Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Qué innovaciones tecnológicas aguardan en 2023?

El desarrollo aplicado de la inteligencia artificial podría revolucionar los usos y costumbres cotidianos de muchas personas en los próximos meses.

La imaginería popular siempre ha identificado a los robots con el futuro.
La imaginería popular siempre ha identificado a los robots con el futuro.
EFE

Cuando surgió la fotografía muchos decían que era cosa de brujas. Parecido pasó con el teléfono, con internet, con la animación digital… Asimilar una tecnología lleva su tiempo, pero cuando esta cuaja en la sociedad es capaz de revolucionar la vida cotidiana hasta el punto de olvidarnos qué hacíamos antes sin ella. En las películas futuristas de la década de 1980 imaginaban en 2020 un planeta repleto de coches voladores y escáneres faciales, pero pocos anticipaban que estaríamos todo el día pendientes de los teléfonos móviles y que retrasar el envejecimiento seguiría siendo una quimera.

¿Qué puede traer 2023 en lo que a nuevas tecnologías se refiere? Salvo contadas excepciones, el año que cerramos ha sido un tanto aciago para los avances y la innovación. Los valores tecnológicos han tenido pérdidas en Bolsa de cerca del 30%, según el índice Nasdaq, porque buena parte de los inventos no han calado como debían. El ‘metaverso’ parecía llamado a revolucionar el día a día de los ciudadanos y, sin embargo, antes que la evasión en un mundo virtual la mayoría ha preferido preocuparse por los problemas de uno real, aún atribulado por los estragos de la pandemia. Tampoco ha sido el año de la eclosión de las criptomonedas, más bien todo lo contrario: han sembrado dudas y han provocado no pocas quiebras.

Modelo de la inteligencia artificial que reconoce el párkinson.
Modelo de la inteligencia artificial que reconoce el párkinson.
MIT

¿Cuáles son, por tanto, los rayitos de esperanza para la tecnología en los próximos meses? Todos los expertos coinciden en señalar lo rápido e impredecible que se extenderá la inteligencia artificial (IA) aplicada a facilitar la vida e, incluso, llamada a cambiar el modelo productivo. Estos días aún abundan por las redes sociales los retratos que se hacen usuarios como si fueran príncipes persas o caballeros medievales. Esta es la parte lúdica de una tecnología que hasta hace seis meses era impensable y que hoy -aplicaciones y programas mediante- parece al alcance de todos. La parte ‘seria’ de estos avances llegaría vinculada, por ejemplo, a tratamientos médicos. De hecho, ya está habiendo importantes innovaciones en prótesis y exoesqueletos o en diagnósticos en tiempo real durante una cirugía. 

Según el programador Ángel García, la que podría ser "una combinación brutal" y generar avances sorprendentes sería la suma de la propia inteligencia artificial con las impresoras en 3D. "La IA como disciplina incluye los procesos que ayudan a las máquinas a pensar y actuar como los humanos", explica el ingeniero, que confía en el tratamiento de enfermedades, por ejemplo óseas o articulares, con estas soluciones. García apunta que la orden o decisión siempre debe ser humana (como el dedo que aprieta el botón de la cámara fotográfica) por lo que resta incertidumbre a un hipotético futuro dominado por las máquinas.

Traducen, transcriben y subtitulan conversaciones reales de nueve idiomas distintos

La primera vez que se habló de inteligencia artificial fue en 1956 en la Conferencia de Dartmouth (Estados Unidos) y lo hizo John McCarthy, un pionero de la informática. "Desde entonces los avances y los logros de esta tecnología se han sucedido en navegación, geolocalización, computación, asistentes virtuales… Es uno de los mejores aliados para afrontar algunos de los principales desafíos a los que se enfrenta la humanidad", consideran los especialistas, que citan como reto el ‘autoaprendizaje’ mediante algoritmos, dado que la IA siempre precisa que se le aporte información nueva.

Harina de otro costal es la regulación legal que debería aplicarse a esta inteligencia artificial, pues en ámbitos como las artes pueden suponer un auténtico quebradero de cabeza para los autores. Hay cuadros ‘al estilo Van Gogh’ que una máquina es capaz de hacer mejor que el propio holandés y ya circulan sistemas como ChatGPT con textos que se disfrazan de novelas, con una coherencia y una sensibilidad que las hace indistinguibles de los que firman los humanos.

Lo que no cabe duda es que de ‘inteligencia artificial’ se va a seguir hablando mucho los próximos meses y, no en vano, la Fundéu la ha nombrado expresión del año, a pesar de que la recoge en su diccionario desde 1992. "Es la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico", dice la Academia, que augura una "importante presencia en el debate público en los próximos meses" porque el concepto "ha pasado de ser una tecnología reservada a los especialistas a acompañar a la ciudadanía en su vida cotidiana".

Según una encuesta realizada entre científicos estadounidenses, los campos con más capacidad de expansión en 2023 serán la adopción creciente de la IA (como se ha mencionado), los avances en conectividad, los desarrollos del metaverso y la regulación de los criptoactivos como NFTs.

¿Habrá inventos disruptivos ?

El escritor Juan Luis Saldaña era elocuente hace unas semanas en uno de sus celebrados tuits: "Pensabas que en 2020 los coches volarían. Ha llegado el 2020 y vas en un patinete con un filtro de café atado a las orejas". Esta reflexión no invita a grandes fantasías y las expectativas también vienen rebajadas por la coyuntura geopolítica actual: la crisis de Ucrania conlleva esfuerzos para ahorrar energía y eso puede frenar algunas inversiones sin contraprestación inmediata. Así, los expertos señalan previsiones ‘aburridas’ como el hecho de que las compañías seguirán invirtiendo en digital y, sobre todo, en ciberseguridad, que resulta imprescindible precisamente desde que se desató el conflicto de la frontera norte de Europa y los ciberataques rusos aumentaron un 25%.

Es más que probable que en los meses venideros se deje ver algún prototipo de lo que llaman “robots colaborativos”, con los que incluso ha experimentado Elon Musk (su modelo se llama Optimus). Estos humanoides están dotados de visores y sensores  y parecen preparados para pequeñas tareas sencillas, pero -de momento- no tienen más utilidad que la de ser una suerte de compañero cibernático. 

En lo cotidiano también podría haber cambios en el modelo de comercio online, dado que la intención de los gurús de las redes sociales es que se puedan hacer compras directamente desde la propia plataforma sin ser rebotado a web de marcas. Así, ganarían aún más poder los ‘influencers’ y Tiktok continuaría su escalada como principal plataforma publicitaria del futuro.

Muchas de estas predicciones hay que tomarlas con sigilo y cautela, pues echando un ojo a la hemeroteca se comprueba que las primeras recreaciones futuristas del Hyperloop son de 2012. Han pasado diez años y estos viajes de pasajeros por tubos a más de 1.200 kilómetros/hora aún son poco más que ensoñaciones. Predecir en el campo del transporte siempre es arriesgado, habida cuenta de que los coches sin conductor parecían una apuesta segura y, aún en modo de pruebas, los Tesla no han dejado de tener accidentes. La conducción totalmente independiente aún parece lejana, por más avances que se vayan haciendo en laboratorio.

Sí está previsto en 2023 un mejor desarrollo de los drones y de lo que llaman “el internet de las cosas” (artilugios con sensores que pueden compartir información con otros dispositivos). Grandes firmas como Meta, Microsoft o Virbela no dejarán de lado el desarrollo de metaversos, si bien lo harán bajo el prisma de la sostenibilidad, que es otro de los ases de guía de la tecnología que está por llegar. En otro orden de cosas, las nuevas generaciones se muestran también más proclives a comer carne cultivada en laboratorio e insectos que -sabido es- tienen una gran riqueza proteica. Los cambios en un futuro en pro de una alimentación sostenible y del fin del hambre en el mundo podrían llegar por la vía de una “agricultura celular”, esto es, fabricada en laboratorio.

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