Por
  • Pedro C. Marijuán

Extravío generacional

Imágenes del mitin de Podemos en Zaragoza
Extravío generacional
Toni Galan

Uno de los rasgos más llamativos del actual Gobierno de nuestro país es la presencia de ministros comunistas y de la extrema izquierda. Únicos en la Unión Europea, con la excepción anterior del gobierno de Syriza en Grecia. 

Lamentablemente, la relativa libertad económica que ha tenido este Gobierno nuestro le ha dejado rienda suelta para desarrollar no pocos intentos autoritarios de ingeniería social y reformas radicales. En Grecia, el duro rescate de la Unión Europea en absoluto permitió el avance de un programa de extrema izquierda.

Que en España, y antes en Grecia, haya una importante franja de votantes, relativamente jóvenes en su mayoría, proclive a apoyar a la extrema izquierda resulta cuando menos llamativo. En ambos países podemos encontrar razones similares para el notorio extravío generacional que subyace. La generación nacida sobre los años ochenta ha tenido que sufrir, por un lado, un paro doble o triple (en el caso de los jóvenes) por encima de la media europea, y por otro, un sistema universitario y de enseñanza de muy escasa calidad. Ciñéndonos a nuestro país, una muestra de lo último lo tuvimos hace poco cuando ‘la mejor alumna’ de Ciencias de la Información de la Complutense, conviene recordarlo, se despachó públicamente con una intervención impresentable. Es esa generación laboralmente huérfana, abandonada a estudios de escasa capacidad formativa y politizada a través de universidades débiles y de una mayoría de medios de comunicación sesgados, la que en su día nutrió a los indignados del 15 M y la sorpresa electoral que constituyó Podemos. Cuando la formación adquirida es exigua, cuando no se tiene trabajo estable, cuando la vivienda propia es inalcanzable, y cuando además la representación política tradicional ignora esos problemas, la opción de rebeldía que llega amplificada por los medios y las nuevas redes sociales tiene ahí un suelo fértil.

Que un país esté década tras década con un nivel de paro desorbitado se termina pagando. Nos podemos quejar de tener ministras y ministros en el Gobierno sin ninguna experiencia laboral previa, excepto en sus asambleas, asociaciones y grupos afines, colonizados ideológicamente por la extrema izquierda y el nuevo radicalismo ‘woke’. Pero están representando una rebeldía generacional que no se ha encauzado por otras vías políticas. Les apoya una importante fracción generacional que ha quedado varada, que no ha podido desarrollar un proyecto vital digno.

¿Por qué la democracia española, que surgió de una Transición democrática admirable, posiblemente el fenómeno internacional más destacado e influyente de los años setenta, el modelo que imitaron luego no pocos países del este de Europa y de Hispanoamérica, ha sido incapaz de atender a esas dos reformas fundamentales, la del mercado laboral y la del sistema universitario y de enseñanza? Posiblemente porque uno de los dos grandes partidos que la sostenían había alcanzado de partida una notable hegemonía en ambos dominios. El socialismo y sus sindicatos aliados se negaron rotundamente a la modernización del mercado de trabajo, a cualquier reforma que disminuyera su poder y su control. Aunque la contrapartida fuera mantener década tras década una tasa insoportable de desempleo. La cerrazón ideológica de los líderes socialistas y sindicales, junto con la timidez de la oposición liberal, han dejado que el paro se enquistara como uno de los grandes problemas de nuestra democracia.

Es irónico que los representantes políticos de la generación más afectada sean ahora cómplices de mantener ese ‘statu quo’. Si algún día nos pusiéramos de acuerdo para adoptar la legislación laboral de Portugal (pleno empleo entre nuestros vecinos) y tomáramos como modelo el sistema universitario británico, este ambiente de continua crisis de país y de radicalismo amenazador desaparecería como por ensalmo. Es tan difícil como lograr que haya más libertad, para el mundo laboral y de la empresa y para impartir formación de calidad.

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