Claudio Feijóo: "El desarrollo de la inteligencia artificial se parece al de la bomba atómica"

El director del Centro de Apoyo a la Innovación Tecnológica, cree que las nuevas tecnologías presentan nuevas amenazas para las que nuestras sociedades no están bien preparadas. ChatGPT es un ejemplo.

Claudio Feijóo
Claudio Feijóo
Pablo Cobos

Claudio Feijóo pertenece a esa rara estirpe de académicos a los que se entiende claramente cuando analizan asuntos sesudos. Es delegado del rector de la Universidad Politécnica de Madrid, director del Centro de Apoyo a la Innovación Tecnológica y autor de 'El Sueño Chino' (Ed. Tecnos, 2021). Habla de inteligencia artificial, computación cuántica, 'big data' y de las implicaciones geopolíticas que acarrea la irrupción de todas esas nuevas tecnologías, pero lo hace con un tono divulgativo y, sobre todo, sin escapar por la tangente cuando se le plantean asuntos espinosos que nos afectan a todos.

- Estados Unidos y China se están enfrentando en una batalla por los chips con Taiwán como espoleta. ¿Puede desembocar esto en una guerra?

- Tengo la impresión de que caminamos hacia un desastre. Estados Unidos se ve en declive y pone una trampa. China, que carece de cintura para no caer en ella, puede picar. La declaración de la independencia de Taiwán, por ejemplo, podría desencadenar un conflicto bélico. Lo mismo que algún roce entre los destructores y los cazas que están cara a cara en el Estrecho. Para Washington el resultado es lo de menos, porque lo que busca es una excusa para sancionar a Pekín.

- ¿Nos debe preocupar el auge tecnológico de China?

- Lo que nos debe preocupar es para qué se utiliza la tecnología. Hay una lucha por conseguir lo que se denomina 'la ventaja definitiva', un punto en el que un país alcanza una ventaja que es irrecuperable para los demás y que utiliza en beneficio propio. Es una especie de salto evolutivo del que solo se benefician algunos, y ahí tenemos el mal precedente de los homo sapiens, que eliminamos a los neandertales. La inteligencia artificial general, en la que ChatGPT es un paso, es un buen ejemplo. Hay países que avanzan ciegamente en su desarrollo para lograr la supremacía, y eso es lo que nos debería inquietar. Hay una analogía con el desarrollo de la bomba atómica, que culminó con un desastre al final de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, estas nuevas tecnologías no sabemos adónde nos llevan. Pero sí sabemos que no responden a los intereses de la ciudadanía.

- ¿Se acabará preguntando a la inteligencia artificial cómo conquistar un país?

- Estamos cerca de que sea el general que dirige las operaciones, porque responde más rápido. Tiene todos los datos y puede hacer modelos a toda velocidad y tomar decisiones más eficaces. Pensábamos que aún estábamos lejos de esto, y había gente que incluso sostenía que nunca sucedería, pero puede que sea una realidad en cinco o diez años. No estamos preparados, ni como personas, ni como sociedad. Sin un objetivo compartido para la Humanidad, la tentación de utilizar estas capacidades para imponer una voluntad sobre la del resto es muy grande. Además, hay una diferencia preocupante en comparación con el desarrollo de la tecnología nuclear, y es que la IA responde más a los intereses de corporaciones privadas que de países.

El efecto Bruselas

- ¿Cree que la IA solo se regulará cuando haya un desastre similar al de las bombas en Hiroshima y Nagasaki?

- Es tristemente probable que esa sea la única forma que tengamos de reaccionar. Como ha sucedido con la pandemia, de la que ya nos hemos olvidado sin tener los fondos para prevenir la siguiente. El toque de atención podría ser que se tomen mediante IA decisiones que provoquen mucho dolor, por ejemplo. Pero hay algunos brotes verdes que llegan de Europa, que se pone muy pesada con temas como la privacidad y luego otros siguen sus pasos. A ese poder de tracción que ejercemos en la defensa de unos valores concretos lo llamamos el 'efecto Bruselas'.

- ¿Y cómo puede la sociedad exigir que se ponga coto a todo esto?

- China ha demostrado, para mal, que la tecnología es totalmente controlable si uno se pone a ello. Y Europa debería tratar de poner cordura. No sabemos si el marco garantista que queremos construir matará la innovación, pero hay que entender que la innovación no es un fin en sí misma, sino que tiene que estar al servicio de la sociedad. Sobre todo si provoca más desigualdad y lleva a que unos tengan ventajas sobre otros para siempre, que es el modelo que promueven Estados Unidos y China.

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