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Sarampión, el auge de una enfermedad casi erradicada

Aumentan los casos de sarampión, una enfermedad que ha resurgido en países que ya la habían eliminado o estaban a punto de lograrlo. Cuatro países europeos –Reino Unido, República Checa, Albania y Grecia– han perdido el estatus de países libres de sarampión.

Unos días después de que suba la fiebre, se produce una erupción rojiza en la piel que comienza en la cara.
Unos días después de que suba la fiebre, se produce una erupción rojiza en la piel que comienza en la cara.
Dave Haygarth

Los casos de sarampión están aumentando en distintas partes del mundo. En la primera mitad de 2019, se han producido más casos que en ningún otro año desde 2006. Hasta finales de julio, el número total asciende a más de 360.000, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y ya se han superado con creces los registrados en el mismo período del año pasado, que fueron 130.000. De las seis regiones en las que la OMS divide el mundo, aquellas donde más ha aumentado son África, Pacífico Occidental y Europa. 

En África, los brotes más importantes están teniendo lugar en la República Democrática del Congo, con 2.600 muertes (más que las provocadas por la epidemia de ébola), en Madagascar y en Nigeria. En la región europea –formada por 53 países, de Islandia a Rusia– el mayor brote es el de Ucrania, pero también destaca el de Israel. Y en el Pacífico Oeste, la epidemia más grande se está produciendo en Filipinas.

Aunque en las últimas décadas se han llevado a cabo programas para la erradicación del sarampión y en 2017 se logró que alrededor del 85% de los niños del mundo recibieran la primera dosis de la vacuna al año de edad, los casos de esta enfermedad han vuelto a aumentar y ha resurgido en países que ya la habían eliminado o estaban a punto de lograrlo.

Brotes en Europa

En la región europea, se ha doblado el número de casos y los aproximadamente 90.000 niños y adultos infectados de enero a junio ya superan el total de casos reportados en 2018. Este resurgimiento se concentra principalmente en países del Este debido a las deficiencias de sus sistemas sanitarios. Ucrania, Georgia, Kazajistán y Rusia suman el 78% de los casos de la región.

En cambio, según los datos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades, en los últimos tres años, en la Unión Europea (más Islandia, Liechtenstein y Noruega), la incidencia del sarampión se mantiene estable con una tendencia al descenso. Hasta finales de agosto, Lituania va a la cabeza de los estados de la Unión Europea con una mayor incidencia de la enfermedad, con 303 casos por millón de habitantes. En la Europa occidental, Luxemburgo, Francia, Bélgica e Italia se encuentran entre los países con una incidencia más elevada, por encima de los 30 casos por millón de habitantes. Mientras que España se sitúa el décimo por la cola, con una incidencia de 5,4 casos por millón.

Por primera vez desde 2012, año en que la OMS empezó a verificar el progreso hacia la eliminación de la enfermedad, cuatro países europeos –Reino Unido, República Checa, Albania y Grecia– han perdido el estatus de países libres de sarampión. En ellos se ha vuelto a detectar la transmisión endémica del virus. Según la OMS, la eliminación del sarampión en un país se produce cuando se acredita la ausencia de transmisión endémica del virus durante por lo menos 12 meses, y se verifica después de 36 meses de interrupción de su transmisión.

Lagunas en los sistemas de vacunación

La Organización Mundial de la Salud apunta que el auge global del sarampión se debe a las lagunas que aún existen en la cobertura de vacunación, tanto en niños como en adultos. En países desarrollados estas lagunas se concentran en algunas comunidades contrarias a la vacunación, ya sea por determinadas creencias religiosas o por el efecto de las noticias falsas que difunden los movimientos antivacunas a través de las redes sociales. En estas comunidades no se llega al 95% de cobertura necesaria para que se dé la inmunidad de grupo, es decir, la protección indirecta de los individuos no vacunados. En Estados Unidos, el ‘Hollywood Reporter’ identificó en 2014 que las tasas de vacunación en algunas escuelas privadas de Santa Mónica y Beverly Hills eran prácticamente tan bajas como las de países africanos como Chad y Sudán del Sur.

Incrementar la cobertura de vacunación global en los niños menores de 5 años, combatir los bulos de los antivacunas y responder con información a las preocupaciones de las familias vulnerables a las ideas falsas son cuestiones de importancia vital para acabar con una enfermedad como el sarampión, que puede llegar a ser grave y mortal.

Una sola persona puede infectar a una docena

El sarampión es una enfermedad vírica muy contagiosa y a veces grave, que se transmite por el aire, a partir de la tos y de los estornudos. Durante dos horas, el virus es activo y mantiene su capacidad contagiosa tanto en el aire como en superficies infectadas. Los enfermos pueden transmitirlo desde cuatro días antes de que aparezca la característica erupción en la piel y hasta cuatro días después, y una sola persona puede llegar a infectar a más de una docena. Es una enfermedad tan contagiosa que nueve de cada diez personas no vacunadas expuestas al virus se infectarán. 

Los primeros síntomas del sarampión son fiebre alta, tos irritativa, y conjuntivitis, que se presentan entre diez y doce días después de haberse producido la infección. También aparecen puntos blancos en el interior de la boca, característicos de esta enfermedad y conocidos como manchas de Koplik. Pocos días después de que suba la fiebre, se produce una erupción rojiza en la piel (exantema) que empieza en la cara y se extiende por todo el cuerpo.

Por regla general, la gente sobrevive al sarampión –su tasa de mortalidad se sitúa al entorno de 1-3 personas por cada 1.000 infectados–, pero en los países subdesarrollados uno de cada 100 niños morirán debido a complicaciones de la enfermedad, que son relativamente comunes. Entre ellas se encuentran la diarrea, la neumonía, las infecciones de oído y la inflamación del cerebro (o encefalitis), que son más comunes en niños menores de 5 años y en adultos mayores de 30. Asimismo, el virus del sarampión puede suprimir el sistema inmunitario durante semanas o incluso meses, hecho que contribuye a que se produzcan infecciones bacterianas como la neumonía o la otitis. Según la OMS, en 2017, el sarampión causó 110.000 muertes, la mayoría en países de África y Asia.

Se puede evitar

El virus del sarampión fue aislado en 1954 por el médico americano Thomas C. Peebles a partir de muestras de sangre y frotis de garganta recogidos en un brote acaecido en una escuela de Massachusetts. Peebles trabajaba a las órdenes del virólogo John F. Enders, que había recibido el premio Nobel ese mismo año por investigaciones que contribuyeron al desarrollo de la vacuna de la polio, y su cultivo del virus permitió a Enders desarrollar, en 1963, la primera vacuna del sarampión. En 1971, Maurice Hilleman creó la vacuna triple vírica (conocida como SRP), que es una mezcla de tres componentes debilitados –atenuados– de los virus del sarampión, la rubéola y la parotiditis (o paperas) y la que se administra actualmente en Europa.

Gracias a la vacunación, el sarampión se puede prevenir. La vacuna es segura y efectiva –como atestiguan 50 años de utilización– y tiene un bajo coste: por menos de un euro se puede vacunar a un niño. La OMS estima que, entre 2000 y 2017, se han salvado más de 21 millones de vidas y que las muertes debidas a esta enfermedad se han reducido en un 80%. La Asociación Española de Pediatría recomienda vacunar todos los niños con dos dosis de la vacuna triple vírica: la primera a los doce meses de edad y la segunda entre los dos y los cuatro años.

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