Por
  • Julio Calvo Iglesias

El efecto Sánchez

Pedro Sánchez, investido presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados
Pedro Sánchez
EFE / Europa Press / Reuters

Llevamos mucho tiempo hablando de los reiterados incumplimientos de las promesas de Pedro Sánchez –cambios de opinión los llama él– y pocas consideraciones cabe hacer que no se hayan expuesto ya, salvo la triste constatación de que estamos gobernados por alguien a quien no le merecemos ningún respeto.

Estamos focalizando la atención sobre ello, porque, efectivamente, merece un severo juicio moral, pero olvidamos otros aspectos de su gestión que afectan de forma decisiva a nuestras condiciones de vida, nuestra economía y las expectativas de las próximas generaciones. Me refiero a las cosas de comer.

Las crisis de los últimos años, varias y concatenadas, el coronavirus, la guerra de Ucrania, han afectado a todo el mundo, pero resulta significativo que de todo nuestro entorno europeo seamos precisamente los españoles los que más poder adquisitivo hemos perdido. En otros países incluso lo han ganado, han incrementado su riqueza y poder de compra. Nosotros no, nosotros nos hemos empobrecido y lo hemos hecho más que nadie. La inflación que nos azota tiene otro nombre más preocupante: empobrecimiento colectivo. Y cabe preguntarse cuál puede ser el hecho diferencial que nos ha colocado a la cola de Europa en los índices de crecimiento económico.

Disfrutamos de la increíble suerte de tener el Gobierno más feminista de la historia de España. Por eso mismo los datos no pueden ser más sorprendentes. La Universidad de Georgetown colocaba a España en el puesto número 5 entre los mejores países del mundo para nacer mujer. Pero eso era en el año 2017. No gobernaba Sánchez entonces. Éste ganó su moción de censura en 2018. Hoy España ocupa el puesto número 27. ¿Cómo ha podido suceder si se han multiplicado los presupuestos en materia de Igualdad? Han disminuido las expectativas de desarrollo de las mujeres, la igualdad de oportunidades y su seguridad. Y precisamente en este último aspecto el retroceso ha sido notable a pesar de la Ley de Violencia de Género, redondeada con la del ‘sólo sí es sí’. Éste sí es un significativo hecho diferencial de la gestión de Sánchez, que todas las leyes e iniciativas emprendidas suelen tener los efectos exactamente contrarios a los pretendidos.

Las medidas adoptadas en materia de Vivienda han reducido la oferta de vivienda en alquiler y la han encarecido a niveles nunca vistos. Sus iniciativas en materia de bienestar animal han incrementado los abandonos y han disminuido las adopciones, al tiempo que han arruinado muchos negocios modestos y amenazan con subir el precio de la carne y productos de origen animal de consumo más habitual, encareciendo más aún la cesta de la compra y reduciendo la ingesta de proteínas a las clases más desfavorecidas. Sus medidas medioambientales han encarecido el precio de la energía y aumentado nuestra dependencia. Han dificultado el desplazamiento en las ciudades de aquellos conductores de vehículos más antiguos o más modestos, mientras que las clases más pudientes no padecen esas limitaciones. Registramos los peores niveles educativos en mucho tiempo y se han incrementado como nunca antes las listas de espera sanitaria. Incluso padecemos una tasa de mortalidad superior a los niveles previos a la pandemia. . La que era nuestra joya tecnológica, la Alta Velocidad Española, está sufriendo sistemáticos retrasos y averías como no habíamos visto en los últimos veinte años. Y por último, nuestras Administraciones, con el mayor número de funcionarios jamás registrado, aparecen colapsadas. Este es el efecto Sánchez: deteriora todo lo que toca.

Si votar a quien nos miente sistemáticamente puede ser indigno, ¿qué juicio puede merecer votar a quien nos arruina?

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