Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

¿Es momento de pasarse a la carne cultivada en laboratorio?

Su mayor reclamo es su sostenibilidad, pero ¿qué impacto ambiental tendría producir carne sintética a gran escala?

La carne cultivada, sintética o carne de laboratorio (lab-grown meat) ya es una realidad
La carne cultivada, sintética o carne de laboratorio (lab-grown meat) ya es una realidad, pero aún es un sueño que se parezca a un filete

La carne cultivada, sintética, o carne de laboratorio (lab-grown meat) ya es una realidad, tal y como lo acredita que el Gobierno estadounidense haya concedido la licencia para su comercialización a dos compañías. Una alternativa cuyo mayor reclamo es su sostenibilidad ambiental… mientras no se demuestre lo contrario.

La carne cultivada, sintetizada en el laboratorio en grandes biorreactores a partir de cultivos celulares, se presenta como la alternativa idónea desde un punto de vista de la sostenibilidad ambiental frente a la industria cárnica tradicional, basada en la ganadería. 

Una carta de presentación respaldada por estudios como el efectuado en 2011 por investigadores de las universidades de Oxford y Amsterdam, que estimaba que la producción de carne cultivada reduce hasta en un 45% el consumo de energía que demanda producir la misma cantidad de carne en la industria tradicional. O el más reciente efectuado por investigadores neerlandeses, que calcula una reducción de un 90% en la emisión de gas invernadero, del 95% en el consumo de tierra y del 78% del consumo de agua.

Pero, ¿realmente es la carne cultivada la alternativa idónea que nos quieren (empezar a) vender? Un nuevo estudio efectuado por investigadores estadounidenses de la Universidad de Davis concluye que empleando la tecnología que actualmente se aplica en el laboratorio, el impacto ambiental de su producción a gran escala sería bastante mayor que el de la industria cárnica tradicional. 

Según los investigadores, los estudios previos habrían subestimado tanto la energía y el consumo de agua requerido, como las emisiones de gases invernadero del proceso, hasta el extremo de que, según sus cálculos, la producción de un kilogramo de carne cultivada deja una huella de carbono entre 4 y 5 veces mayor que la misma cantidad de carne al uso.

Ni que decir tiene que el nuevo trabajo, aún pendiente de revisión para ser publicado, ha causado tanto revuelo como suspicacias y discrepancias entre los científicos que se dedican a este campo. Pero más allá de que los nuevos datos sean más o menos ajustados, el informe ha servido para poner el foco sobre si la carne cultivada es la mejor alternativa, al menos con los métodos de producción existentes (a escala de laboratorio) hoy en día.

O dicho de otro modo: ¿qué sucederá al llevar el proceso del laboratorio a una producción a gran escala? Es entonces cuando surgen las incertidumbres: ¿cuál será el coste medioambiental de construir todas las plantas necesarias para reemplazar a la producción de la industria cárnica tradicional? ¿cuál será el consumo energético y de recursos como el agua que demandarán estas plantas? ¿qué tipos de residuos genera y cómo serán tratados? Y no menos importante, ¿cómo será su convivencia/competencia con el sector ganadero y cómo afectará a los millones de personas que dependen de éste?

Más aún cuando, aparte del consumo de tierra y agua que demanda la ganadería tradicional -y todavía está por ver cuánta de una y otra demandaría la implementación a gran escala de la producción de carne sintética-, el principal debe que se le achaca a aquella es que es responsable de un tercio de las emisiones totales de gas metano -un gas con un efecto invernadero 28 veces más potente que el del CO₂…

… O al menos eso se creía hasta ahora. Porque otro estudio recientemente publicado apunta a que la contribución al calentamiento global del metano es sensiblemente inferior -hasta un 30% menos de lo estimado hasta el momento- debido al descubrimiento de un nuevo mecanismo de acción del gas en las capas altas de la atmósfera: además de la conocida absorción de radiación infrarroja procedente de la superficie y principal causante de su efecto invernadero; ahora se ha comprobado que el metano también absorbe radiación de onda corta (UV) procedente del sol en las capas superiores de la troposfera. Y al reducir la radiación incidente, provoca un enfriamiento en las capas inferiores que causa a su vez un aumento de la formación de nubes. Unas nubes que bloquean el paso de radiación solar a la superfici,e evitando así que se convierta en radiación infrarroja que, al ser devuelta, es absorbida por los gases con efecto invernadero.

Así pues, antes de lanzarse a vender y comprar carne cultivada en aras de la salvación del planeta, convendría que las autoridades pertinentes se pusiesen de acuerdo y arrojasen un poco más de luz sobre esta cuestión que, además de afectar al cambio climático, también pone en jaque a un sector del que viven y dependen millones de personas.

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