Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La vida de las piedras

Geometría enterrada

Este verano, los paisajes pirenaicos han atraído más que nunca a miles de personas ávidas de grandes espacios. Seguramente, al caminar y subir montañas hemos tenido la sensación de estar recorriendo un paisaje inmenso, y sin duda lo es. Pero, ¿te has parado a pensar qué hay bajo la superficie? Ojo porque lo que vemos no es más que la punta de unos gigantescos cimientos que se hunden bajo la piel de nuestro planeta.

Estratos verticales en una montaña pirenaica, sólo una parte del todo.
Estratos verticales en una montaña pirenaica, solo una parte del todo.
Ánchel Belmonte Ribas

Por selectiva que tengamos la memoria, recordaremos de nuestra formación escolar que la Tierra tiene un radio medio de 6.371 km y su interior está formado por capas concéntricas llamadas núcleo, manto y corteza. Cada una de ellas cuenta con un grosor, composición y propiedades características. El núcleo, metálico y extremadamente caliente, es responsable de la existencia del campo magnético terrestre y difunde calor hacia la superficie a través del manto. Este, de gran volumen, es el lugar donde se establecen las corrientes de convección que mueven calor y materia hacia la corteza terrestre. La corteza es la capa más fría y delgada, aunque engrosada bajo las cordilleras. Sobre su fina piel leemos mucho de lo que pasa o ha pasado en profundidad y su contacto directo con la atmósfera, hidrosfera y biosfera hace posible la inmensa variedad de paisajes que caracterizan la superficie de nuestro planeta.

Y allí, como uno de los paisajes más destacados, se encuentran las montañas. La erosión, habitualmente intensa en esos parajes, exhuma con paciencia milenaria el armazón profundo de las cordilleras desvelando su estructura geológica como quien desentierra un tesoro. Y un tesoro es para los geólogos que buscan respuestas a los mecanismos de formación y a la historia evolutiva de los grandes relieves. Mira la imagen que acompaña a estas líneas. ¿Qué profundidad alcanzan esos estratos verticales? ¿Hasta dónde se hincan en la carne de la Tierra y en qué momento dan paso a otras rocas? ¿Cómo es ese paso? ¿Fallas? ¿Cabalgamientos? ¿Es una transición gradual a otro tipo de roca que refleja otro ambiente de sedimentación? Conocer cómo han nacido las montañas exige mirar a lo profundo, aunque no se vea.

La geometría de las rocas en superficie, más la información que aportan los estudios geofísicos, permiten realizar perfiles o cortes geológicos que reconstruyen cómo son las montañas bajo nuestros pies. No solo tienen una finalidad meramente intelectual, que ya valdría, sino que también son de utilidad práctica de cara a evaluar cuestiones como la actividad sísmica o la presencia de hidrocarburos, yacimientos minerales o acuíferos bajo tierra.

Los cortes nos informan de los plegamientos, mantos de corrimiento y tipos de rocas que sirven de sustento a las cordilleras pero que aún la erosión no ha sacado a la luz. Y es el conocimiento y la habilidad del geólogo estructural el que resuelve el misterio, el que más a fondo intima con la arquitectura de las montañas y con el misterio de su levantamiento.

Neruda resumió en sus versos la actividad de los geólogos estructurales: "Todo esto hallé debajo de la tierra: geometría enterrada". Hay mucho más que la montaña que vemos. Lo hay por debajo de la superficie pero lo hubo también sobre la actual línea de cumbres. Y la geología que falta nos da también muchas claves para entender apasionantes episodios del pasado. Pero eso ya es otra historia….

Ánchel Belmonte Ribas Geoparque Mundial de la Unesco Sobrarbe-Pirineos

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