La culpa no la tiene Puigdemont

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en la tribuna del acto de jura de la Constitución ante las Cortes Generales
La culpa no la tiene Puigdemont
A. Pérez Meca / Europa Press

Las últimas Constituciones españolas han sido textos muy decentes. La de 1876 fue tolerante en religión, reconoció amplias libertades, con ciertas restricciones a la prensa y asumió (1890) el sufragio universal masculino. La de 1931, que no fue consensuada, atribuyó la soberanía a la nación –como las efímeras de 1868 y 1873–, desplegó las libertades sociales y permitió votar a la mujer (1933). 

La de 1978, pactada y refrendada, descuella por su vasta gama de derechos y libertades. Podría mejorar en aspectos menores, pero es un buen texto. No suele saberse que en Noruega, por ejemplo, se prohibió la presencia de jesuitas hasta 1956 (y la de judíos hasta 1851, como ha recordado Guillermo Vicente); a los diputados griegos, en 2023, se les requiere, por defecto, jurar "en nombre de la Santísima Trinidad, consustancial e indivisible" (artículo 59); las mujeres suizas solo pudieron votar asuntos federales desde 1971. Y, así, otros casos que podrían aliviar los complejos de tantos españoles a este respecto. Es únicamente ignorancia.

Autoridades del socialismo orgánico (PSOE) repiten que la Constitución está garantizada por el Gobierno en el que tienen hegemonía y que comparten con la coalición Sumar. Es posible. Pero muchos ciudadanos con raciocinio, sabedores de cuán dificultoso es sorber mientras se sopla, se preguntan con inquietud cómo es posible respetar la Constitución mediante embestidas contra ella.

Resulta irritante y tediosa la anotación incesante de las frases con las que Sánchez, sus ministros y los dirigentes del PSOE confunden a la opinión o la toman por necia

Hubo quien vaticinó una amnistía gubernativa a los golpistas catalanes. Pero, ¿no estaban condenados por el Tribunal Supremo enjuicio público y televisado en la integridad de sus cincuenta y dos largas sesiones? La jurista Carmen Calvo Poyato (PSOE) fue tajante en el Senado, el 27 de abril de 2021: "¿Amnistía? La única respuesta posible es que no es planteable en un Estado constitucional democrático. Sería suprimir, literalmente, uno de los tres poderes del Estado, que es el judicial". Tal cual.

Esta profesora (¡de Derecho Constitucional!) solo explayaba una idea de su secretario general, Pedro Sánchez (PSOE), tan taxativa como gráfica: "Yo me comprometo hoy aquí a traerlo [a Puigdemont] de vuelta a España y que rinda cuentas ante la justicia". Fue en un debate televisado con un rival político, el 4 de noviembre de 2019. Tal cual.

María Jesús Montero Cuadrado (PSOE), hoy segunda de a bordo en el partido de Sánchez (desde julio de 2022), confiada en tales precedentes autorizados, el 1 de julio de 2021 expuso en Sevilla la interpretación auténtica del asunto, como cualificada exégeta del PSOE: "Los indultos son constitucionales. El referéndum no. Ni tampoco la amnistía. Y como este Gobierno no se va a saltar la Constitución, como este Gobierno respeta y defiende la Constitución, no va a haber ni amnistía, ni referéndum de autodeterminación. Y los independentistas lo saben". Tal cual.

El exministro Salvador Illa Roca (PSC-PSOE), fiel a las consignas del mando, no se quedaba atrás y, de forma casi castrense (es alférez de complemento), había afirmado, con seca seguridad, en el ‘Consell Nacional’ del PSC, el 29 de mayo anterior: "Ni amnistía ni nada de eso. Lo repito para que quede claro: ni amnistía ni nada de eso". Tal cual.

Poco tardó en confirmarlo, y dando fuertes voces que retumbaron en el hemiciclo del Congreso, el ministro de Sánchez Miquel Octavi Iceta Llorens (PSC-PSOE): "¡¡Debo decir que no va a haber amnistía, no va a haber autodeterminación!!". Lo gritó el 23 de junio de 2021 y así figura en el Diario de Sesiones. Tal cual.

En coherencia con sus propias instrucciones, el presidente Sánchez, secretario general del PSOE, rubricó cuanto antecede, mostrando la cohesión en torno suyo de los dirigentes del partido: "La amnistía es algo que desde luego este Gobierno no va a aceptar". El 10 de noviembre último. Ayer, como quien dice. Tal cual.

Nunca se había visto como ahora que un gobernante soliviantara de tal modo a todo un país para ‘pacificar’ a una de sus regiones por exigencia de dos pequeños partidos secesionistas, en declive tras la aplicación (en dosis mínimas) del eficaz ungüento 155. Lo que hace Sánchez atiza viejos fuegos y enaltece por interés partidista el cómico figurón de Carles Puigdemont Casamajó, muy crecido tras las inyecciones reconstituyentes que le han suministrado en vena una vicepresidenta de Sánchez y su número tres en el PSOE, el milagrés Santos Cerdán León.

Si Puigdemont no tiene culpa (ni legisla ni gobierna), Sánchez no tiene cura. Dijo a la princesa de Asturias en la mañana del 31 de octubre: "Contad, Alteza, con la lealtad, el respeto, y el afecto del Gobierno". Su ministra Ione Belarra Urteaga, más sincera que él, decía esa misma mañana: "Estamos trabajando y vamos a trabajar para que Leonor nunca sea reina". Fue un autorretrato espontáneo del Gobierno. Que, por orden de Sánchez y mediante su ya pactada amnistía, otorga, de facto, su aval al golpismo. Y eso no puede imputársele al prófugo del maletero.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Guillermo Fatás)

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