Redactor de Cultura de HERALDO DE ARAGÓN

El laberinto de artes del Palafox: historia de dos mujeres sin edad

Dos jóvenes actores, acompañados de un violonchelo, recitan poemas y piezas de teatro.
Dos jóvenes actores, acompañados de un violonchelo, recitan poemas y piezas de teatro: Calderón de la Barca, Lope, entre otros.
A. C./Heraldo.

Me he pasado la vida queriendo serlo todo. O casi todo. Entregándome a la creación y sus ínfimos detalles. Quise ser bailarina de niña y adolescente y lo intenté; anhelé dar conciertos y compré una flauta travesera. Hasta me atreví a emular a Carmen París con la jota moderna. Hice mis pinitos como actriz, y gracias a dos o tres maestras que me enseñaron el arte de ser otras y yo misma a la vez, actué en el Teatro de las Esquinas y en la Estación, aunque mi sueño era el Principal, ese continente rojo y dorado donde tienes la sensación de que puedes levitar de felicidad en cualquier instante. Por querer hasta quise aprender cosas de cine: participé en dos cortos de Pilar Palomero y Javier Macipe, y disfruté en sus interminables tiempos muertos. En estos oficios, el placer es una forma despaciosa y disciplinada de apetito de perfección.

Al final lo dejé todo. Quise llegar al cielo y tuve la sensación de que apenas había sido capaz de arrastrarme por la tierra, con la carga pesada de la incertidumbre. Mi exigencia era aún mayor que la inseguridad. El día que me fui de casa, que me iba a vivir a otra ciudad como quien quiere empezar de nuevo, mi madre me dio un sobre. “Es algo sin importancia. Léelo solo cuando estés bien instalada. No tengas prisa”, me dijo.

No pude resistir la tentación. Y a las dos horas de vuelo, abrí su misiva y la leí. Decía. “Vivir es aprender a fracasar. Se dice muchas veces, pero en realidad esa es una mentira. Vivir es aprender a soñar, a ser inconformista, a ponerse el mundo por montera: es tocar la flauta, el chiflo, y leer solfeo, integrarte en un colectivo que busca la emoción. Vivir es subirse a la escena y recitar unos versos, adueñarse de un papel y sus emociones, disparar ternura o ira al público hasta la conmoción. Vivir es danzar hasta el fin de la noche, con levedad y energía, con esa plasticidad que está en el aire y en la cabeza; danzar es sentirse pluma, brisa, estrella errante en una madrugada oscura. Inventar es amasar la incertidumbre, saberse vulnerable, galopar sin caballo. Vivir es amar la belleza hasta quedarse exangüe, sin voz, sin latido, con los ojos asombrados de oscuridad y oleaje marino. Y todo eso, lo has hecho tú, lo has sentido, lo llevas muy dentro. Son tus maletas del alma, tus quimeras. Y yo misma, hija, que no he tocado la flauta, que apenas he hecho teatro, que no he sabido ni bailar un agarrado, que no he visto una cámara de cine, sé de todo todo ello por ti. Por tus días en el Palafox y sus escuelas. Por tu curiosidad, por tu entrega. Ahora, también yo, he decidido que quiero ver y sentir todo eso. Y quiero escribir aquí, entre estos muros, el libro de mi nueva vida, ese álbum de incitaciones y excitaciones donde seguiremos juntas. Lo creas o no, yo también quiero esos tesoros para mí. Te escribiré. Y no dejes de soñar aunque ahora te vayas un poco lejos de casa”.

Eso me decía mi madre. Semana a semana me cuenta cuánto le sucede y cuánto ocurre aquí: en este laberinto de fantasías del cuerpo y del alma donde, de pura pasión, se pierde hasta la conciencia de la edad.

El clima de fiesta con multitud de actuaciones en diversos escenarios.
El clima de fiesta con multitud de actuaciones en diversos escenarios.
A. C./Heraldo.

*Texto de homenaje a la gran fiesta de ‘VII Palafox a escena. Un Palafox de libro’. Sus cuatro escuelas de música, danza, teatro y folklore albergan a más de 2.000 alumnos de todas las edades y el pasado viernes realizaron su gran fiesta anual donde hubo actividades culturales de todas sus disciplinas.

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