Por
  • Pablo Guerrero Vázquez

Si no lo veo

Trece años después
Si no lo veo
Heraldo

Dice el refranero, con la agudeza que le es propia, que no se cree lo que no se ve. Y la traslación de este certero dicho a un aula de la Facultad de Derecho lleva a asumir que los estudiantes no interiorizan las instituciones jurídicas hasta que no las hacen tangibles.

Ese recuerdo guardo de mi experiencia como alumno –que lamentablemente queda ya desdibujado por el paso del tiempo–; y esa impresión tengo cada vez que bajo ahora al aula.

El alumnado, incluso en las clases prácticas, donde se intenta acercar la asignatura a la realidad, ve la disciplina como algo muy poco terrenal. Así ocurre en Derecho Constitucional que, además, por ser aquella rama del Derecho que se sitúa en el vértice de la decisión política, es a priori más palpable.

El aprendizaje, ciertamente, no es algo divertido, porque cuesta esfuerzo y la cultura del esfuerzo no cotiza precisamente al alza. Pero ello no es óbice para reconocer que merece la pena intentar hacer más perceptible a los alumnos el Derecho como disciplina.

Viene al caso esta disertación porque hace algún día dedicamos unos minutos en clase a ver el magnífico documental ‘Un Tribunal para la Constitución’, editado por el Colegio de Registradores y que da cuenta, con testimonios de un valor incalculable, como los de Francisco Rubio o Aurelio Menéndez, de los primeros pasos del Tribunal Constitucional. Su visionado, que me atrevo a recomendar con ocasión de esta columna, resultará muy enriquecedor también más allá de las aulas de la Facultad.

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