Los relojes y el tiempo

Los relojes y el tiempo
Los relojes y el tiempo
Pixabay

El 25 de mayo coincidieron en una misma página de nuestra Tribuna dos artículos que no hablaban de política ni de economía ni de cultura ni de medio ambiente. Ni siquiera de las maravillas y los peligros de la inteligencia artificial

No, se ocupaban de algo más cotidiano pero no menos importante, algunas de las paradojas a las que da lugar la manera de vivir de las gentes de los países ricos del siglo XXI. El psiquiatra Javier García Campayo señalaba que la prisa es una de las características más llamativas y contradictorias de la vida moderna. "He visto –escribía– jóvenes profesionales, en la flor de la vida, que deseaban quemar etapas para convertirse en maduros y exitosos directivos, desperdiciando su juventud". Lo de ‘quemar etapas’ puede parecer una buena idea, pero al final suele convertirse en una carrera a ninguna parte. El tiempo es oro, se dice, pero cuando intentamos, a base de una actividad incesante, exprimirlo hasta la última gota, sucede que lo perdemos. Cita Campayo, que es especialista en ‘mindfulness’, la sentencia de un anciano africano sobre los occidentales: "Tenéis relojes pero no tenéis tiempo". Por su parte, Ricardo Díez Pellejero, que combina las condiciones de ingeniero y de poeta, ensalzaba la importancia del juego. No el de apostar los dineros y perder hasta la camisa, sino el juego que permite disfrutar de un rato entretenido y que puede ir de las canicas al ajedrez pasando por el ‘tú la llevas’. Y se asombraba de que algunos jóvenes que viven a poca distancia unos de otros, en un pueblo, prefieran comunicarse por las pantallitas del teléfono en lugar de reunirse para jugar. Paradojas de nuestra época: el móvil nos inmoviliza.

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