El patio de mi recreo

Yasmina Praderas: “Volvería a las noches de verano en Montesusín, cuando miraba a las estrellas e imaginaba mil aventuras”

La mezcladora de sonido para cine oscense Yasmina Praderas vivió su infancia entre Huesca y Montesusín.

Yasmina Praderas, con 18 años, en Huesca, brinda con su copa en la Nochevieja de 1999.
Yasmina Praderas, con 18 años, en Huesca, brinda con su copa en la Nochevieja de 1999.
Y. P.

Huesca, 1981. Mezcladora de sonido para cine, fue la primera mujer en ganar el Goya a mejor sonido en la especialidad de Mezclas con ‘As Bestas’, en 2023. En 2024 es candidata a los Goya por ‘Saben aquell’ y ‘Campeonex’. Vivió su infancia entre Huesca y Montesusín. Reside en Barcelona.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?
En gran medida sí. Lo más significativo fue la convivencia con mis amigos de Montesusín, con los que formamos una superpandilla donde vivíamos grandes aventuras y momentos muy felices. Pero tampoco la siento idealizada, hubo momentos agrios.

¿Qué le hizo reír por primera vez?Tal vez, las películas de Astérix

¿Qué le hizo llorar?
Una caída estrepitosa durante las fiestas del pueblo. Tropecé, me di un golpe en el codo y comencé a sangrar. No me quedó marca, pero lo recuerdo como si de un trágico accidente se tratara, je, je.

¿Qué era en el patio del colegio?
Una chica reservada a la que le gustaba jugar a polis y cacos.

¿Se sentía rara, especial?
Sí, siempre fui una chica tímida e introvertida, no me gustaba llamar la atención. Era muy calladita.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?
Más que un castigo, me dejó huella una amenaza de castigo de mi madre por haber suspendido varias asignaturas: dejarme sin el chupinazo de las fiestas de San Lorenzo. El mayor drama que podía existir para mí. Por suerte, la amenaza acabó en agua de borrajas.

Yasmina Praderas, a los 2 años, con su hermano Héctor, en casa de su abuela, en Montesusín
Yasmina Praderas, a los 2 años, con su hermano Héctor, en casa de su abuela, en Montesusín
Y. P.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?
Jugar en Montesusín, con las bicis, construyendo casetas, ir a la piscina, ver películas y dibujos. Vivir aventuras.

¿Cuál fue la calle de su infancia?
Montesusín entero. Es el pueblo de mis abuelos.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Montesusín?
Lo que más, la libertad para jugar, entrar y salir de casa, trasnochar. Lo que menos, la sensación de que si eras diferente, algo no estaba bien, lo típico de cualquier pueblo.

¿Tenía mucha conciencia política?
No. En mi casa nunca se ha hablado mucho de política; comencé a tener conciencia ya entrada en la madurez

¿Qué imagen tenía de Felipe González?
Un señor amable que trabajaba mucho.

¿Era religiosa?
Algo sí, influida por el entorno familiar y social. En Montesusín fui a misa hasta bien entrada la adolescencia. Con los años he formado mi opinión sobre la religión, pero lo forjado en el pueblo se encuentra en mí de alguna manera.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado?
Sufrir como tal, no. Pero sí recuerdo sentir respeto por no pecar, quizás por no defraudar…, menuda responsabilidad.

¿Qué fobia forjó en esos años?
La fobia a los insectos. Un día mi hermano, mientras jugaba cerca de un muro, se quedó apoyado sobre un hormiguero y, en cuestión de segundos, muchas hormigas subieron por su mano. Esa imagen me impresionó muchísimo y, desde entonces, me daban mucho miedo. Siguen sin gustarme los insectos que se mueven descontroladamente.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?
Un compañero de clase murió con ocho años. No le di muchas vueltas a la situación. Siempre he aceptado la muerte con cierta calma y entendimiento.

¿Cómo ganó su primer dinero?
De niñera, en mi adolescencia, cuando cuidaba por las tardes a un primito de dos años.

¿Hizo algún disparate que le guste recordar?
Fueron unos cuantos disparates, pero hay una historia que me encanta. En el pueblo había un silo donde guardaban el maíz. A mi pandilla nos gustaba ir a la gran montaña de mazorcas para subir y tirarnos. En esa época yo llevaba un parche en el ojo para intentar corregir el ojo vago. Resultó que jugando en el silo perdí el parche. Como sabía que mi abuela iba a poner el grito en el cielo, solo se me ocurrió elaborar un superplan supercreíble para que mi abuela no me echase la bronca. Se trataba de explicarle cómo, mientras nos encontrábamos en el silo, aparecieron unos ninjas y, tras una ardua batalla, me quitaron el parche y se lo llevaron. Tal cual. Y me quedé tan ancha.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?
David Bowie en ‘Dentro del laberinto’.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?
El ‘Padrenuestro’. Mi abuela nos llevaba a misa y la cantaba como mínimo una vez a la semana

¿Quiénes fueron sus grandes amistades? ¿Qué recuerdos más poderosos guarda de ellas?
El grupo de amigas que hice durante la EGB en Huesca. Éramos una pandilla de cinco que, al entrar en el instituto, se fue ampliando. Seguimos muy en contacto, aunque cada una hace su vida. Tengo montones de recuerdos con ellas, compartimos momentos inolvidables. Para mí lo más relevante hoy es que hemos mantenido el respeto las unas por las otras y que cuando nos reencontramos es como si el tiempo no hubiese pasado.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?
Ser positiva, constante, respetuosa y humilde.

¿Qué o quién le desató la vocación que le ha marcado?
La vocación se desató en dos momentos diferentes: el primero a los 20 años, cuando tenía que elegir qué estudiar o a qué dedicarme. Una amiga de Huesca conocía a un chico que estudiaba cine en Barcelona. Yo no sabía que se podía estudiar cine. La idea me entusiasmó y fui a por ello: a los 21 años me instalé en Barcelona. El segundo momento fue cuando comencé a trabajar de ayudante de mezclas con el que ha sido mi mentor, Marc Orts.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?
Lo tuve claro al acabar los estudios de cine. No fue fácil acceder al mundo profesional, pero finalmente lo conseguí. Pero no tengo claro que todo sea para siempre: nunca se sabe. Igual dentro de unos años me estoy dedicando a otra cosa, aunque, hoy por hoy, no tiene pinta.

¿Hay algún defecto que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?
La timidez sigue formando parte de mí.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a cuál volvería?
Volvería a las noches de verano en Montesusín, cuando miraba a las estrellas e imaginaba mil aventuras.

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