Tercer Milenio

En colaboración con ITA

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El corazón de los deportistas. ¿Es el ejercicio intenso cardiosaludable?

Noticias como el reciente infarto sufrido por Iker Casillas nos causan sorpresa por su juventud y buena forma física. También nos lleva a preguntarnos si es realmente saludable la intensidad con que se practica el deporte a un nivel de competición.

El portero Iker Casillas atendía a los medios a su salida del hospital de Oporto, recuperado del infarto que sufrió entrenando
El portero Iker Casillas atendía a los medios a su salida del hospital de Oporto, recuperado del infarto que sufrió entrenando
Rafael Marchante / Reuters

Los médicos coinciden en que la actividad física es buena para la salud. Nos recomiendan practicar ejercicio a menudo porque es beneficioso para nuestro estado físico y para nuestro corazón. Por ello nos sorprende cuando escuchamos que un atleta joven, como en el caso reciente del portero Iker Casillas, ha sufrido un infarto.

¿Cómo puede ser que el ejercicio desencadene un infarto de miocardio e incluso la muerte súbita en personas jóvenes con una buena forma física, aparentemente sin factores de riesgo, y que practican deportes de competición? ¿Es saludable la intensidad que implican estos deportes?

Sabemos que, en los adultos, la actividad física regular es beneficiosa porque, entre otras cosas, previene el desarrollo de aterosclerosis en las arterias coronarias y ello reduce el riesgo de infarto de miocardio y de muerte súbita.

Arterias obstruidas

Un infarto (también una angina de pecho) ocurre como consecuencia de la disminución del suministro de oxígeno al músculo cardíaco –el miocardio– producida por una reducción del flujo de sangre que lo irriga. Esta disminución de irrigación del miocardio tiene lugar por la obstrucción total o parcial de una de las arterias coronarias, generalmente por una placa de ateroma. Las placas de ateroma se forman por la acumulación de fibras y grasas, principalmente colesterol; estrechan la luz de la arteria y, cuando se desprenden, pueden causar un coágulo sanguíneo y bloquear una arteria. Si se produce una obstrucción repentina y grave de una arteria coronaria tiene lugar un infarto de miocardio. La falta de oxígeno (isquemia) termina dañando el músculo cardíaco y reduce la capacidad del corazón de bombear sangre.

Las enfermedades coronarias (también conocidas como cardiopatías isquémicas), como la angina de pecho o el infarto agudo de miocardio, son una de las principales causas de muerte en España y en otros países desarrollados. Factores como el tabaquismo, la diabetes, la presión arterial elevada, niveles altos de colesterol y triglicéridos en sangre, la obesidad y la falta de actividad física pueden aumentar el riesgo de isquemia y de padecer un paro cardíaco. Con el tiempo, la acción continuada de estos factores es la responsable del desarrollo de una patología coronaria. Por ello, se recomienda no llevar una vida sedentaria, controlar la ingesta de calorías y azúcar y no fumar.

Practicar deporte aumenta la presión en el ventrículo izquierdo y el miocardio demanda más oxígeno

Pero volvamos a los atletas. La mayor parte de los deportes de competición implica un gran esfuerzo, exigencia individual y programas de entrenamiento intensivo. El ejercicio anaeróbico y aeróbico se combinan en distinta proporción en función del deporte que se practique. El ejercicio anaeróbico se caracteriza por actividades breves y de gran intensidad, basadas en la fuerza (por ejemplo, el levantamiento de pesas o los abdominales), mientras que el ejercicio aeróbico consiste en actividades de resistencia como las carreras de fondo. El ejercicio breve e intenso produce una carga de presión en el ventrículo izquierdo, mientras que el ejercicio de resistencia produce una carga de volumen. Independientemente del tipo de ejercicio, el deporte produce un aumento de la carga del ventrículo izquierdo que conduce a un aumento de la demanda de oxígeno del miocardio.

Durante el ejercicio se producen cambios hemodinámicos repentinos, un aumento de la estimulación del sistema nervioso simpático (mediante neurotransmisores como la adrenalina) que incrementa la frecuencia y fuerza de los latidos del corazón, e incluso puede tener lugar una isquemia aguda de miocardio. Todos estos factores, en un corazón que presente alguna anomalía de base generadora de arritmias, pueden conducir a una taquicardia o fibrilación ventricular y actuar como desencadenantes de un infarto.

Es importante realizar revisiones médicas periódicas en deportistas de competición y en personas que quieran iniciar la práctica deportiva, para identificar anomalías cardiovasculares que potencialmente podrían causar taquiarritmias ventriculares y producir la muerte súbita.

En los últimos años se ha popularizado el running o las carreras de larga distancia como los maratones entre atletas aficionados. En personas que no hacen ejercicio habitualmente, un ejercicio vigoroso aumenta la incidencia de síndromes coronarios agudos. Por ello es conveniente una buena preparación acompañada de un control médico. El deporte puede ser una arma de doble filo: retrasa o ayuda a evitar enfermedades cardíacas, pero por otra parte, si existiera algún problema de base no diagnosticado, podría llegar a desencadenar un infarto.

Enfermedades cardíacas no diagnosticadas, entre las principales causas

La incidencia de muerte súbita entre deportistas es más baja que la incidencia en la población general. Distintos estudios calculan una incidencia de 0,5-1 muertes por cada 100.000 personas-año (fundamentalmente en atletas entre 12 y 35 años), que aumentaría a 6 por cada 100.000 personas-año en atletas entre 36 y 49 años, en comparación con una incidencia de 10-13 muertes por cada 100.000 personas-año en la población general. Paradójicamente, en los deportistas de más de 35 años, la enfermedad coronaria es la principal causa de muerte súbita.

Si analizamos las causas de muerte súbita en deportistas, entre los más jóvenes de 35 años, las principales son las anomalías cardíacas genéticas o adquiridas. El deporte no es la causa primaria de estas muertes, pero en deportistas jóvenes actúa como factor desencadenante de un infarto en personas que tienen enfermedades del corazón no diagnosticadas, como las miocardiopatías, la enfermedad coronaria prematura o anomalías coronarias congénitas y que, con el esfuerzo, pueden producir una arritmia ventricular.

La miocardiopatía hipertrófica es la causa más común, en atletas jóvenes, de muerte no traumática relacionada con el deporte. El músculo cardíaco aumenta su grosor, en una dolencia que es la enfermedad cardíaca genética más común (afecta a 1 de cada 500 personas). Se han descrito una veintena de genes responsables de ella y más de 1.500 mutaciones; entre los más habituales se cuentan MYH7, MYBPC3, TNNT2, y TNNI3, que codifican proteínas con un papel importante en la contracción del músculo cardíaco. Aunque la mayoría de personas con miocardiopatía hipertrófica presentan anomalías en el electrocardiograma, la técnica diagnóstica por excelencia para detectarla es el ecocardiograma (también conocida como ecocardiografía o ultrasonido cardíaco) que permite obtener imágenes de distintos planos del corazón y detectar anomalías estructurales.

Otras alteraciones congénitas relacionadas con la muerte súbita en deportistas jóvenes son las anomalías de las arterias coronarias, la enfermedad de las válvulas cardíacas, la insuficiencia aórtica y las canalopatías. Y entre las enfermedades adquiridas con este mismo resultado, está la miocarditis aguda producida por infecciones virales y por reacciones de hipersensibilidad a fármacos, entre otras causas.

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