Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Cuándo descubrieron el fuego los primeros humanos?

El control del fuego fue clave en la evolución. Su uso modificó la relación de los homininos con su entorno y transformó su alimentación y anatomía.

Hombres del pueblo san en Botsuana, mostrando cómo se hace fuego con una técnica tradicional.
Hombres del pueblo san en Botsuana, mostrando cómo se hace fuego con una técnica tradicional.
Ian Sewell

Charles Darwin consideraba que el fuego era el mayor descubrimiento de la humanidad, a excepción del lenguaje. El fuego proporcionó a los primeros humanos una fuente de calor y de luz, una herramienta con la que alargar las horas del día, protegerse de los depredadores, fabricar mejores herramientas y dispersarse por todo el planeta, incluso hacia gélidos parajes y altas latitudes. Y sobre todo, fue esencial para transformar nuestra alimentación.

No se conoce con exactitud cuándo empezaron los humanos a controlar el fuego. Es muy probable que las primeras interacciones de nuestros ancestros con este elemento fueran fortuitas; a partir de la observación de los incendios producidos por el impacto de los rayos. Los primeros Homo vivían en hábitats más abiertos que las especies de homininos precedentes y habían empezado a comer carne. Es en estos hábitats que los incendios naturales ocurrían de forma más frecuente y eran fáciles de observar.

Para situar el origen del control del fuego debemos considerar otros factores. Las herramientas de piedra más antiguas identificadas hasta la fecha tienen 3,3 millones de años (m.a.) de antigüedad, el género Homo podría haberse originado en África poco después, hace 2,8 m.a., y disponemos de evidencias de la presencia de Homo erectus fuera de África hace 1,8 m.a. en Georgia y Oriente Próximo, hace 1,7 m.a. en el norte de China y hace 1,5 m.a. en Java. Homo erectus aparece en el registro fósil hace aproximadamente 2 m.a. y fue la primera especie humana con unas proporciones corporales parecidas a las nuestras: entre 1,5 y 1,8 metros de altura, y unas piernas más largas y unos brazos más cortos que sus predecesores.

¿Origen temprano o tardío?

Algunos especialistas plantean que el uso del fuego tiene profundas raíces en el linaje Homo. Sostienen que los cambios anatómicos que caracterizan a los Homo erectus son el resultado de un cambio drástico en su dieta hacia una alimentación de mejor calidad (que proporcionaba más calorías) y que no podía lograrse sin cocinar los alimentos. Por lo tanto, las diferencias anatómicas con su predecesor Homo habilis se deberían al control del fuego. 

Y también apuntan que la dispersión temprana de Homo erectus fuera de África hacia latitudes más frías no habría sido posible sin el uso del fuego. 

Por el contrario, otros expertos se basan en el registro arqueológico y sostienen que el control del fuego no se generalizó hasta más tarde, en el Pleistoceno Medio.

Al principio, es posible que los primeros Homo fueran en busca del fuego. Los incendios naturales podían durar días y el fuego dejaba al descubierto presas como pequeños mamíferos o reptiles y huevos de pájaros –también nueces, semillas, raíces, o tubérculos– que al haber sido cocinados accidentalmente aumentaba su digestibilidad y la energía que proporcionaban. 

Más tarde, estos homininos habrían encontrado la forma de mantener el fuego gracias a materiales de combustión lenta como el carbón o los excrementos de animales. Otras especies de animales interactúan con el fuego –los chimpancés, por ejemplo, recolectan las semillas que se tuestan en un incendio–, pero únicamente los humanos aprendieron a controlarlo y utilizarlo en beneficio propio.

Las evidencias tempranas de uso del fuego halladas hasta la fecha no son muy abundantes. Ello se debe a que los restos de fuego se preservan peor en el registro arqueológico que artefactos duros como las herramientas de piedra. En los yacimientos donde se ha documentado la presencia de fuego se encuentran fragmentos de huesos quemados, herramientas de piedra modificadas por el calor o fragmentos de arcilla cocida. También, los restos de brea que los neandertales utilizaban a modo de pegamento para fijar las puntas de herramientas de piedra a mangos de madera o hueso son una prueba del uso del fuego, esencial para obtener la brea calentando corteza de abedul a altas temperaturas durante horas.

En algunos casos puede ser difícil precisar si los restos proceden de un fuego intencionado (de origen antropogénico) o natural, mientras que en otros tanto el contexto como la evidencia no dan lugar a duda. Por ejemplo, la presencia de piedras delimitando una depresión circular en tierra con restos de material calcinado; un hogar a cuyo alrededor, hace decenas de miles de años, nuestros antepasados se calentaban, cocinaban, practicaban ritos y compartían historias y canciones.

Lanza Schöninger VII, endurecida al fuego, de entre 380.000 y 400.000 años de antigüedad.
Lanza Schöninger VII, endurecida al fuego, de entre 380.000 y 400.000 años de antigüedad.
P. Pfarr NLD

Las pruebas más antiguas de control del fuego

A principios de los años setenta, en el yacimiento de Koobi Fora, al este del lago Turkana en Kenia, se encontraron pequeñas áreas de sedimento enrojecidas que los investigadores consideraron como evidencias de combustión. Desde entonces, otros yacimientos antiguos han proporcionado restos compatibles con un uso temprano del fuego por parte de Homo erectus. El sitio FxJj20 en Koobi Fora tiene una edad de 1,5 millones de años y estudios recientes han revelado nuevas pruebas que indicarían el uso del fuego en este nivel del yacimiento. En Chesowanja, cerca del lago Baringo, también en Kenia, se encontraron fragmentos de arcilla roja endurecida por el calor en un yacimiento de 1,4 millones de años de antigüedad, donde también se localizaron herramientas de piedra olduvayenses.

En Sudáfrica, en la cueva de Swartkrans, a finales de los ochenta se encontraron fragmentos de hueso calcinados en un nivel del yacimiento con una antigüedad entre 1,5 y 1 m.a., algunos de ellos con marcas de corte. Se localizaron en distintas áreas de excavación, y los análisis químicos demostraron que habían sido calentados a más de 200 grados, una temperatura como la que se alcanza en las hogueras. También en Sudáfrica, en la cueva Wonderwerk, análisis micromorfológicos y con microespectroscopia de los sedimentos intactos de la cueva proporcionaron una de las evidencias inequívocas más tempranas del uso controlado de fuego, hace 1 millón de años, en forma de huesos quemados y restos de plantas incinerados. En ambos casos los restos se localizaron dentro de las cuevas, reforzando la idea de que se trataba de fuegos intencionados y no producidos por causas naturales.

En Oriente Próximo, uno de los mejores sitios que documentan el uso del fuego por parte de nuestros ancestros es el yacimiento al aire libre de Gesher Benot Ya’aqov, en Israel. En él se han identificado restos de madera quemada y de carbón en distintos niveles, asociados a fragmentos de herramientas de sílex con marcas de fuego, lo que indicarían la presencia de hogares, y restos de peces expuestos a bajas temperaturas (menos de 500 grados), lo que sugiere, junto con los datos arqueológicos, que los peces habían sido cocinados y consumidos en el lugar. Según los investigadores, sería la evidencia más temprana del uso del fuego para cocinar, con una antigüedad de 780.000 años antes del presente. Se desconoce qué especie o población humana habitaba en ese lugar.

En Asia, encontramos el yacimiento de Zoukoudian, en China, en el que está documentada la presencia de Homo erectus (los restos conocidos como el ‘hombre de Pekín’) en un período comprendido entre 700.000 y 400.000 años antes del presente. En Zhoukoudian se han encontrado herramientas de piedra y restos de huesos calcinados y capas de cenizas que indicarían el control del fuego en este yacimiento.

En Europa, aunque está aceptado que los homininos empleaban el fuego de manera generalizada hace 350.000 años e incluso antes, uno de los yacimientos más antiguos donde se ha documentado de forma indiscutible su uso controlado es Valdocarros II (Arganda del Rey), donde hace 250.000 años unos ancestros humanos, que fabricaban hachas de mano de tipo achelense, utilizaron madera de pino en descomposición como combustible para encender el fuego de distintos hogares y, probablemente, cocinar carne de cérvidos o uros.

Los simios cocineros

El fuego ha moldeado nuestra evolución. Su uso ha tenido repercusiones tanto biológicas como sociales y culturales. Una de las principales: el fuego transformó completamente la dieta de nuestros antepasados.

El primatólogo y antropólogo británico Richard Wrangham, entre otros, ha estudiado el papel que cocinar los alimentos ha tenido en nuestra evolución y lo considera un elemento clave en el éxito evolutivo del género Homo. Wrangham desarrolló la ‘hipótesis de la cocina’ que divulgó en su libro ‘En llamas: cómo la cocina nos hizo humanos’.

Cocinar los alimentos, sean carne o vegetales, los hace más digeribles y aumenta la cantidad de energía que nuestro cuerpo obtiene de ellos. Esta energía extra proporcionó a los primeros cocineros ventajas evolutivas para sobrevivir y reproducirse mejor que los homininos precedentes. Con ello, sus genes se extendieron y sus cuerpos se fueron transformando y adaptando a la nueva dieta para sacarle mayor provecho. La selección natural favoreció la reducción del tamaño del aparato digestivo, que podía digerir los alimentos cocinados con un menor coste energético. Las mandíbulas, dientes y los músculos para masticar también se tornaron más pequeños.

Y la mayor energía que se obtenía de los alimentos y que se liberaba de otros quehaceres, favoreció la evolución del cerebro, que a lo largo del Pleistoceno dobló su tamaño, de los 600 cm3 del Homo habilis a los más de 1.400 cm3 de sapiens y neandertales. La ‘hipótesis de la cocina’ indica que los humanos estamos adaptados a comer alimentos cocinados y que fue el uso del fuego y no solo el consumo de carne el factor clave en la evolución de los primeros Homo. Como afirma Wrangham, "somos los simios cocineros, las criaturas de las llamas".

Herramientas de sílex localizadas en la cantera de Evron, un yacimiento del Paleolítico Inferior, con una antigüedad entre 1 millón y 800.000 años, ubicado en Israel. Aunque no hay en ellas muestras visuales de uso de fuego, nuevas técnicas han determinado que fueron sometidas a altas temperaturas, lo que las convierte en una de las primeras muestras del uso del fuego por nuestros ancestros.
Herramientas de sílex localizadas en la cantera de Evron, un yacimiento del Paleolítico Inferior, con una antigüedad entre 1 millón y 800.000 años, ubicado en Israel. Aunque no hay en ellas muestras visuales de uso de fuego, nuevas técnicas han determinado que fueron sometidas a altas temperaturas, lo que las convierte en una de las primeras muestras del uso del fuego por nuestros ancestros.
Zane Stepka

Rastros invisibles del fuego

La identificación de la presencia de fuego en los yacimientos arqueológicos tempranos se basa en la detección de marcas de combustión en los restos de animales, plantas o herramientas encontrados. Se realizan análisis microscópicos de los sedimentos y se emplea la termoluminiscencia para poder estimar su antigüedad. Se estudian, por ejemplo, el tipo de carbón y de qué árboles o plantas procede, y los restos de moléculas orgánicas, como grasas, alteradas térmicamente que indicarían la presencia de madera, hueso o carne y las temperaturas que se alcanzaron, para determinar la función del fuego.

Sin estos rastros visibles, o detectables con los métodos empleados, no hay fuego, y es posible que se esté descartando su presencia en algunos yacimientos. En un estudio publicado en 2022, investigadores de Israel y Canadá desarrollaron técnicas de inteligencia artificial para poder detectar el uso del fuego en ausencia de marcas visuales claras en los materiales estudiados a partir de datos de espectrometría. 

Los científicos analizaron muestras de un yacimiento del Paleolítico Inferior en la cantera de Evron, con una antigüedad entre 1 millón y 800.000 años, y demostraron la presencia de restos de animales y herramientas de piedra quemadas. El yacimiento de la cantera de Evron es contemporáneo al de Gesher Benot Ya’aqov, también en Israel, donde está bien documentado el uso del fuego. La técnica desarrollada por este equipo podría ser usada en otros yacimientos del mismo período o incluso más antiguos en los que tampoco hay rastros visibles de fuego.

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