Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Si comes de todo, mira cómo baja la huella de carbono solo con cenar vegetariano

Una medida tan fácil de llevar a cabo sin renunciar a ningún alimento puede suponer un importante grano de arena para frenar el calentamiento global.

Tortilla paisana de una cena vegetariana
Tortilla paisana de una cena vegetariana
Calafellvalo

Sin duda, en el momento actual el reto más acuciante al que se enfrenta el ser humano a escala global es el de frenar –y en el mejor de los sueños llegar a revertir– el cambio climático y el calentamiento global a consecuencia del mismo. Tal vez no tan acuciante –al menos desde el punto de vista mediático–, otro de los grandes desafíos que enfrenta la sociedad humana es garantizar una alimentación adecuada para los ya 8.000 millones de personas que pueblan el planeta. Entendiendo por adecuada que sea suficiente –en cantidad y en aporte nutricional– en el tercer mundo y saludable en el primero, donde el sobrepeso, la obesidad y los problemas de salud derivados de ellos han alcanzado ya el estatus de epidemia y se han convertido en una de las principales causas de muerte y atención médica.

Dos desafíos que, además, están íntimamente relacionados, pues la producción de alimento (que engloba ganadería, agricultura, industria, transporte y eliminación de desechos) tiene una significativa contribución a las emisiones de gases invernadero a la atmósfera. De hecho, se estima que representa el 25% del total (es decir, unos 12.000 millones de T de equivalente-CO₂ anuales). Y asimismo porque el cambio climático supone una amenaza para muchos de los principales recursos alimenticios, fundamentalmente los agropecuarios, debido a las sequías pertinaces, las temperaturas extremas, la desertización y la expansión y proliferación de plagas.

La solución al primero de estos desafíos es de sobra conocida –y aplazada–: reducir de forma drástica e inmediata las emisiones de gases invernadero con 2030 como cada vez más utópico horizonte.

Y es plausible que la solución al segundo sea la misma –y no precisamente (solo) por lo mencionado–: un estudio reciente ha analizado la huella de carbono y la calidad desde el punto de vista de la salud de las principales dietas –o si se prefiere, estilos de alimentación– seguidos en el mundo occidental para llegar a la conclusión de que aquellas con menor impacto ambiental son asimismo las más saludables –aunque, todo sea dicho, no en idéntico orden–.

Seis estilos de alimentación

Las seis dietas o estilos de alimentación analizados fueron:

  • Dieta keto: prima el consumo de grasas y proteínas y restringe mucho el de carbohidratos.
  • Dieta paleo: inspirada en la de nuestros ancestros del paleolítico. mucha carne, pescado, huevos, frutas y frutos secos y semillas. Prescinde de cereales, legumbres, lácteos y tubérculos ricos en almidón, además todo tipo de procesados.
  • Dieta pescetariana: prácticamente toda la carne que ingiere es de origen marino.
  • Dieta vegana: exclusivamente alimentos vegetales.
  • Dieta vegetariana: además de vegetales también huevos y lácteos.
  • Dieta omnívora: la de todos aquellos que no se ajustan a ninguna de las anteriores.

Con más detalle, y centrándonos ya en la huella de carbono, según los cálculos del estudio:

  • la dieta vegana genera 0,69 kg de eq-CO₂/1.000 kcal; 
  • la vegetariana 1,16 kg de eq-CO₂/1.000 kcal; 
  • la pescetariana 1,66 kg de eq-CO₂/1.000 kcal; 
  • la omnívora 2,23 kg de eq-CO₂/1.000 kcal; 
  • la paleo 2,62 kg de eq-CO₂/1.000 kcal 
  • y la keto 2,91 kg de eq-CO₂/1.000 kcal.

Es decir, que las dietas más emisoras, paleo y keto, producen, respectivamente, unas tres y cuatro veces más gases invernadero que la vegana. Y casi el doble que la pescetariana.

Resumen de los resultados del estudio sobre huella de carbono y calidad nutricional de seis dietas o estilos de alimentación: vegana, (ovolácteo)vegetariana, pescetariana, keto, paleo y omnívora.
Resumen de los resultados del estudio sobre huella de carbono y calidad nutricional de seis dietas o estilos de alimentación: vegana, (ovolácteo)vegetariana, pescetariana, keto, paleo y omnívora.
Tulane University

Pero, más allá de la constatación de que las dietas con menor huella de carbono son asimismo las más saludables, lo verdaderamente interesante son los matices o escenarios que sugiere el estudio –alguno de los cuales, todo sea dicho de paso, ya es apuntado por los propios investigadores–.

Y es que si, por ejemplo, una persona con una alimentación omnívora, que come de todo –la mayoría o al menos una inmensa minoría– decidiese adoptar una alimentación vegetariana dos días a la semana, es decir, no comer carne ni pescado ese par de jornadas; y asumiendo que lo normal es una ingesta de unas 2.000 kilocalorías diarias, su huella de carbono semanal se reduciría en 4,3 kg de eq-CO₂. Lo que supondría que en un año (con sus 50 semanas) dejaría de emitir 215 kg eq-CO₂.

Pero es que, además, si esa misma persona decidiese también seguir una dieta pescetariana otros dos días, esto es, no comer carne, su huella de carbono semanal se rebajaría en otros 2,3 kg de eq-CO₂; o 115 kg de eq-CO₂ anuales.

Es decir, que si una persona omnívora adoptase una dieta vegetariana dos días a la semana (lo que te permite comer, qué se yo, unas lentejas sin sus sacramentos con tortilla o huevos fritos con pisto o… ) y otros dos días una dieta pescetariana (y disfrutar de un guiso de pescado o una ensalada de alubias con su huevo y su ventresca o…), su huella de carbono semanal disminuiría unos 6,6 kg de eq-CO₂. Y, en un año, la rebajaría en 330 kg. Y todo ello, sin renunciar a ningún tipo de alimento, que tampoco es cuestión de no disfrutar con la comida, y garantizándose una alimentación tan completa como saludable.

E imaginemos ahora que esa persona adopta esa decisión y la hace extensible al resto de su familia de cuatro miembros –privilegios de quien organiza los menús–, entonces ese hogar reduciría su huella de carbono anual en unos 1.320 kg de eq-CO₂. Esto es, en 1,3 T de eq-CO₂, lo cual ya empieza a ser una cantidad significativa si se tiene en cuenta que la huella de carbono total anual de una persona ronda las 6 T de eq-CO₂. O, de forma alternativa, si un individuo omnívoro, a la vista de este artículo, decide que a partir de ahora todas sus cenas semanales van a ser vegetarianas* entonces su huella de carbono semanal se rebajaría del orden de 7,7 kg. Y, en un año, en unos 385 kg de eq-CO₂, que tras embarcar a su familia se convierten en unos 1.500 kg anuales. (*¿Lunes: pisto con huevos; martes: sándwich vegetal completo; miércoles: judías con tomate; jueves: berenjenas a la parmesana; viernes: salteado de garbanzos con espinacas; sábado: tortilla con ensalada; domingo: coliflor con bechamel? No suena tan mal ni parece un gran sacrificio).

Cierto que sigue siendo una contribución muy pequeña a la causa. Pero deja de ser tan pequeña si multiplicamos esos 330 kg de eq-CO₂ (o 0,3 T) por 40 millones de españoles = 12 millones de toneladas. Y ya no te digo si lo multiplicamos por los 1.300 millones de habitantes del primer mundo = 390 millones de T. O, en nuestro plan alternativo de solo cenas, = 520 millones de T. Y recuerda que la contribución global de la producción de alimento se estimaba de 12.000 millones de T eq-CO₂.

Y así, sin comerlo ni beberlo (o, mejor dicho, sin dejar de comer ni beber nada), resulta que descubrimos que una decisión tan sencilla, fácil de llevar a cabo y beneficiosa para tu salud como planificar un menú semanal en el que se come de todo en su justa medida sí puede ayudar a arreglar el desaguisado del cambio climático y beneficiar a la salud del planeta.

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