toneladas. Es nada menos que una merma del 85,11%. "El albaricoque es muy delicado para el frío, porque su estado fenológico va por delante de otras especies y las heladas primaverales le afectan más", explica Basols para justificar tan significativo descenso.

Efectos del excesivo calor en el cereal de invierno.
Efectos del excesivo calor en el cereal de invierno.
Asaja Huesca

Si el más crudo invierno parecía haber llegado a comienzos del mes de abril, el pasado fin de semana el mes de mayo se convirtió en un verano adelantado, con el mercurio disparado hasta casi los 40 grados e incluso alguna noche tropical. Y los frutales lo han vuelto a sufrir. Basols asegura que este intenso calor no afecta en demasía a estos cultivos porque no se encuentran en estos momentos en maduración. Reconoce, sin embargo, que las altas temperaturas son "las que van a clarificar la fruta que va a ser buena y la que no", porque es ahora cuando se produce el proceso de hueso y un desarrollo más acelerado hace que las frutas tengan menos calidad y, por supuesto, menor peso.

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Cosecha muy mermada

Las impactantes imágenes de los almendros (en plena floración) cubiertos de hielo durante los primeros días de abril también tienen ya cifras. En su primera estimación, la Mesa Nacional de Frutos Secos calcula una producción de tan solo 4.782 toneladas de almendra grano en Aragón. Supone la mitad que la recogida en 2021, que tampoco fue precisamente buena porque también unas heladas primaverales (en el mes de marzo) la redujeron hasta las 10.500 toneladas. Por eso, el representante de este sector en la organización agraria UAGA, José Luis Sánchez, insiste en la importante merma de la próxima cosecha recordando que será "la cuarta parte de lo que sería un año normal, cuya producción se sitúa en 22.000 toneladas".

Sánchez lamenta lo poco que sirvieron los esfuerzos de los agricultores para salvar la cosecha cuando el termómetro se desplomó. Y es que, explica, no fue una helada de radiación -se producen por una estratificación del aire en donde las capas más bajas son más frías y las capas más altas son más cálidas (inversión térmica)-, sino una helada de advección, es decir, aquella que se produce por la llegada de una masa de aire frío cuya temperatura es inferior a 0ºC. En este caso no existe inversión térmica y con ella se suelen generar vientos con velocidades superiores a los 15 kilómetros por hora, por lo que tienen gran poder destructor para los cultivos, ya que no es fácil proteger las plantaciones de los permanentes movimientos de aire frío que se mueve por extensiones muy grandes.

A pesar de la escasa cosecha de almendra que se espera este año, a José María Alcácera, representante del sector en Asaja-Aragón, la previsión le parece que incluso "peca de optimista", porque "hay muchas zonas productoras con cosecha cero", añade.

Daños en el almendro.
Daños en el almendro.
EP

El desastre es mayor, reconoce Alcácera, si se tiene en cuenta que este descenso respecto al pasado año se produce con una mayor superficie que la que estaba en producción en 2021. Hay 1.349 hectáreas más y se trata, recuerda el representante de Asaja Aragón, de "buenas plantaciones" que no permitirán, sin embargo, que se compensen las pérdidas provocadas por las heladas.

"Hay desánimo en el sector", señalan ambos representantes, que reconocen que tras los efectos del hielo, los daños podrían elevarse debido a las inusuales altas temperaturas que los almendros han tenido que soportar en pleno mes de mayo. "Pasamos en diez días de 14 a 35 grados, precisamente en un momento en el que se está produciendo la formación de la almendra, que posiblemente no podrá terminar como debería", advierte Sánchez.

También el árbol sufre por el intenso calor y la ausencia de lluvias. "La cosecha se resiente porque el almendro tira más fruto y además se resiente para la próxima campaña", añade Alcácera.

El sector agrario es uno de los más perjudicados por su dependencia elevada del clima

Golpe (de calor) para el cereal

Las expectativas de cosecha en el cereal de invierno han vivido una auténtica montaña rusa desde que comenzara el año. Unos vaivenes (tanto al alza como a la baja) de los que ha sido responsable el tiempo.

El invierno fue benévolo y "dejó los sembrados bien preparados", recuerda el presidente de Asaja-Huesca, Fernando Luna. Había sido la sementera "más cara de la historia", por los elevados costes de producción debido al disparado coste de la energía y las materias primas, pero una buena producción y unas cotizaciones al alza permitían mirar la campaña con cierto optimismo.

Llegó, sin embargo, la primavera y las buenas perspectivas comenzaron a irse al traste. Las heladas no provocaron tanto daño como en los frutales, pero también dejaron su huella en los cultivos. Al menos, las copiosas lluvias de marzo de abril (si bien no fueron generalizadas) devolvieron el verdor a los campos de cereal y permitieron poder confiar en que Aragón podría disponer en este 2022 de una buena cosecha de herbáceos.

De nuevo una desilusión. El pasado fin de semana, las espigas en las que actualmente se está produciendo el llenado del grano, tuvieron que soportar temperaturas cercanas a los 40 grados en un mes de mayo que parece empeñado en terminar convertido de nuevo en pleno verano.

Y a unos días de iniciar la cosecha, Asaja-Aragón ya ha comenzado a calcular los posible efectos que el excesivo calor podría tener en la principal producción de Aragón, que ocupa nada menos que unas 800.000 hectáreas repartidas por las tres provincias aragonesas.

Desde esta organización agraria se prevé que la producción aragonesa ronde los 2.090.000 toneladas, muy lejos de aquellas 2.826.105 toneladas cosechadas el pasado año -una cifra que se situó entre las mejores de los últimos años-, pero también sensiblemente inferior a una cosecha media, que se sitúa en los 2,5 millones, como se esperaba este año. Especial preocupación despiertan los cultivos oscenses en los que las lluvias "ha caído con cuentagotas", señala el presidente de Asaja-Huesca.

Y aunque habrá que esperar a que la campaña comience para evaluar las pérdidas, Luna asegura que "si no se llega a darse un llenado óptimo del grano, la reducción de cosecha respecto la campaña anterior podría alcanzar hasta el 30%". Serán las cebadas tardías y los trigos los cultivos más afectados, pero también sufrirán las producciones de guisantes, colzas o habas, porque precisamente en estos momentos "encuentran en la fase crítica del ciclo productivo", matiza.

Todo ello sin olvidar que el verano tampoco suele ser un remanso de tranquilidad y que en esa época son cada vez los granizos y las intensas precipitaciones los que marcan el volumen total de las producciones aragonesas.

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