Setsuko Thurlow: "Nuestro deber moral es evitar otro Hiroshima"

Nacida en 1932, vivía en Hiroshima y tenía 13 años cuando la bomba atómica cayó sobre la ciudad sembrando la muerte y el horror.

Thurlow, con la medalla que acredita el Nobel de la Paz de 2017.
Thurlow, con la medalla que acredita el Nobel de la Paz de 2017.
I. E.

Setsuko Thurlow, nacida Setsuko Nakamura, es una ‘hibakusha’, una superviviente de la bomba nuclear que arrasó Hiroshima (Japón) a las 8.15 del 6 de agosto de 1945, causando 140.000 muertes. Desde hace décadas es una activista en contra de las armas nucleares, premio Nobel de la Paz en 2017, que ahora se encuentra en España como portavoz de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN). "Nuestro deber moral, el de quienes sobrevivimos al ataque nuclear, y el de todos los ciudadanos en general, es luchar para que no haya otro Hiroshima ni otro Nagasaki. Que desaparezcan las armas nucleares, porque mientras existan otro Hiroshima es posible".

Su relato de lo que sucedió a las 8.15 del 6 de agosto de 1945 en Hiroshima estremece.

Tenía 13 años y nos instruían sobre cómo ayudar al Ejército japonés descifrando mensajes en clave. Éramos 30 niñas. De repente, una luz muy fuerte, cegadora, por la ventana. Perdí la conciencia. Luego, la oscuridad total, el silencio. Cuando me sacaron de entre los escombros, vi unos objetos moviéndose hacia mí. Era una procesión fantasmagórica de seres humanos andando sobre miles de cadáveres. No parecían personas. Estaban sangrando, quemados, a algunos se les caía la piel, otros llevaban los globos oculares en las manos, pedían agua...

¿Y cómo reacciona en esa situación una niña de 13 años?

Me uní a ellos y fuimos a una colina desde donde se veía la ciudad destruida, en llamas. Los heridos pedían agua, pero no teníamos vasos o cubos para dársela.

¿Qué hicieron?

Fuimos a un río, lavamos la ropa que llevábamos, que estaba llena de sangre, y la empapamos en agua para dársela a la gente que estaba allí muriéndose... y ellos trataban de sorber el agua de la ropa. Era muy tétrico, terrible.

Usted sobrevivió al holocausto nuclear, pero no así algunos familiares suyos.

Mis padres sobrevivieron, pero un tío mío o mi hermana y su hijo de cuatro años murieron. La imagen de mi sobrino de 4 años transformado en carne quemada y fundida sigue conmigo y es la fuerza que me empuja a seguir luchando por el desarme nuclear.

Como ‘hibakusha’, es usted un símbolo contra las armas nucleares. Habla de las secuelas que le dejó ‘Little boy’, la primera bomba atómica.

No podía llorar ni sentir horror ni dolor... No sentía nada. Todo fue tan terrible, que tu cuerpo sigue adelante, pero tu alma y tu corazón se paralizan.

Debe de ser terrible.

Vi arder a mi hermana como si fuera un animal y no podía llorar. Así fue durante años, hasta que estudié psicología y comprendí que era un mecanismo de defensa del ser humano, que reacciona así ante tragedias tan enormes.

¿Otro Hiroshima es posible hoy en día?

No somos conscientes de lo cerca que estamos de ello. Por eso hay que luchar por la erradicación total de las armas nucleares. Los países deben ratificar el Tratado de Prohibición de la ONU de 2017. Los nueve países con armas nucleares deben hacerlo; España, que no las tiene, también. Usar armas nucleares es inmoral, inhumano, pero solo tenerlas también lo es.

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