Por
  • Juan Domínguez Lasierra

Paladar a la cubana

Restaurante El Paladar de Zaragoza, especializado en comida cubana.
Paladar a la cubana
Guillermo Mestre

Voy con mi amigo Manolo a comer al Paladar Cubano de Pilar Lorengar. Estuve allí hace algunos años y sigue tan animado como siempre, con sus dueños dándolo todo para atender a su clientela. Un boy negrito en escayola pintada nos atiende a la entrada.

Manolo, que había concertado la cita previamente, ha traído un ejemplar de su novela cubana ‘El nido de las auras’, para regalársela al dueño del establecimiento. Esas auras no son sino los buitres carroñeros que sobrevuelan el cielo habanero. Manolo ha novelado una ficción, con el fin de la saga de los Castro, en torno a las figuras de Raúl y Fidel. Es una novela excelente, por su contenido y por su escritura, donde se ha cuidado escrupulosamente el lenguaje popular.

Manolo y el dueño del establecimiento comentan lo de los buitres carroñeros y otros extremos de la vida cubana, hoy todavía tan problemática pese a la desaparición de Fidel, que, aunque muerto, sigue gobernando la vida de la isla. Saboreamos un menú típico, con arroz y yuca, un postre delicioso y como colofón unos mojitos.

Entre la concurrencia saludo al crítico musical de este periódico, Gonzalo de la Figuera, que es un habitual de este comedor. Se ha corrido la voz de la presencia de Manolo, y la esposa del dueño, y un joven camarero cubano vienen a saludarlo. Manolo le dedica el libro a la dueña, que dice que se lo leerá en un plis plas. El joven camarero también quiere un libro, para leerlo, pero Manolo solo ha traído un ejemplar. El camarero dice que se lo pedirá prestado al dueño para poder leerlo, porque los medios de allá, los cubanos, solo informan de lo que les interesa a ellos.

El Paladar o La Paladar, como se dice a lo cubano, son una suerte de establecimientos de comidas que se imparten en domicilios privados, aunque los hay oficiales, controlados por el Gobierno, e incontrolados, que funcionan a su aire, con sus riesgos. A veces para llegar a estos últimos hay que atravesar varias casas por los tejados, según me cuenta Manolo, que visitó alguno de ellos. Cosas veredes.

En enero de 2023 un seísmo agitó la literatura española: se había descubierto que ‘La francesa Laura’, una comedia hasta ese momento anónima, custodiada en la Biblioteca Nacional, y a la que nadie había prestado atención, era en realidad obra de Lope de Vega. Un hallazgo de esta magnitud había sido posible gracias a la Inteligencia Artificial (IA), que da un paso de gigante al servicio de la Filología. Sin ella, el manuscrito de la comedia aún seguiría durmiendo en los estantes de la Biblioteca Nacional muchos años. La fiabilidad de la autoría lopesca es segura.

Y hablando de la IA, en el reciente Congreso de Periodismo de Huesca se ha mostrado la "fascinación y el temor" que esa inteligencia artificial puede suponer para el periodismo: convertirse en un "pozo envenenado", en el que se acumule información falsa que "las inteligencias artificiales mezclan y regurgitan, y donde es imposible distinguir entre lo verdadero y lo ficticio, lo valioso y lo inútil". Pues estamos apañados.

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