La España que no puede

Reparto de comida a personas necesitadas en Las Fuentes de Zaragoza, por la asociación de vecinos Civitas
La España que no puede
Guillermo Mestre

Diecinueve millones de desplazamientos por las carreteras españolas durante estos días de la Semana Santa; hasta el 90% de ocupación hotelera –a pesar de las brutales e inexplicables subidas que se han producido en el sector–; récord de vuelos programados desde los principales aeropuertos del país, ciudades abarrotadas… 

En fin, una España alegre y confiada, bulliciosa, gastadora y receptora, otra vez, de millones de turistas que vienen a saborear las delicias y costumbres carpetovetónicas y contribuyen al equilibrio de nuestra balanza exterior al dejar aquí un chorreo de dólares, euros y otras monedas convertibles.

A pesar de los masivos desplazamientos turísticos de esta pasada Semana Santa, hay una España que no pude permitirse salir de vacaciones

Parece como si esto fuera una fiesta, aquella fiesta que vivía el joven Hemingway en el París de entreguerras, despreocupada, bohemia; una fiesta que llena las playas, las carreteras, los hoteles, las terrazas y los chiringuitos… Pero ahí no están todos los españoles, porque hay una España que no puede y de ella apenas se habla. Un 22%, aproximadamente, de nuestros compatriotas están en riesgo de pobreza y tienen serias dificultades para llegar a fin de mes. No me los imagino en Benidorm ni en cualquiera de las capitales europeas a donde vuelan los chárteres en viajes de cuatro días a precios desorbitados; son algo así como diez millones de españoles que no se habrán movido en esta fiesta colectiva y de la que parece disfruta todo el mundo. No es así; y hay otros diez millones más que tampoco se pueden permitir estos lujos porque andan justos para sobrevivir.

No podemos deducir de la imagen que nos dan los medios de comunicación que estamos en un país de Jauja, porque la realidad demuestra que también aquí hay dos Españas: la que se lo permite o se lo puede permitir aunque se endeude y la que permanece silenciosa y se queda en su casa y con los suyos, quizá envidiando ese derroche inalcanzable para ellos. De hecho, el índice de Gini, que mide la desigualdad en Europa, nos sitúa como el sexto país con mayor desigualdad.

Y lo peor es que las cosas no mejoran, pues todos los datos relativos a los indicadores de pobreza se mantienen o incluso crecen ligeramente. Es para preguntarse qué hace este Gobierno tan progresista y que predica la igualdad, y qué su ministra del ramo; y que tiene que acudir permanentemente a la subvención para poner un parche donde habría que poner seguramente más justicia.

Los índices de pobreza y de desigualdad en nuestro país se mantienen o incluso aumentan ligeramente

Hay una España que no puede y que está a nuestro alrededor; que no puede por tanto trabajo precario, por los bajos salarios, por el coste de sacar adelante una familia, por el gasto inusitado que nos ha traído la inflación, por los alquileres, por las hipotecas… Por eso no podemos engañarnos viendo la alegría de los que sí pueden. Siempre hay, es lamentable pero es verdad, en las poblaciones grupos marginales; pero en las sociedades equilibradas suelen representar un porcentaje mínimo. En España empieza a ser inquietante y difícilmente tolerable el índice de desigualdad y de pobreza. No podemos presumir de ser una nación moderna mientras haya tanta España que no puede. No nos engañemos. Ni nos engañen en los telediarios.

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