La coronación de Bobby Fischer cumple 50 años entre aromas de leyenda del ajedrez

Sucedió tras una llamada que comunicaba que Boris Spassky abandonaba la partida 21 del Mundial de Reikiavik sin esperar a la reanudación.

La coronación de Bobby Fischer cumple 50 años entre aromas de leyenda del ajedrez
La coronación de Bobby Fischer cumple 50 años entre aromas de leyenda del ajedrez
Reuters

Una llamada telefónica de un ayudante de Boris Spassky al árbitro principal, el alemán oriental Lothar Schmid, para comunicar que el Gran Maestro soviético abandonaba la partida 21 del Mundial de Reikiavik sin esperar a la reanudación, coronaba, este jueves hará 50 años, a Bobby Fischer como nuevo campeón del mundo de ajedrez, el único estadounidense que ha logrado el título a lo largo de la historia milenaria del juego-ciencia.

La partida había quedado aplazada el 31 de agosto después de 41 movimientos de una variante Taimanov de la siciliana y el equipo de Spassky, volcado durante toda la noche sobre el tablero de análisis, había comprobado que las blancas estaban irremediablemente perdidas. Nada impedía que el rey negro apoyara el avance del peón de la columna H hacia la coronación.

La rendición telefónica de Spassky había puesto fin a 24 años de reinado ininterrumpido de la URSS y al denominado "match del siglo", un encuentro que ya durante su desarrollo adquirió dimensiones planetarias y después se ha convertido en leyenda. Dos concepciones antagónicas del mundo, el comunismo y el capitalismo, habían dirimido sus diferencias frente a un tablero en plena Guerra Fría.

Entre el 11 de julio y el 1 de septiembre de 1972 la capital islandesa, elegida como escenario después de largas negociaciones entre las partes y la FIDE, acogió el combate de ajedrez más mediático de todos los tiempos, resuelto con el triunfo del excéntrico Bobby Fischer frente al representante del "imperio del mal", que así llamaban en los Estados Unidos a la Unión Soviética.

El 'match' no tuvo una gestación fácil. Antes de que el gran combate comenzara el Gran Maestro de Brooklyn empezó a plantear exigencias: percibir un porcentaje de los derechos de televisión, elevar la dotación de premios, una iluminación y hasta los cojines de la silla a su gusto.

Para satisfacer un apetito de dólares que le acompañó durante toda su vida, un promotor británico de ajedrez donó 125.000 para añadir a la bolsa del encuentro, pero aún fue necesaria una llamada telefónica del Secretario de Estado, Henry Kissinger, para acabar de persuadir al díscolo genio.

Solo unas horas antes de ser declarada su incomparecencia, Fischer llegó a Reikiavik en medio de una expectación inusitada.

El encuentro tuvo un comienzo insospechado: Spassky ganó fácilmente la primera partida. En un final de tablas de una nimzo-india, Fischer se comió un peón envenenado y su alfil quedó atrapado por los peones enemigos. La técnica del soviético hizo el resto.

Y, todavía más sorprendente, el marcador se puso 2-0 favorable al soviético porque Fischer no se presentó a la segunda partida, en protesta por la presencia de cámaras en la sala de juego. Spassky, siempre caballeroso, aceptó sus condiciones para que el encuentro siguiera adelante.

El curso del Mundial experimentó a partir de ahí un cambio radical. Spassky ya sólo ganaría una partida, la undécima, mientras el norteamericano se anotaba la tercera (primera victoria de su vida sobre el soviético) y siete en total, de 21, para terminar venciendo por 12,5 puntos a 8,5. El rubio norteamericano se coronó con siete victorias, tres derrotas y once tablas.

Kissinger, un gran aficionado al ajedrez, pudo, al fin, respirar tranquilo al cabo de tres semanas de sobresaltos. El desarrollo de las partidas fue seguido en todo el mundo a través de las agencias internacionales, que transmitían inmediatamente los movimientos de cada juego. Periódicos y noticieros televisivos y radiofónicos relataban las peripecias de la contienda.

La afición al ajedrez creció en todo el mundo de forma exponencial y millones de los actuales adeptos son "hijos" de aquella batalla, que los atrapó para siempre.

El Mundial de Reikiavik puso definitivamente en órbita al que muchos consideran el mejor jugador de la historia, cuya excentricidad se fue agudizando hasta su muerte, precisamente en Reikiavik, a los 64 años (justo el número de casillas del tablero), perseguido por las autoridades judiciales de Estados Unidos, en el olvido y con síntomas de un fuerte desequilibrio mental.

Tras destronar a Spassky, Fischer, con 29 años, desapareció de la vida pública y no volvió a jugar más partidas oficiales: en 1975, cuando tuvo que defender su corona frente al aspirante Anatoly Karpov, planteó exigencias inaceptables para la FIDE, que lo despojó del título por incomparecencia.

Pretendía que el título fuera para el primero que consiguiera 10 victorias, sin contar las tablas, y que en caso de empate a 10 el campeón retuviera la corona, exigencias todavía dentro de lo razonable, pero además imponía la condición de que el campeón siguiera siéndolo si se empataba a nueve.

Sus intenciones no prosperaron. Fischer se negó a jugar y Karpov se ciñó la corona con 24 años sin necesidad de sentarse frente al tablero. Una legitimidad de origen dudosa para algunos pero que el "gélido" Tolia se ganó con creces mediante sus victorias en 160 torneos de elite y en la defensa de su título mundial durante los diez años siguientes.

Desarrollo de la última partida del 'match del siglo'

  • Blancas: Spasski
  • ​Negras: Fischer
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