aragón es extraordinario

Alberto Toro en Pitarque: ¡qué bueno que viniste!

El docente, natural de Teruel, trabaja año tras año desde hace 13 por una educación diferente en este enclave del Maestrazgo con muy pocos niños

En Pitarque, hermosa localidad del Maestrazgo en el centro de la cada vez más famosa ‘Silent Route’, la escuela está detrás del bar de la plaza, en el inicio del camino hacia el nacimiento del río que se llama como el pueblo (o al revés, perdonen la duda). Llaman la atención las formas decorativas externas del cole, y algunas frases plasmadas por los alumnos en pequeños murales. En clase se les invita a ilustrar sueños; la decoración responde al esfuerzo mancomunado entre chavales y profe, y hay huella de todo lo generado en los últimos 13 años, los que Alberto Toro lleva como docente allá, en el Maestrazgo. Achraf, uno de los cinco alumnos que hubo el curso pasado en Pitarque, le preguntó lo siguiente: ¿Por qué aquí adentro podemos soñar? De esa frase nació una idea, y de la idea, un pequeño proyecto lectivo, como tantos otros. Así funciona la pedagogía de Alberto, sin perjuicio de otro tipo de trampolines al conocimiento y con libertad en la dirección de las propuestas; un intercambio de conocimiento entre profesor y alumnado que propone una idea fundamental, dejar ser y acompañar en el ser, no alienar.

Alberto es el alumno de Harvard que está como profesor en Pitarque desde hace 13 años, dicen todos. Él frunce un poco el ceño con esa categorización; la acepta, porque es cierta, pero prefiere que le conozcan como un profesor de Teruel (quinta del 80) que no tenía pueblo, y ahora sí. "De hecho, el curso de Harvard lo hice desde Pitarque, estoy empadronado aquí. Fueron dos cursos de posgrado, de cuatro meses cada uno. Prefiero recordar cómo llegué a Pitarque: fue el azar. Saqué la plaza y solo había elegido dos destinos; me tocó éste por orden alfabético. Desde que crucé esa puerta –señala la entrada del colegio, sentado en el aula principal– fue un flechazo. Aquí coincidí con una gran compañera y amiga, Marta Arguis, y desarrollamos un proyecto conjunto entre Pitarque y Villarluengo".

Alberto sigue su discurso con una reflexión histórica. "Cossío, pedagogo y gran amigo de Giner de los Ríos, tiene una frase que me llegó adentro: los mejores docentes deben ir a los sitios más alejados, donde más falta hacen. Aquí querría seguir hasta que se acabe esto; el riesgo existe, y me temo que no queda mucho para la fecha crítica, porque faltarán los niños; ojalá se estire un poco".

En la escuela de Pitarque se parte de la potencialidad de la persona para tender puentes entre aquello que no está tan estimulado, y lograr así el crecimiento. "Trabajamos mucho el pensamiento, que es el motor de la inteligencia; ponemos al alumnado en camino hacia un pensamiento crítico y creativo, una herramienta valiosa a la hora de abordar tu vida y la complejidad de los problemas que llegan. Nos basamos en proyectos relacionados con el entorno natural, y siempre hay una parte de aprendizaje y servicio en todo lo que hacemos. Queremos motivar desde el amor a la lectura, a la naturaleza… a lo que nos rodea y vamos conociendo".

Vídeo de la escuela de Pitarque en 'Aragón es extraordinario'

El escepticismo hacia el discurso de Alberto no tarda en aparecer si se coge una muestra de 10 personas y se explican los lineamientos troncales de sus métodos; el ¿qué es eso, cómo van a salir los chavales de eso? "Se responde rápido a esa duda con la experiencia de los chavales que ya salieron de esta escuela, llevo aquí 13 años y todos han encontrado su camino y motivaciones. Desde el siglo XVIII y la revolución industrial, las escuelas se reordenan hacia el mundo empresarial. La de Massachusetts, en Boston, es la primera escuela tipo taller para que los padres trabajen en la empresa y los niños se formen allá mismo para una actividad laboral específica. Yo creo que es mejor invertir en el desarrollo armónico de la persona, que supone una sociedad futura más justa y equilibrada".

Aprender, no aprehender

Alberto se considera una persona en aprendizaje continuo. "Y será así toda la vida. Pitarque me ha brindado humildad, sencillez, cercanía, paz, silencio; de hecho, no llevo muy bien lo de la atención mediática –ríe– pero mi maestro Martín Pinos, que cambió mi vida, me dijo que la exposición a la opinión pública suponía una ocasión para reivindicar la escuela rural".

Aunque el aula es infinita, ya que cualquier punto del exterior hace esa función, en el interior de la escuela (en invierno hace mucho frío) hay un aula que alberga a los cinco alumnos; tiene dos tableros de ajedrez, muchos libros por todos lados, grullas de papel colgando del techo, un mapa celeste, poesía colgada de las paredes… todo esto se va generando ‘a pachas’ entre Alberto y el alumnado. En el desván hay más estímulos, como una creación que es también juguete gigante, basado en las strawbees o abejitas hechas de pajitas de colores con las que se pueden construir un montón de estructuras. También están construyendo una maqueta gigante de Lego con la dirección de María, pareja de Alberto. Hay un rincón de disfraces, y también los seis sombreros del pensamiento creados por el recién fallecido Edward De Bono, escritor, médico, psicólogo y docente maltés.

"Al principio tendía a sobrecargar todo, pero fui estudiando sobre ambientes idóneos para el aprendizaje y quedaba claro que debía ser algo más diáfano. Nadie nace enseñado –ríe– hay que equivocarse y jugar para aprender". Se trata, o eso dice en una de las paredes, de asalvajar lo doméstico y domesticar lo asalvajado. "La escuela debe ser un entorno agradable, amable, que cree vínculo, que genere el afecto y ayude a explorar, a experimentar y crecer".

El método Reggio Emilia

La metodología Reggio Emilia defiende que los niños pueden aprender por medio de la observación y desarrollar así su creatividad. Loris Malaguzzi fue el pedagogo que la formuló, y Alberto Toro la sigue. "Reggio Emilia es una ciudad italiana cercana a Módena; estuve dos cursos aprendiendo allá. Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial surgió en esta ciudad una nueva forma de enseñanza, presente ahora en todo el mundo. No hay equipo directivo; se busca en los alumnos el asombro y el descubrimiento, con el profesor como guía. Una investigadora de Harvard lo está aplicando en secundaria en Estados Unidos; hasta ahora se ha aplicado más incidido más entre 0 y 6 años y en la primaria. Se mezcla el pensamiento estético con el científico, y de ahí brota la ética, en vez de la imposición; la traslación posterior a un sistema formal es sencilla, porque los alumnos son más autónomos y tienen gran capacidad de adaptación".

Artículo incluido en la serie 'Aragón Es Extraordinario'.

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