Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Gazapos de ciencia y cine

'Wakanda forever': el indetectable hombre-pez pone a Wakanda en el radar (de las potencias enemigas)

Para descubrir este gazapo científico de esta película, tendrás que reflexionar sobre las capacidades de vigilancia de un radar.

Fotograma de 'Black Panther: Wakanda forever', dirigida en 2022 por Ryan Clooger
Fotograma de 'Black Panther: Wakanda forever', dirigida en 2022 por Ryan Clooger
Marvel Studios, Walt Disney Pictures

Ni las imágenes aéreas ni el radar que vigilan la frontera fluvial han podido detectar a Namor, en su nado submarino hasta Wakanda. Pero cualquiera que no esté ahogándose con sus ornamentos peludos debería ser capaz de detectar el gazapo que bucea por este diálogo antes de la hora de comer. Y sin necesitar calentamiento previo.

Wakanda y sus dirigentes aún no ha superado la trágica muerte de Black Panther, el rey T’Challa. Pero un peligro mucho mayor que el de las potencias terrestres ávidas de su vibranium les amenaza. Namor, el hombre-pez líder de un milenario imperio submarino exige sumisión… o destrucción. Lo que obligará a la princesa Shuri a afrontar su destino.

Descubre el gazapo científico escondido en este diálogo de la película 'Black Panther: Wakanda forever', dirigida en 2022 por Ryan Clooger, con guion de Ryan Clooger y Joe Robert Cole y con Letitia Wright (Princesa Shuri), Angela Bassett (Reina Ramonda), Ténoch Huerta (Namor), Danai Gurira (Okoye), Winston Duke (M’Baku)... en el reparto.

El diálogo

-Así que la frontera fluvial ha sido violada, ¿eh? Si mis soldados hubiesen estado ahí ese… 'hombre-pez' estaría atado aquí -fanfarroneó M’Baku.
-Si tus matones hubiesen estado presentes aún estarían allí ahogándose con sus ornamentos peludos -replicó la generala Okoye.
-Eres un demonio calvo.
-Hablaos con respeto -exigió la reina Ramonda.
-Como estaba diciendo -prosiguió Okoye- las imágenes de vigilancia aérea no registraron nada.
-Y tampoco lo detectó el radar -intervino el jefe de los guardianes de la frontera fluvial.
-Así que nadó bajo el agua durante más de 100 kilómetros.
-No estaba solo. Y afirma tener un ejército enorme- añadió con preocupación la reina.

El gazapo

Desconozco cómo habrían hecho los matones de M’Baku para detectar al indetectable hombrecillo pez del demonio -requisito previo indispensable para pescarlo con sus peludos ornamentos y postrarlo ante el consejo-, pero no se pueden cargar las tintas contra los guardianes de la frontera fluvial por no haberlo interceptado si todo su arsenal para vigilar el medio acuático se limita a un radar. En realidad, si sobre ellos recae la responsabilidad de lo que pase -o, mejor dicho, de que nada ni nadie pase- también bajo el agua, deberían poner el grito en el cielo para protestar por la precariedad de medios de que disponen. Y es que, para esa tarea, no te puedes fiar de un radar. Y eso que bien utilizado, un radar es un instrumento muy fiable.

Lo primero que hay que saber es que un radar (acrónimo de 'radio detectión and ranging') actúa como una linterna en la negritud: al encenderla la linterna emite un haz de ondas electromagnéticas que viajan en línea recta y al impactar contra un obstáculo rebotan en este y vuelven hacia el emisor alcanzando nuestros ojos, proporcionando una información que el cerebro procesa para identificar la naturaleza, tamaño y forma del obstáculo y estimar la distancia a la que se encuentra. 

El funcionamiento del radar es análogo al de la linterna salvo que, en vez de luz visible, emplea otro tipo de ondas electromagnéticas para explorar el medio. ¿Cuáles? Ahora vamos con eso. 

En esencia un radar está integrado por un magnetrón, que es un dispositivo generador de microondas -las exploradoras ondas electromagnéticas-, y una antena que se alterna a la hora de emitir la radiación y recibir la señal que retorna. Como el binomio linterna/ojos; o como cuando jugamos con el eco, que gritamos y a continuación nos callamos para ver si recibimos el sonido rebotado.

Y así, entre pitos, flautas linternas y antenas, ya se ha emitido la clave del gazapo: las microondas y el dispositivo que las genera, un magnetrón 'como' el de los hornos ídem de cocina. Y es que los microondas domésticos calientan la comida precisamente porque las microondas emitidas por su magnetrón son absorbidas por las moléculas de agua presentes en el alimento. Una inyección de energía que las pone a vibrar como locas chocando con sus vecinas y transfiriéndoles a su vez parte esa energía, lo que calienta la comida. 

Ya se sabe que para entrar en calor, nada mejor que ponerse a dar saltos como un demonio cual molécula de agua dentro de un microondas… O cual molécula de agua que se encuentra en el camino de un haz de microondas. Justo el escenario que se presenta cuando se recurre a un radar para explorar lo que circula bajo las procelosas aguas; que las microondas emitidas por la antena no llegan muy lejos, al ser absorbidas por las moléculas que conforman el medio.

Motivo por el cual el radar no es un sistema de detección efectivo en el mundo submarino, lo que justifica que los submarinos recurran al sonar, es decir a ondas sonoras, que se transmiten mucho mejor por el agua, para 'ver' en las profundidades. Y también que Namor haya violado la frontera fluvial wakandiana con un simple buceo.

Hay microondas y microondas

Los microondas domésticos operan con una frecuencia de 2,45 GHz (sus magnetrones producen microondas de dicha frecuencia, y por tanto con una longitud de onda de 12,25 cm) y lo hacen porque es la frecuencia a la que la absorción por las moléculas de agua es máxima. Los radares de vigilancia (aérea) suelen operar en el rango de entre 1-4 GHz. Pero la franja de microondas abarca desde 300MHz (1 m) a 30GHz (1mm), ¿Por qué no emitir microondas de una frecuencia suficientemente alejada del pico de absorción del agua? ¿o directamente de otra banda de radiación del espectro? Bueno, aquí entran muchos factores en juego. Uno de los cuales es para qué se utiliza el radar: para detectar objetos. Y para ello es necesario recurrir a una radiación cuya longitud de onda sea igual o más pequeña que aquel, porque si es mayor, la onda puede superarlo sin tropezar con él (cuando caminas a zancadas pasas por encima de muchas minúsculas chinitas y piedrecitas sin detectarlas con la planta de tus pies, pero tropiezas con todos los bancos). Pero, por otro lado, tampoco se puede recurrir a microondas muy pequeñas (milimétricas), porque entonces chocarían hasta con el renacuajo, pececillo -o cualquier otro objeto- más pequeño que se interpusiera en su camino. O puede pasar lo contrario, que de tan pequeñas que son, se cuelen por una rendija del objeto sin detectarlo.

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