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Las proteínas humanas mutan el virus del covid-19, según un estudio

Científicos de la Universidad de Bath (Reino Unido) que investigan la evolución del virus del COVID-19 aseguran que su mutación parece estar dirigida por proteínas humanas que lo degradan, pero la selección natural del virus le permite recuperarse.

Científicos de la Universidad de Bath (Reino Unido) que investigan la evolución del virus del COVID-19 aseguran que su mutación parece estar dirigida por proteínas humanas que lo degradan, pero la...
Para centrifugar las muestras, se utilizan contenedores y rotores que impiden la dispersión de aerosoles
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Científicos de la Universidad de Bath (Reino Unido) que investigan la evolución del virus del COVID-19 aseguran que su mutación parece estar dirigida por proteínas humanas que lo degradan, pero la selección natural del virus le permite recuperarse.

Todos los organismos mutan. La mutación suele ser un proceso aleatorio, a menudo debido a errores cometidos al copiar el ADN. Trabajos recientes de investigadores de las Universidades de Bath y Edimburgo sugieren que en el caso del SARS-CoV-2, la mutación bien podría no ser un proceso aleatorio y que en su lugar los humanos lo están mutando, como parte de un mecanismo de defensa para degradar el virus.

El equipo examinó más de 15.000 genomas de virus de todos los esfuerzos de secuenciación en todo el mundo e identificó más de 6.000 mutaciones. Observaron cuánto estaban mutando cada una de las cuatro letras que componen el código genético del virus (A, C, U y G) y descubrieron que el virus tenía una tasa muy alta de mutaciones que generaban residuos U.

"He mirado los perfiles de mutación de muchos organismos y todos ellos muestran algún tipo de sesgo, pero nunca he visto uno tan fuerte y extraño como este", explica Laurence Hurst, uno de los autores principales del trabajo, que se ha publicado en la revista 'Molecular Biology and Evolution'.

En particular, encontraron que la mutación generaba muy comúnmente pares vecinos UU, mutando de la secuencia original de CU y UC. Observaron que se trata de una huella dactilar del perfil de mutación de una proteína humana, llamada APOBEC, que puede mutar los virus. "Parece que la mutación no es aleatoria, pero en su lugar estamos atacando al virus mutándolo", resalta Hurst.

Mirando la composición real del virus y comparando entre diferentes tipos de sitios dentro del virus, encontraron pruebas de que la selección natural (la supervivencia del más fuerte) está permitiendo al virus luchar contra el proceso de mutación.

A partir del perfil mutacional, el equipo predice, por ejemplo, que el 65 por ciento de los residuos deberían ser una U y el 40 por ciento deberían ser pares UU, pero en la práctica el contenido de U es mucho más bajo y el contenido UU es sólo un cuarto de lo predicho.

"Esto podría ser porque los virus que tienen demasiada U en ellos simplemente no sobreviven lo suficientemente bien como para reproducirse. Estimamos que por cada 10 mutaciones que vemos, hay otras seis que nunca llegamos a ver porque esos virus mutantes son demasiado pobres para propagarse", comenta Hurst.

Y hay varias razones por las que esto podría ser así. Las versiones ricas en genes de los virus que el equipo encontró son menos estables y se ven en niveles más bajos. Los humanos también tienen otras proteínas que atacan las secuencias ricas en residuos U que también podrían forzar la destrucción de algunas versiones del virus.

Estos resultados sugieren que los humanos atacando al virus para mutarlo de manera que lo degrade. Esto también tiene implicaciones para algunos diseños de vacunas. Varios grupos de investigación intentan actualmente hacer versiones sintéticas del virus de una manera que permita que el virus sea viable, pero sólo de forma justa, los llamados virus atenuados.

"Saber lo que la selección favorece y desfavorece en el virus es realmente útil para entender cómo debe ser una versión atenuada. Sugerimos, por ejemplo, que aumentar el contenido de U, como hace el APOBEC en nuestras células, sería una estrategia sensata", concluye Hurst.