aragón es extraordinario

Oído al parche: ¡qué bonito es el Museo Minero de Escucha!

La tradición minera está magníficamente representada en este espacio ambientado en el interior de la explotación Se Verá

Lo tenemos en Escucha, oigan. Un museo único en España y tercero de Europa en prestigio dentro del gremio. Un espacio tiznado espiritualmente (la actividad quedó atrás) de carbón lignito del Cretácico; el Museo Minero de Escucha tiene el meollo de su discurso bajo la tierra, en la mina Se Verá (el curioso nombre tiene una razón de ser) donde su personal se batía el cobre en una de las actividades más peligrosas y nocivas para el organismo.

Juan Cañizares es el gerente del museo. "Un sábado normal puede haber hasta siete grupos por la mañana y siete por la tarde, con el número más ajustado de personas por grupo debido a la contingencia actual; podemos estar a la vez hasta tres grupos abajo simultáneamente guardando las distancias. Está todo balizado para facilitar que ese proceso siga siendo estricto. La visita normal es de unos 800 metros por las galerías antes de subir nuevamente a la superficie. Hay un total de cuatro kilómetros de galerías en la mina, pero muchas están selladas y la visita de esa quinta parte ya es muy completa".

Sara Lara es una de las guías del Museo Minero. Tiene raíces en el pueblo, aunque vive en Montalbán. Ella se encarga de desentrañar el misterio del nombre de la mina. "Hubo un pleito en un cambio de concesiones que llegó a juicio, y a cada pregunta sobre la mina la respuesta era 'ya se verá'. Por eso se quedó el nombre. Ah, os aviso, lo de ya se verá no atina con las mancha de grasa que deja ese cable de ahí si os apoyáis con la ropa, que está engrasado. Las manchas se verán seguro". Sara es una de las 10 almas que dinamizan la instalación a día de hoy. "Contando el personal de montacargas, las seis guías, el gerente y el centro de interpretación, somos 10. La tienda y el restaurante tienen su personal propio".

El plano de la bajada hacia las galerías desde la entrada es de 220 metros de longitud, con un ángulo de 30 a 33 grados; se baja despacito en el trenecillo, el descenso dura casi tres minutos, y cuando se llega abajo la distancia en recto con la superficie es de unos 90 metros. "No da claustrofobia, las galerías son amplias y bien ventiladas, y en todo momentos ves que hay salidas. El reto es vencer el miedo en la entrada, luego ya ven todos que no hay de qué preocuparse; la visita es hasta terapéutica. Por supuesto, todos lleváis el casco reglamentario con la redecilla debajo para evitar el contacto directo con la cabeza, y vuestro frontalito con luz led".

Casi 19 años

El Museo se inauguró para visitas el 18 de julio de 2002. El espacio exterior de la mina ha ido vistiéndose: zona ajardinada, un recorrido de árboles singulares, centro de visitantes, tienda… también se visita normalmente el pozo El Pilar, muy cercano y llamativo, con las instalaciones de la mina en superficie; van desde el laboratorio a la lampistería… ahora, empero, está en obras.

Juan explica que en los últimos años han subido de visitantes, hasta que la pandemia lo cambió todo. "Ahora, con la relajación de las restricciones, está volviendo la gente. Abrimos de martes a domingo y como ahora no pueden venir los colegios, entre semana acuden pocos grupos, pero el fin de semana se llena. Hay dos perfiles básicos; el educativo, y el familiar o de grupos de amigos. En julio de 2012 se abrió una salida de emergencia y la ventilación es por tiro natural".

Sara aprovecha los trayectos internos de la visita para desentrañar todo un glosario de términos mineros; lo hace con paciencia y una sonrisa. "El tajo de carbón es visible en tres puntos del museo. Por otro lado, el bocarrampero tenía como función abrir las tablas en las que se contenía el carbón extraído y llenar las vagonetas hasta el llamado palmo de minero, que es un palmo por encima del nivel de la vagoneta; iba apuntando cada cargamento, porque trabajaba a destajo. El picador perforaba la piedra con su martillo neumático para que el dinamitero pudiera introducir los explosivos y hacer las voladuras controladas. Antes de los martillos, los barreneros abrían los hoyos para la dinamita con maza y pica. El peligro era constante, y variado; de hecho, era más peligrosa la sílice suspendida en el aire que las propias explosiones".

Dureza máxima

La seguridad en la mina era más laxa antes. "El minero llevaba boina, alambre sobre ella para saber dónde estaba el techo y lámparas de aceite o candiles de carburo para iluminarse. Pañuelo en boca para tragar menos polvo, niños que subían y bajaban agua a los mineros... curiosamente, las ratas les servían como avisadoras de malas ventilaciones, incendios o movimientos de tierra, ya que las detectaban antes que nadie y si las veías salir corriendo, había que salir corriendo".

En la galería izquierda desde el plano de bajada hay un recuerdo a los entibadores, que iban sujetando las galerías; los de Escucha ganaban premios. Hay una placa de reconocimiento a Bienvenido Carbó, Bernabé Gregorio y Jesús Azuara. Aparece una gran rozadora que avanzaba en modo de oruga; era utilizada para extraer el carbón, y llevaba adjuntas sus palas recogedoras. Un poco más allá asoma uno de los puntos favoritos de los visitantes; la simulación del barrenado y la voladura; eran siempre en el cambio de turno, por cierto.

Vídeo del Museo Minero de Escucha en 'Aragón es extraordinario'

Una curiosidad; buscando documentación se encontró una nómina a nombre de la mula Lucera, que está representada en una galería del museo; trabajaba como una ídem. Muy cerca hay un altarcito de Santa Bárbara; se celebra su fiesta el fin de semana más cercano al 4 de diciembre. "La Asociación de Recuperación de Patrimonio Minero -revela Sara- reparte candiles de carburo a la gente, se apagan todas las luces del pueblo de Escucha y suben a la virgen hasta aquí. Como también es patrona de la artillería, se van tirando petardos y al final, desde el castillete, fuegos artificiales".

Se han colocado muñecos hiperrealistas a lo largo de las galerías para mejorar la comprensión de las tareas. Un artesano de Prames los distribuyó a principios del 2019. Otras veces, esos mineros hiperrealistas son literalmente reales, de carne y hueso, porque vienen en un grupo de visita. "Están atentísimos a las explicaciones -cuenta Juan- y les gusta meter baza cuando se tercie. Las guías enseguida se dan cuenta cuando hay uno y crean una sinergia con ellos, invitándoles a participar de las explicaciones. "Alguno viene a pillarnos, pero son los menos -ríe Sara- y es muy didáctico tenerlos para el resto de los visitantes… y para nosotras, que no hemos trabajado en la mina; aunque hemos hecho los deberes, siempre estamos abiertas a aprender más cosas".

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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