Falta de motivación, de tiempo, lesiones, viajes... Muchas son las razones que pueden obligarnos a dejar de entrenar durante una temporada y el temor de que las consecuencias empiecen a notarse antes o después no es infundado. Se estima que cuando pasan dos meses de inactividad, se pierde por completo la forma física. El proceso, de todas formas, es gradual. 

Un estudio de Skidmore College confirma que, después de una semana de inactividad, el funcionamiento del metabolismo puede llegar a disminuir un 4%, lo que se traduce en un aumento de peso de un kilo por cada 15 días que pasen sin entrenar. Igualmente, las reservas de glucógeno del cuerpo empiezan a vaciarse durante la primera semana, lo que provoca que los músculos empequeñezcan. 

La falta de entrenamiento afecta a dos grandes aptitudes: la fuerza y la resistencia. La fuerza se verá afectada, según este mismo estudio y otros, entre tres y cuatro semanas después de haber dejado de entrenar. De todas formas, es cierto que la capacidad se recuperará rápidamente en cuanto se vuelva a la rutina (siempre teniendo en cuenta que esta debe ser progresiva). En el caso de la resistencia, pueden observarse las consecuencias incluso antes que en la fuerza. Solo con dos semanas de descanso es fácil, en la vuelta a la rutina, percibir que nos fatigamos más o que no llegamos a completar las mismas marcas que antes del descanso.

Ahora que se acerca el periodo de vacaciones y, por ende, muchos cambiarán el gimnasio por la playa y las terrazas, los mejores consejos para que la vuelta a la rutina deportiva no se haga tan cuesta arriba y para retrasar la aparición de estas consecuencias son no excederse con el alcohol, intentar comer de manera saludable (con cierta libertad, que para algo son vacaciones) y buscar momentos de actividad aunque sea ligera (paseos, salir a correr, excursiones....).

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