El último tramo de los "bicigrinos"  

Tercera y última entrega del recorrido desde Aragón hasta la plaza del Obradoiro. 

Típica postal gallega con la niebla de camino a Santiago
Típica postal gallega con la niebla de camino a Santiago
Alfonso Corral

Después de recorrer las tres etapas del Camino aragonés, primero, y avanzar hasta León, después, los 'bicigrinos' completan las cinco últimas etapas que les separan de Santiago de Compostela. 

ETAPA 9. LEÓN – RABANAL DEL CAMINO

Datos técnicos

Distancia: 74,5 kilómetros

Desnivel: 657 metros

Tiempo en movimiento: 3 horas y 40 minutos

Velocidad media: 20,4 km/h

Dificultad de la etapa: 2/5

Crónica

La despedida de León es como su entrada: soporífera. Encima, para remate, hoy se acompaña de una tromba de agua. Justo en el desvío de Mazarife se nos une Enrique, un bicigrino de Chinchón con quien pasaremos el resto de la mañana. Así, gastando más saliva que fuerza, superamos la primera mitad de la etapa y llegamos a Hospital de Órbigo, una urbe medieval presidida por un puente que se antoja infinito; o un buen momento para compartir cuatro fotos y una mesa con vistas para el almuerzo. Eso sí, sin demoras, que la jornada para Enrique se alarga hasta Ponferrada.

El bocadillo cobra sentido cuando avanzamos por el área de Santibáñez de Valdeiglesias y enfilamos un sube y baja que nos guía hasta el Crucero de Santo Toribio: un balcón que concede una increíble perspectiva de Astorga. De aquí a la capital de la Maragatería, un ágil descenso y otro rampón lacerante. Y en la antigua Asturica Augusta, más Gaudí y más agitación. Es decir, más monumentos y más ambiente. En otras palabras, más fotos y más turistas.

Nuestra idea es acercarnos a Castrillo de Polvazares para conocer la meca del cocido maragato, pero no encontramos el giro para la variante y sí un verdoso paisaje o las primeras oscilaciones de la Cruz de Ferro. El asunto se ha puesto muy cuesta arriba desde Murias de Rechivaldo. Y traspasado El Ganso, una senda rota que enlaza con un muro empedrado nos deja en Rabanal del Camino. Estamos en un precioso reducto montañés, a 1.200 metros de altitud, donde seguro que el cocido maragato es más suculento. Buen camino y buena suerte, Enrique.

Puente de Hospital de Órbigo
Puente de Hospital de Órbigo
Alfonso Corral

Lo mejor

Escoger la vía de Mazarife en la bifurcación que encuentras poco después de León. Nosotros preferimos rodar custodiados por la paz y la sinfonía del medio rural. Algo similar se siente nada más que sobrepasas Santa Catilina de Somoza y empiezas a divisar los montes Aquilanos.

Lo peor

El trayecto hasta abandonar León. En verdad, las entradas y las salidas de las grandes ciudades del Camino se hacen largas y aburridas. Puede que Logroño se salve de esta quema.

Un consejo

Conecta con otros peregrinos. Juntarnos con Enrique ha sido una grata experiencia, un soplo de aire fresco. Y esto sirve para la etapa como para la posetapa, porque en los albergues y en las zonas turísticas de las ciudades en las que pernoctas también hallarás personas deseosas de compartir tiempo, vivencias o anécdotas.

No te pierdas

Explora qué fue el Passo Honroso en Hospital de Órbigo y deléitate con la magia de Astorga. Cerca del recorrido principal está Castrillo de Polvazares, donde nos contaron que hacen un cocido maragato de rechupete. Nosotros lo saboreamos en El Refugio, un restaurante de Rabanal del Camino que sabe mezclar lo castizo con lo moderno. Después de digerirlo, es obligatorio tomar asiento en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción para renovarse con una misa que aúna cantos gregorianos y rezos en latín. Y para acabar, acércate al bar del Albergue de Nuestra Señora del Pilar: con tanto protagonismo de nuestra Virgen, aquí nos sentimos como en casa. Su propietaria te marcará.

Dejando un recuerdo en Cruz de Ferro
Dejando un recuerdo en Cruz de Ferro
Alfonso Corral

ETAPA 10. RABANAL DEL CAMINO – LAS HERRERÍAS

Datos técnicos

Distancia: 77,4 kilómetros

Desnivel: 1053 metros

Tiempo en movimiento: 4 horas y 36 minutos

Velocidad media: 16,8 km/h

Dificultad de la etapa: 4/5

Crónica

El cielo amanece encapotado para dar a la Cruz de Ferro el halo que merece. Son poco más de siete kilómetros los que nos quedan para acariciar el techo del Camino. El paisaje es digno de influencer. Apetece escalar y lo hacemos por la senda, escoltados por una vegetación y un rocío que saben alentar al peregrino hacia la cima; una imagen que evoca a esos ciclistas profesionales abriéndose paso entre miles de fanáticos que gritan y portan banderas. Esto hay que respirarlo. Ya en la cumbre, fatiga, euforia y misticismo a partes iguales. Aquí dejamos nuestros deseos; justo al lado de nuestras ofrendas.

Desde la Cruz hasta El Acebo, la bajada es una delicia. En cambio, el riesgo aumenta rumbo a Molinaseca por los pedruscos, las zanjas o los escalones de roca. La lluvia aparece para complicar más la ecuación, así que nos obligamos a ser quirúrgicos y a echar el pie a tierra cuando toque. Sin vergüenzas, que el final de la etapa está en Santiago. El descenso es agotador, aunque agradecemos la fortuna de rodar por este entorno tan impecable: uno de esos lugares donde perpetuarse.

El hambre y el agua no nos frenan en el avance hacia Ponferrada. Y es que deducimos que el descanso, el bocadillo y el café serán más fructuosos en la majestuosa capital de El Bierzo. Desde aquí, el recorrido va perdiendo su gracia: el frío, la lluvia o los tramos por carretera deslucen el encanto de los océanos de viñas sobre suelos arcillosos. En Cacabelos y Villafranca del Bierzo descubrimos dos oasis, pero lo cierto es que aligeramos hasta Las Herrerías. Hoy dormimos en la sierra de Ancares, a los pies de O Cebreiro. Después de tres días espléndidos por territorios leoneses, este otro gigante nos abrirá las puertas de Santiago.

Lo mejor

La subida y la bajada a la Cruz de Ferro por ese sendero que nos deja tiempo para disfrutar del bosque, el paisaje y los pueblos: Foncebadón, Manjarín, El Acebo, Riego de Ambrós y Molinaseca. Arriba, la tradición dice que debes posar una piedra sobre la base de la Cruz.

Lo peor

Desde poco antes de Ponferrada, muchos kilómetros del día transcurren por esas vías pegadas a carreteras o sobre el propio asfalto. Mucho cuidado en estos tramos. Y más en un día lluvioso.

Un consejo

La meteorología puede ser adversa por estas zonas. Por tanto, ten a mano ropa para abrigarte o protegerte de la lluvia. También para tú bicicleta o tus enseres: guardabarros, luces de señalización más potentes, fundas antilluvia para las bolsas o mochilas…

No te pierdas

El castillo templario y el casco urbano de Ponferrada te devolverán al Medievo. En Cacabelos, reduce la velocidad para mirar a uno y otro lado de la arteria principal. Y en Villafranca del Bierzo, detente ante la Puerta del Perdón de la iglesia de Santiago para averiguar una de las grandes intrahistorias del Camino. Ya en Las Herrerías, pasea para observar la arquitectura del medio rural. Esta zona de El Bierzo, además, despunta por sus buenos caldos o sus sabrosos platos, como el botillo.

Empujando la bicicleta en O Cebreiro.
Empujando la bicicleta en O Cebreiro.
Alfonso Corral

ETAPA 11. LAS HERRERÍAS – SARRIA

Datos técnicos

Distancia: 49,1 kilómetros

Desnivel: 1236 metros

Tiempo en movimiento: 3 horas y 35 minutos

Velocidad media: 13,7 km/h

Dificultad de la etapa: 5/5

Crónica

Es agosto y el termómetro registra 10 °C. Enfrente, O Cebreiro, o el plato fuerte de la jornada que empieza a solo un kilómetro de Las Herrerías. Con descaro, optamos por la vía enrevesada y así nos va: desde la bifurcación hasta La Faba apenas podemos pedalear por un sendero dominado por barro, piedras y pendientes de aplomo. Hasta andar resulta costoso en esta ascensión que se cuenta por metros. La empresa mejora al alcanzar el poblado de La Faba, aunque la alegría es efímera: dos nuevas inclemencias entran en escena, la lluvia y las boñigas. Deslizar la bicicleta es un suplicio, así que recurrimos a chepazos y equilibrismos para saludar a Galicia y tocar el cielo de O Cebreiro. Otro ilusionismo: hollar cima es fantasía, sí, pero ahora llegan los toboganes para conquistar los altos de San Roque y de Poio. El segundo es una pared. Brutal.

A partir de Viduedo, descenso rápido y gélido hasta Triacastela, donde nos avituallamos. Al parar, revelamos que tiritamos y vamos cubiertos de barro y sucedáneos. El retrato es para la posteridad. Como el bocadillo de tortilla. Toca emprender la marcha y contamos con dos posibilidades: Samos o San Xil. Cogemos la exigente, claro, porque en San Xil se esconde el Alto de Riocabo con sus porcentajes de dos dígitos. Eso sí, más belleza y más fango. Y después, bajada transitoria hasta Sarria entre sendas sombrías, minas de terneros y poblaciones lúgubres.

La jornada ha cumplido con todos los tópicos: desde ese clima tan caracterizado por la lluvia fina o la humedad penetrante; hasta ese entorno tan adverso para la vida humana en el que imperan el agua, las vacas y la vegetación salvaje. A nuestra cita solo faltan las meigas, los licántropos y la Santa Compaña, pero ello nos habría convertido en peregrinos de leyenda. Sea como fuere, era la etapa reina y las condiciones atmosféricas la han encumbrado. Es probable que hoy hayamos vivido el día más hostil sobre una bicicleta. Seguramente, el tiempo dirá que también uno de los más redondos. Quizás sea por la magia gallega. O porque solo restan 115 kilómetros hasta Santiago.

Lo mejor

Sin duda, O Cebreiro y esa atmósfera que solo puede haber nacido de un hechizo o de las propias fuerzas telúricas. Por más que en algunos tramos sea una odisea, atrévete con el sendero de La Faba. Es pura armonía.

Lo peor

El desnivel acumulado en tan pocos kilómetros. Esta realidad refleja la exigencia de una etapa en la que los muros son murallas.

Un consejo

Sé precavido para minimizar el impacto de todo aquello que no podemos controlar: estado del tiempo, situación del firme, presencia de animales… Y aunque sientas que no lo necesitas, bebé mucha agua: la humedad nos engaña y nos quita la sed.

No te pierdas

El atractivo es la jornada en sí misma. No obstante, disfrutarás con los teitos y el resto de las edificaciones de O Cebreiro, o paseando por el barrio viejo de Sarria. Esta población es significativa porque suele ser el punto inicial de muchas peregrinaciones a Santiago. Aquí descubrirás más ambiente o más oferta para saborear los platos típicos gallegos como el lacón con cachelos. La visita al monasterio de Samos la dejamos para el futuro.

ETAPA 12. SARRIA – ARZÚA

Datos técnicos

Distancia: 78,4 kilómetros

Desnivel: 1440 metros

Tiempo en movimiento: 4 horas y 58 minutos

Velocidad media: 16 km/h

Dificultad de la etapa: 4/5

El mojón de los 100 kilómetros
El mojón de los 100 kilómetros
Alfonso Corral

Crónica

Tras haber doblegado la Cruz de Ferro y O Cebreiro, creíamos que todo lo espinoso estaba salvado. Lejos de ello, ante nosotros emerge la dureza extrema de la Galicia profunda. Y esa fina capa de niebla que aporta más épica a la epopeya. Desde la salida en Sarria, los repechos se encadenan entre Barbadelo, Peruscallo o A Brea, donde posamos para la foto en el mojón que fija los últimos 100 kilómetros. Qué lejos queda ya Somport…

En Portomarín, el embalse del Miño nos regala una panorámica más propia del litoral atlántico que del interior lucense. Aquí culmina la eventual tregua orográfica: vuelven las cuestas y, para colmo, son más empinadas. El repecho de Castromaior es de sálvese quien pueda. En conjunto, 35 kilómetros de etapa son suficientes para resolver el enigma de por qué el relieve gallego es tan peculiar como incómodo. O jodido, en otras palabras. Esta era la trampa del día. De eso no hay duda.

Aunque la distancia y el desnivel siguen en aumento, pedalear entre Ligonde, Palas de Rei y Melide parece menos molesto. En este último municipio cumplimos con la tradición: parada obligatoria en el famoso Ezequiel para degustar su pulpo a feira y la compañía de otros peregrinos. Con talento, por supuesto, que no queremos que los últimos 15 kilómetros se nos atraganten. Y es justo eso lo que no ocurre: pese al encanto de algunos espacios, el tramo se hace eterno por las dichosas rampas. Esto es Galicia. Y esto es Arzúa. Por tanto, antes de vieiras comeremos queso.

Lo mejor

El sentimiento de que el Camino está vivo, es decir, avanzar rodeado de peregrinos. Hemos tenido que esperar al penúltimo día para certificar que no somos la excepción en el año de la pandemia de la covid-19. Igual de bueno es ese pulpo de Melide macerado con anécdotas y vivencias de otros compañeros de ruta.

Lo peor

En Galicia hay muchos kilómetros que transcurren por carreteritas estrechas que en otras partes de España serían caminos de tierra. La rigidez climática y orográfica obligan a asfaltar estos viales.

Un consejo

El número de peregrinos ha crecido desde Sarria y eso se traduce en nuevos riesgos para los ciclistas y los propios caminantes. La instalación de una pequeña bocina en el manillar te ayudará. De lo contrario, siempre puedes gritar aquello de “buen camino”.

No te pierdas

Portomarín, Palas de Rey, Melide o Arzúa son ejemplos de núcleos gallegos con una población superior al millar de personas. Sin embargo, durante el recorrido atraviesas otros poblados como Ferreiros, Leboreiro o Ligonde que igualmente permiten conocer la arquitectura, la cultura o la gastronomía gallega. Pon atención y que la bajada no te impida detenerte ante el Cruceiro de Lameiros.

Encuentro con más peregrinos
Encuentro con más peregrinos
Alfonso Corral

ETAPA 13. ARZÚA – SANTIAGO DE COMPOSTELA

Datos técnicos

Distancia: 39,6 kilómetros

Desnivel: 649 metros

Tiempo en movimiento: 2 horas y 20 minutos

Velocidad media: 17 km/h

Dificultad de la etapa: 2/5

Crónica

Estábamos descorchando el champán y por poco nos olvidamos del postre: el tercer etapón por tierras gallegas. La sabiduría popular dice que “hasta el rabo todo es toro”, y eso aquí equivale a más niebla, más barro, más bosques, más lluvia, más güeñas y más cuestas. Así mandan los cánones de esta zona tan singular como poética. Un lugar único por sus poblados, sus hórreos y su verdor. Por ese olor a hierba y heno. O por esas carreteritas y caminos. Qué rampas. Qué imágenes. Qué magnetismo.

Suponíamos que era un día para hacer repaso y fotografías. Y sí, pero no. Porque un aguacero hace que incrementemos la velocidad. Como si así pudiésemos eludir el agua. Valdría más aceptar aquel proverbio árabe de que “el hombre mojado no teme la lluvia”. Nos iría mejor, la verdad. Y disfrutaríamos todavía más. Porque la jornada está siendo especialmente cautivadora, hasta tal punto que firmaríamos que los primeros 20 kilómetros entre Arzúa y Arca do Pino entran dentro nuestra lista con los cinco mejores tramos de todo el Camino. Probablemente, ayuda que hoy escuchemos gaitas y flautas, que saludemos a más peregrinos que nunca, o que el subibaja parece más bajisube. Ahora bien, no dejamos que la euforia nos embriague, pues en Amenal hay que ascender hasta dar con el aeropuerto. No poco, de hecho. Y más de lo mismo en el Monte do Gozo. O del destrozo. Porque apenas quedan fuerzas.

Ahí al fondo está Santiago. Y en la plaza del Obradoiro, el apóstol. Han sido dos semanas fascinantes, irrepetibles. Nuestro milagro es que todo ha salido de fábula. Seguro que regresamos. Mientras tanto, ¡ultreia!

Lo mejor

La mezcla de sentimientos que vives mientras recorres la etapa. Una jornada que, por cierto, avanza por parajes más propios de los cuentos infantiles.

Lo peor

Haber menospreciado el último día sobre la bicicleta. Son solo 40 kilómetros, sí, pero el relieve gallego nunca te lo pone fácil.

Un consejo

Al planificar tu Camino, guárdate un par de días para llegar hasta Finisterre. Es el broche perfecto para esta aventura. Nosotros lo posponemos para otra ocasión, pues hemos aprendido que, como sucede con Roma, la mayoría de los Caminos conducen a Santiago.

No te pierdas

Poco o nada hay que decir de Santiago de Compostela. Pasea, come, visita, bebe, alterna, reza y, además, reflexiona sobre todo lo que has vivido y conseguido. Seguro que te animas a volver.

 

Comentarios
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